“Valores débiles en tiempos duros”: el Seminario de Barcelona y La Sagrada Familia
El sábado 26 de noviembre tuvo lugar, en el Seminario de Barcelona, dos conferencias sobre la Encuesta Europea de Valores en Cataluña. La primera titulada “Valors tous en temps durs” (Valores débiles en tiempos duros) y la segunda, “Religió i valors” (Religión y valores). Estas conferencias se realizaban en el marco de los cursos de estudios de ciencias religiosas (licenciatura y diplomatura) del Instituto de Ciencias Religiosas de Barcelona ISCREB, adscrito a la Facultad de Teología del Seminario de Barcelona.
Cuando me informaron de estas dos conferencias, y dada mi labor profesional, no pude por más que acudir. En la mesa de ponentes estaban los conferenciantes –autores del estudio- y el Sr. Matabosch, director del ISCREB; impecablemente vestido de “paisano” como es en él habitual pese a su condición de sacerdote, aunque sin corbata, cosa que me sorprendió.
Durante las cuatro horas que duraron las dos conferencias los asistentes tuvimos que soportar una ringlera casi inacabable de cifras y datos, sin un análisis en profundidad y serio de ninguno de ellos.
Los conferenciantes centraron buena parte de sus parlamentos en la situación de la familia y todo aquello que le rodea (bodas, hijos, familia, divorcio…) datos bastante similares a los difundidos por el Instituto de Estadística de Cataluña en su último estudio: fracasos y divorcios en constante alza, pérdida del sentido religioso del matrimonio y de la vida en su conjunto, desvinculación de los miembros de la familia y materialización de las relaciones personales. Todo ello se nos presentó como reflejo de una sociedad que está profundamente secularizada y desvinculada.
Estas conclusiones me sorprendieron por varios motivos. A los conferenciantes se les llenaba la boca de la palabra “secularización” y no eran capaces de mirar a su alrededor. Primero a su izquierda, donde tenían al Sr. Matabosch con su “uniforme” de paisano, siendo -como creo que sigue siendo- sacerdote ¿Qué mensaje están dando a la sociedad miembros tan destacados –al menos en ciertos círculos intelectuales, estamentales y mediáticos- este tipo de sacerdotes que van vestidos secularmente? Ya se que el traje no hace al monje pero ayuda. Quizás por ello el, hasta el presente, sacerdote Matabosch va casi siempre vestido con un impecable traje. Y no era el único, allí presente, secularizado en sus formas, por lo menos.
Los conferenciantes insistieron en que en nuestra sociedad el proceso secularizador ha afectado a la pérdida del tradicional sentido religioso de la familia, de la persona, de la propia vida. Se les llenó la boca de “la pérdida de valores” y “de ética”, (ni una sola vez en cuatro horas utilizaron el término “moral”). Y a pesar de los males evidenciados nuestros conferenciantes no eran capaces de preguntarse sobre las enseñanzas que nuestros niños y jóvenes reciben en sus familias, en sus centros educativos y en los templos.
El propio Seminario es un centro de formación donde se reciben enseñanzas muy diversas dentro del ámbito teológico y de las ciencias religiosas, y no es ningún secreto que la mayoría de profesores discurren por los anchos mares de la heterodoxia, tanto en los contenidos como las lecturas recomendadas y en las bibliográficas propuestas (de Rahner a Pagola y Queiruga pasando por los Boff y Küng, sin olvidar a Tamayo, cómo no; y la escuela de Frankfurt rediviva, especialmente Habermas; todo ello teñido de pinceladas de fenomenología). Y no acaba aquí la cosa porque muy pregonados son -en tal seminario- los sociólogos del marxismo. La propia exposición de la situación sociológica descrita por los ponentes correspondía a las fases de la fenomenología religiosa de Bultmann.
Difundiendo contenidos basados en una hermenéutica bajo estas líneas teológico-ideológicas y sociológicas ¿qué tipo de sacerdotes y profesores, y de padres y madres da la Iglesia en Cataluña? ¿a quién puede extrañar la situación secularizada de la sociedad y de buena parte de los católicos en Cataluña? ¿a quién puede sorprender la situación de la Iglesia en Cataluña?
Volviendo a las citadas conferencias, los ponentes se refirieron a la responsabilidad y culpabilidad de la constatada pérdida de valores y del sentido ético de la vida personal ¿Piensan ustedes que achacaron tal culpabilidad y responsabilidad a cada persona en concreto? Ni se les pase por la imaginación ¿no sabían ustedes que el pecado personal ya no existe? Señoras y señores, entérense bien, la culpabilidad y la responsabilidad ya no es personal, es colectiva. Llegados a este punto una chica sentada a mi lado dio un salto en el banco y me soltó: “no me extraña que los sacerdotes no estén en los confesionarios y prefieran las confesiones y absoluciones comunitarias”.
