El cardenal neo-gaudiniano

La semana pasada se inauguraba en la Ciudad del Vaticano la exposición Gaudí en Roma, con un extraordinario desembarco de personalidades y medios de comunicación. No faltó ni tan siquiera el presidente de la Generalitat, Artur Mas, quien declaró que se trataba de una excelente oportunidad "para estrechar las relaciones entre el gobierno catalán y la Santa Sede ". Se hizo también presente una escogida representación de los medios de comunicación más fieles, destacando los cronistas oficiales de la diócesis Enric Juliana y Jordi Llisterri. ¡A Roma, doncs, que hi falta gent ! Cual se observa en la fotografía, nuestro obispo estaba como un niño con zapatos nuevos. Está tan imbuido de la obra y la personalidad del genial arquitecto, que ya se considera un eslabón más en la creación de la Sagrada Familia. La ilusión de su vida sería llegar al año 2026 y ver finalizado el templo, justo al cumplirse el centenario del fallecimiento de Antonio Gaudí. Tanto es su entusiasmo por ver en vida la beatificación del arquitecto, que va pidiendo por todas partes ¡ Un miracle. ..! ¡ Ens fa falta un miracle ! Pero el frenesí gaudiniano del cardenal es propio del enardecimiento de los conversos. Hasta hace muy poco tiempo, no se distinguía Sistach por su fervor hacia el creador del templo expiatorio, ni mucho menos por ser un decidido promotor de su beatificación. Nuevamente, voy a hacer un ejercicio de memoria.

No fue hasta el año 1992 (Sistach ya era obispo de Tortosa y, anteriormente, había sido auxiliar de Barcelona) en que se constituyó la Asociación pro Beatificación de Antoni Gaudí. Fue presidida por el arquitecto José Manuel Almuzara y sus miembros fundadores fueron el también arquitecto Javier Fransitorra Luque, el escultor japonés Etsuro Sotoo, el biógrafo de Gaudi Josep Mª Tarragona y el sacerdote Ignasi Segarra Banyeres. Se trató de una iniciativa laica, pues ninguna instancia oficial eclesial había instado el proceso, durante los sesenta y seis años que habían transcurrido desde el fatídico atropello del tranvía. La Asociación se constituyó como parte actora del proceso judicial de la causa de beatificación.

Cuando la noticia salió a la luz pública provocó sentimientos de perplejidad, por decirlo suavemente. Pese al entusiasmo de las mesnadas de turistas japoneses, Gaudí era considerado un meapilas por el establishment local. No solo eso, sino que habían sido muchas las voces airadas contra la continuación de las obras del templo. El sagaz Antoninus Pius, en su artículo del 3/8/2011, nos rescataba una carta a La Vanguardia del año 1965, en la que un grupo de distinguidos sacerdotes (entre ellos, el que fue auxiliar de Barcelona, Pere Tena y otros prohombres como Jarque, Hortet, Casimir Martí, Josep Bigordà, etc), protestaban porque se reanudasen las obras del templo, con el argumento sintetizado en el siguiente corolario: " La generación de hoy no comprende que una necesidad de expiación tenga que concretarse precisamente en la construcción de un templo que costaría millones" Se llegó a una oposición tan frenética que el día 10 de julio de 1990 tuvo lugar una manifestación contra la continuación de las obras, en la que se llenó de oprobios a Gaudí y al arquitecto Subirachs, encargado de su reanudación y en la que entre otras lindezas se exhibió una pancarta con el lema "¡ Que torni el tramvia !", en alusión a la muerte por atropello de Antoni Gaudí. Así se hallaba de encrespada la oposición a la finalización del templo, al que habían llegado a calificar como "mona de pascua".

Solo dos años después de aquella desagradable manifestación, con toda la progresía diciendo pestes del templo gaudiniano, se constituyó la asociación que pretendía instar el proceso de beatificación, siendo el obispo Carrera el primer prelado que se manifestó a favor. En el año 1998 el cardenal Carles designó al sacerdote Lluis Bonet i Armengol (párroco de la cripta de la Sagrada Familia ) como vice-postulador de la causa, designándose un tribunal ad causam para escuchar los testimonios. El 13 de mayo de 2003, el cardenal Carles clausuró el proceso realizado en Barcelona, entregando las actas a la Congregación para la Causa de los Santos.

Cual se colige de estos antecedentes, la beatificación de Gaudí fue instada a regañadientes de la iglesia oficial y con el absoluto desprecio del nacional-progresismo eclesial. El hoy cardenal de Barcelona jamás dijo esa boca es mía en todo el procedimiento previo.

¡Hasta que llegó Ravasi! En los primeros años del pontificado barcelonés de Sistach tampoco se muestra ningún anhelo gaudiniano, pero la visita del Presidente de la pontificia comisión de Cultura en el año 2008 abre los ojos al arzobispo de Barcelona. El entusiasmo del prelado italiano respecto a la obra de Gaudí, junto con el notable grado de amistad y confianza que traba con nuestro obispo, permiten a Sistach hallar el filón de su mandato. El broche de oro lo consigue con la venida del papa Benedicto XVI a dedicar la basílica. A partir de entonces, se desata el neo-gaudiniano. En todas sus predicaciones, pláticas, homilías o discursos habla del arquitecto de Dios y de la visita del Papa. Su penúltimo tributo ha sido la exposición que se acaba de inaugurar en el brazo de Carlo Magno de la Plaza de San Pedro.

Pero el arzobispo barcelonés no tiene ni pizca de suerte cada vez que viaja a Roma. Una vez más se solapó una mala noticia a lo que tenía que ser un día de gozo. Mientras llegaba a Roma la expedición gaudiniana, el Instituto de Estadística de Cataluña (organismo perteneciente a la Generalitat ) publicaba un lacerante informe que daba cuenta de que el número de matrimonios católicos en Cataluña había pasado en 10 años de representar un 66,6 % a un 21′6% del total. No cabe decir que se trata de una decadencia que no tiene parangón en la Europa Occidental. Ningún territorio se ha secularizado de una forma tan brusca. Puede haber números peores, pero no un batacazo en tan corto período de tiempo. La noticia dio la vuelta al mundo, mientras Sistach pretendía cegar al orbe con las luces largas de la exposición Gaudí en Roma.

Esta fatal coincidencia, unido al súbito fervor gaudiniano, no son más que otro ejemplo de la política de escaparate de nuestro cardenal. Fastos romanos, peticiones desaforadas de ¡ un miracle !, celebraciones discontinuas en la recién inaugurada basílica, la martineztroika que no se atreve a asomar la patita por miedo a las filtraciones… Y frente a ello, un panorama desolador de secularización y una diócesis absolutamente dividida, en la que se boicotea toda tentativa que no parta del magín de Sistach o sus adláteres.

Oriolt