La heroica mujer catalana en la persecución catalana en Cataluña (1936-1939) (VII)
Hno. Virgilio Lacunza (Trifón) |
Capítulo 7º: La caridad de la mujer catalana en las cárceles.
La mujer catalana manifestó de forma generosa su caridad para con los presos víctimas de la persecución anarco-marxista. También en localidades cerca de los frentes de guerra, procuró ayudar a los soldados castigados en batallones de trabajos forzados.
En la España rojo-republicana, las cárceles estaban llenas de buena gente; y era tan grande el número de detenidos, que muchos conventos, locales sociales, escuelas y edificios oficiales fueron habilitados como presidios. Muchos detenidos lo estaban provisionalmente, en espera de su ejecución. Mientras tanta buena gente era encarcelada, la mala gente, armados hasta las orejas, eran los amos de la calle y del gobierno; Durruti, García Oliver, Aurelio Fernández, principales jefes de la FAI, junto con los del POUM y del PSUC y de otros partidos políticos, se distinguieron por sus crímenes en contubernio con el gobierno de la Generalitat.
Nuestra mujeres de Barcelona, Gerona, Manresa y en general de todo el país, siempre que los guardias se lo permitían, iban a las prisiones y llevaban a los sacerdotes, religiosos y padres de familia encarcelados, mantas para dormir, aunque durmieran en el frío suelo, mudas, ropa de abrigo para el invierno, jerseys, camisas, zapatos, alpargatas, calcetines, pañuelos, jabón, toallas, todo ello bien limpio.
En aquellos terribles años la escasez de alimentos para el abastecimiento era general y conocida; sin embargo nuestras mujeres hacían todo tipo de esfuerzos para llevar paquetes a los presos con alimentos nutritivos, como pan, leche, huevos, frutas, y también reconstituyentes como tisanas y medicinas para los enfermos. Procuraban que ningún preso fuera olvidado o abandonado. Las madres de los alumnos ponían un extraordinario interés asistiendo a los religiosos que habían sido profesores de sus hijos, y muchos feligreses intentaban ayudar con víveres y medicinas a sus párrocos y a sus coadjutores. Estas muestras de amor reconfortaban a los pobres detenidos represaliados por causa de su fe. Eran verdaderos cristianos que estaban dispuestos a morir, antes que renegar de Cristo. Las visitas les llevaban esperanza y consuelo.
Los hombres, por lo general, no iban a las cárceles a llevar paquetes por miedo a ser detenidos. Iban señoras y chicas, así como también algún chaval de los que tenían al padre encarcelado, no mayor de 12 años. Conocemos centenares de ejemplos.
En la cárcel Modelo de Barcelona, para llevar consuelo a los 63 maristas encarcelados, acudían entre otras, las madres de familia del Colegio de San José de Mataró, donde tenían algunos profesores de sus hijos. Hemos leído que la Sra. Pilar Comas iba cada día y pedía nombres de diferentes presos para darles un paquete de comida, animándoles en sus sufrimientos.
Hemos recogido también un ejemplo de Figueras: Margarita Vives, que el año 1936 tenía 14 años. Decidida, subió al castillo de San Fernando que dista un kilómetro de la ciudad, para llevar un paquete de ropa y alimentos a Mn. Salvador Clota, detenido junto a un gran número de sacerdotes y ciudadanos ampurdaneses. Aquel castillo que hasta entonces era un cuartel militar, fue transformado por el Comité en cárcel donde se aplicaban duras torturas. El Dr. Pedro Arolas, párroco de Figueras, fue asesinado a pedradas en el cráneo. Cuando llegó la muchacha a la puerta del Castillo, una miliciana armada con pistola y pañuelo rojo al cuello, le dio el alto preguntándole a quien quería ver. La joven Margarita le contestó que “a mosén Salvador que está preso y le traigo ropa y pan”. La miliciana, con mucha mala baba, le contestó que los presos no se podían visitar. Le cogió la barra de pan, la hizo pedazos y con furia la tiró a la cuneta. Imaginémonos la pena de la pobre chiquilla que llorando se volvió a casa.
Pasaron unos meses. Se acabó la guerra tras la entrada de las tropas nacionales. La miliciana de Figueras, cuyo historial intuimos no era demasiado limpio, no fue encarcelada. Ni la familia de Margarita ni nadie la denunció. Queremos imaginarnos que a la ex miliciana se le caería la cara de vergüenza al toparse en la calle con Margarita.
Mosén Salvador Clota fue asesinado en el Castillo con un navajazo en el vientre, después de sufrir crueles torturas. Cuando la Iglesia recobró la libertad, después de treinta meses, su cuerpo fue exhumado para darle digna sepultura. En aquel momento, brotó de la herida un borbotón de sangre fresca que le manchó la camisa que endosaba. Un prodigio milagroso.
El conseller Tarradellas |
Hemos hablado antes de los 62 maristas detenidos en la cárcel Modelo. Formaban parte de un contingente de 107 religiosos. La FAI propuso al hermano Trifón Lacunza que si pagaban 200.000 francos franceses, les dejarían salir de España. Una estafa abominable. Obtenido el dinero, en vez de acompañar a los maristas a la frontera o embarcarlos en un barco extranjero, los recluyeron en el navío español San Vicente en el puerto de Barcelona, después los llevaron a la checa de la calle San Elías formando allí tres grupos. En una noche fueron asesinados 46 maristas. Algunos de los cadáveres los enterraron en una fosa común, a otros los cargaron en un camión y los llevaron a la trituradora de la fábrica de cemento Asland de Montcada. La FAI quería que todos desaparecieran, pero no pudo asesinar a los restantes. 63 maristas fueron conducidos al Palacio de Justicia y después a la cárcel Modelo, a la espera de juicio. Pero ninguno fue puesto en libertad y conducido a Francia: una estafa detestable, una estafa criminal.
Aquellos 200.000 francos fueron proporcionados por la Institución Marista francesa a solicitud de los maristas españoles, para evitar que fuesen asesinados. El marista de nacionalidad francesa, Émile Aragou, entró con el dinero a España y los entregó al patrullero anarquista Escorza. La FAI después quería deshacerse del testigo pero no se atrevieron a asesinarlo porque era francés. Le requisaron los francos, la documentación y lo encarcelaron. El consulado de Francia, en conocimiento de los hechos, buscó influencia y liberó al marista francés Émile Aragou, que pudo marchar a Francia.
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El historiador Miquel Mir, autor de “El preu de la traició” |
¿Dónde fueron a parar los 200.000 francos? A la consejería de la Generalitat que formaba parte del complot. El anarquista Aurelio Fernández los entregó a Josep Tarradellas, conseller de Hacienda. Tarradellas hizo llevar los francos a Suiza por una persona de confianza que los depositó en el Crédit Lyonnais. Años más tarde, en 1980, cuando en España se implantó un nuevo régimen, Tarradellas fue nombrado presidente de la Generalitat. Una vergüenza para Cataluña. El historiador Miquel Mir y el hermano marista Mariano Santamaría lo cuentan en un libro con pelos y señales.
Pobres madres y hermanas de los religiosos y sacerdotes asesinados. Victimas morales de la persecución religiosa, sus lágrimas y oraciones subían al cielo impetrando la paz y la libertad religiosa.
Francesc A. Picas Pons