Para no irnos con tan amargo sabor de boca, y dada la terrible situación social delineada, los ponentes quisieron ofrecer esperanza. No debemos preocuparnos –vinieron a decir- porque, en el fondo, el sentido religioso no se está perdiendo. Lo que ocurre es que se está reconfigurando. Vivimos un tiempo agónico en el que lo viejo –la Iglesia tradicional, sacralizadora e integrista- muere para dar nacimiento a lo nuevo, una nueva iglesia democrática, plural, de base, con una nueva espiritualidad y piedad modernas que podrá cohesionar una nueva ciudadanía laica y democrática frente a espiritualidades y ciudadanías integristas, contramodernas y tradicionales (vamos, de típico manual “progre” a lo Díaz-Salazar).
Por último comentarles que observé que el eje del reproche recaía sobre la familia. Todos los miembros de la mesa que presidía el acto se manifestaron partidarios de situar a la familia como origen y eje de la crisis. Es aquí donde se inicia la pérdida de valores. Una institución, la familia, ya sin referentes. Y si la familia ha perdido los referentes ¿alguno de ustedes piensa que se citó a Jesús, José y María, la Sagrada Familia como Modelo para recuperar las virtudes y los valores?
La Sagrada Familia no fue citada ni una sola vez. Qué curioso que el genial Gaudí pusiese a un templo, una iglesia, Sagrada Familia. Lo podía haber llamado de muchas otras formas pero quiso ponerle el nombre de Sagrada Familia. Y es que la Iglesia ya entonces estaba advirtiendo de cuál era y seguiría siendo el principal problema de la sociedad moderna contemporánea: la familia. De ahí que Gaudí quiso dar a Barcelona un templo con este nombre, para que toda la sociedad tuviese como referencia a la Sagrada Familia ¿Quiere usted ser un buen esposo y padre? Fíjese en San José ¿Quiere usted ser una buena esposa y madre? Fíjese en María Santísima ¿Quiere usted ser un buen hijo? Fíjese en Jesús.
Tanto hablar de la familia y nuestro modelo y espejo de familia no apareció por ningún lado. Y es que, claro, con el nuevo modelo de espiritualidad, de iglesia y de cristiano (evitando el término católico) que se viene difundiendo en mentes y corazones desde hace ya demasiadas décadas, no es de extrañar que la Sagrada Familia –Jesús, José y María- moleste. Y no es de extrañar que un templo –ya Basílica- denominado Sagrada Familia y puesto como modelo arquitectónico, espiritual y litúrgico moleste. No les extrañe que a Matabosch y compaña la Sagrada Familia les moleste, incluso al propio arzobispo le moleste porque realmente no sabe qué hacer con la Sagrada Familia.
Si el arzobispo de Barcelona diese rienda a la plena integración litúrgica y adorativa a un templo así denominado provocaría sarpullidos en la compaña, comenzando por su buen amigo y protegido Matabosch y se le sublevaría el personal. Pero aquel no lo puede obviar, máxime cuando en Roma han puesto los ojos en el Templo. Y es que en Roma sí son conscientes de lo que la Sagrada Familia puede suponer como modelo de regeneración de la sociedad y eje de la reevangelización de Europa. Saben que Europa sólo puede encontrarse a sí misma volviendo a las raíces de la Familia. Y la Iglesia tiene el modelo universal de familia: la Sagrada Familia.
Es así que el arzobispo de Barcelona no puede dejar a un lado y arrinconar este Templo. Además está en la fase final de su “reinado”, y está ante su última oportunidad para pasar a la historia reciente del arzobispado –y de paso ante Roma- como un gran arzobispo que supo apaciguar y apacentar las aguas -turbulentas unas; e inquietas, otras- de la diócesis.
En estas está el arzobispo, desojando la margarita aunque el tiempo se le acaba. Entre tanto Matabosch se ve obligado a enfundarse clergyman y dejarse ver por Roma con ocasión de la exposición sobre Gaudí. Una exposición, como muy bien informaban Oriolt y Antoninus Pius, meramente artística sin ninguna referencia a la vida ejemplar del arquitecto, y muy en la línea de la nueva espiritualidad pregonada por los Díaz-Salazar o Boff, Pagola o Queiruga; muy en la espiritualidad que la compaña nos viene intentando vender desde ya hace demasiado tiempo.
De rebus ecclesiae