[DE] Capítulo 56: Las insignias litúrgicas (I): La Estola
La estola, insignia litúrgica común a los diáconos, presbíteros y obispos, no tiene este nombre en los documentos más antiguos, sino que es llamada en occidente orarium y en oriente othòne orárion. El orarium, llamado también mappa, sudarium, era en el uso profano un paño más bien fino, propio de las personas distinguidas y destinado a enjugar el rostro o a enrollarse en torno al cuello como una ancha corbata. San Sátiro, hermano de San Ambrosio, al naufragar, escondió la Eucaristía en su orario y se lo ató alrededor del cuello. El othone ( linteum) de los griegos era también un velo amplio de hilo, correspondiente a nuestra toalla. Este es el sentido que le da S. Isidoro de Pelusio (+440). Dice Wilpert que el othone “con el cual hacen su servicio los diáconos en los sagrados misterios rememora la humildad del Señor cuando lavó y enjugó los pies de sus discípulos”.
El término estola stola que en la lengua clásica designaba la ancha vestidura de las matronas romanas, aparece con el significado litúrgico de orarium, en la Galia de finales del siglo VI. A este intercambio de palabras quizás contribuyó el haber olvidado, en los países del norte, el sentido antiguo de orarium, para derivarlo de orare ( hablar, predicar) convirtiéndola en una insignia de los predicadores. Escribe Rábano Mauro: “ Este género de vestidura solo les es otorgado usar a los que tienen el ofiuco de predicar, ya que conviene a los oradores de Cristo llevar “orarium”. Interpretado en este sentido, resultaba natural aplicarle las palabras del Eclesiástico: In medio ecclesiae aperiet sapientia os eius et adimplebit illum sapientiae et intellectus, et stola gloriae vestiet illum . (En medio de la asamblea le abrió la boca con sabiduría y le lleno de espíritu de sabiduría e inteligencia, y lo revistió de estola de gloria)
Después del siglo XII, el término orarium se abandonó casi completamente, para sustituirlo por el de estola.
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La estola es revestida de manera diversa: los diáconos la llevan sobre el hombre izquierdo cruzada sobre el pecho y anudada bajo el brazo derecho, los presbíteros la llevan pendiendo del cuello en la administración de los sacramentos y, después de la reforma litúrgica del 69 también de esa manera bajo la casulla. Hasta entonces y desde la alta Edad Media, se llevaba cruzada debajo de esta. Los obispos nunca la cruzan porque llevan ya la cruz pectoral. Los presbíteros en España la llevaban como los obispos, hasta el III Concilio de Braga del año 675, que prescribió la cruzasen sobre el cuello y fue así como se extendió su uso por doquier, aunque muy poco a poco. El misal de San Pío V la prescribe usada de esta manera. También en España, y al parecer en otros países occidentales fuera de Roma, los diáconos la llevaban sobre el hombro izquierdo colgando por delante y por detrás, sobre la dalmática, y siempre de color blanco en tela o lana, a partir del siglo XII cruzada a modo de banda y desde el siglo XV del color de la dalmática y bajo esta. En el rito ambrosiano aún hoy se lleva sobre la dalmática.
En Oriente, por decisión del concilio de Laodicea, era una insignia litúrgica prohibida a los subdiáconos y a otros clérigos inferiores y, según testimonio de San Juan Crisóstomo, los diáconos la llevaban sobre el hombro izquierdo aleteando. Ese mismo uso está documentado en la mayor parte de países occidentales, fuera de Roma. El II Concilio de Braga del año 563 prescribió no esconderlo debajo del alba, sino ponerlo sobre esta en el hombro izquierdo para ser diferenciados de los subdiáconos. El II Concilio de Toledo prohibió a los diáconos llevar dos orarios y describe la praxis antes referida de llevarla a manera de bufanda dispuesta sobre la dalmática, siempre blanca, pendiendo ambas partes perpendicularmente del hombro izquierdo. Solo a partir del siglo XII la encontramos cruzada como hoy en día, pero siempre por encima de la dalmática. Sólo a partir del siglo XVI la vemos del color de la dalmática y por debajo de esta.
En cambio a los presbíteros los vemos siempre con la estola por debajo de la casulla, en torno al cuello, con ambos lados pendiendo perpendiculares y paralelos, como en la reforma de 1969. Empezó a usarse cruzada sobre el pecho a partir del siglo XIV y así fue prescrito su uso por el misal de San Pío V.
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Los orígenes de la estola son oscuros. Wilpert afirma que la estola de los diáconos deriva del mantile o linteum que ya usaban los ministros de los sacrificios paganos ( camilla), dado su oficio de servir la mesa del sacrificio eucarístico. Poco a poco, cesando su servicio material, se transformó en un objeto ornamental y distintivo de su orden, convirtiéndose en lo que hoy es. En cambio, piensa que la presbiteral, fue en su origen un verdadero orarium para proteger del frío en invierno y secarse el sudor en verano. Ese doble origen, explicaría la doble denominación con que los griegos diferencian la diaconal (orarion) y la presbiteral ( epitrachélion -sobre el cuello). Al convertirse en simple insignia, el protector del sudor pasó a ser el amito.
En cambio Braun defiende la hipótesis según la cual el orarium fue instituido por la Iglesia desde la antigüedad por una disposición propia y concreta. Y si bien es cierto que desde el siglo IV, en Oriente, en Hispania y en la Galia, la vemos como un elemento esencial en el rito de la ordenación de los diáconos, presbíteros y obispos, creo debemos preferir la hipótesis de Wilpert que explica mejor el origen de la estola presbiteral porque es inconcebible que se crease una insignia para ocultarla debajo de la casulla.
La disciplina actual la prescribe para la misa, los sacramentos y sacramentales y siempre que hay un contacto con la eucaristía. En la edad Media su uso era más extenso: los sacerdotes la debían llevar constantemente incluso fuera del servicio litúrgico (s. IX Maguncia-s. X Verona)
En algunos lugares los nuevos sacerdotes debían llevarla durante todo un año desde el día de su ordenación.
Al menos en Cataluña, hasta la reforma litúrgica de Pablo VI, los neo-presbíteros iban revestidos de estola blanca o dorada, siempre y en todo lugar hasta haber cantado las tres primeras misas. Así lo hizo este que os escribe, conservando aquella estola para ser amortajado con ella el día de mi entierro, siendo esta como en los documentos medievales, larga hasta los pies, como la estola encontrada en la tumba de San Bernulfo (+1056) (7 cm de ancha y 2,74 m de longitud sin contar con los 11 cm de flecos).
Dom Gregori Maria