Templos que dejan de ser germinantes
En mi artículo del día 20 de abril de 2010, titulado "Más realidades germinantes", les traía a colación aquellas iglesias o santuarios barceloneses que merecían dicha categoría. Les recuerdo a algunos despistados que ello no significa que sean adheridas a este portal, sino que en las mismas brotan, crecen y fecundan las semillas. Singularmente en los aspectos de culto, pastoral, juventud, colaboración económica con la diócesis y labor social.
Con notable dolor he de darles cuenta que uno de los templos del elenco ha perdido dicha condición. Se trata del Santuario de San José y María Auxiliadora, sito en Calle Sepúlveda, conocido popularmente como los Salesianos de Rocafort. Al volver de vacaciones, sus fieles se han encontrado con la desagradable sorpresa de que el horario de celebraciones del mes de agosto ha sido prorrogado sine die. Con un agravante: de un plumazo han pasado de seis misas dominicales a tan solo cuatro. Aunque en su web se sigan anunciando a las 9,10,11,12 ,13 y 20 horas, lo cierto es que desde primeros de septiembre han quedado reducidas a las 9,11′30, 13 y 20 horas. Por no decirles que hace tan solo quince años se celebraban ocho.
Es cierto que la comunidad salesiana de Rocafort ha quedado diezmada en el último año: fallecimientos, enfermedades, traslado a misiones, envío a otras comunidades o ingresos en la residencia de Martí Colodar. Pero eso pasa en otras comunidades y no se deja reducido el culto a la mitad. Piénsese, sobre todo, en los curas rurales que duplican o triplican misas en diferentes templos, distantes ellos muchas veces decenas de kilómetros.
No quiero desmerecer la labor de los pupilos de San Juan Bosco del barrio de San Antonio. Al revés, muchos de ellos han colaborado -y siguen colaborando- en bastantes parroquias, encargándose de cubrir vacantes sacerdotales. Ejemplar también ha sido el culto dedicado a María Auxiliadora (con su procesión anual) o a San Juan Bosco.
Otra cosa son los colegios. Depende directamente de los salesianos el Bosco Rocafort e indirectamente (pues es de su rama femenina) el de María Auxiliadora de Calle Sepúlveda. Son los antiguos colegios masculino y femenino. Conocidos popularmente como Salesianos y Salesianas. Con ellos ha pasado como con la inmensa mayoría de los colegios religiosos concertados. La sumisión al poder público significó una desamortización espiritual, a cambio de no sufrir una material. Se conservaron las propiedades; los inmensos colegios, con sus enormes patios y zonas deportivas; las fundaciones con sus actividades extraescolares y competiciones de todo tipo; pero todo ello con el enorme precio de sujetar el programa escolar al que marca el estado y, particularmente, la Generalitat en Cataluña.
Los colegios salesianos de Rocafort mantienen la obligatoriedad de la asistencia de los alumnos a sus celebraciones religiosas en horario lectivo, pero luego su labor de apostolado es bastante infructífera. Hasta el punto de que se halla casi olvidado el sacramento de confirmación y su natural actividad preparatoria. Gozan de un buen número de primeras comuniones (acorde con la envergadura del colegio), pero la perseverancia posterior produce unos números paupérrimos.
Un reputado vaticanista, como Vittorio Messori, publicaba la semana pasada un artículo titulado "Declino degli ordine religiosi. E’la fine d’una grande storia?" , que constituía una lacerante crónica de la muerte súbita de tantas órdenes religiosas, influyentes antaño y hoy en trance de desaparición. El periodista italiano escribía, con singular dureza, que muchas de ellas ya solo tienen interés para los agentes inmobiliarios romanos. Sus enormes casas generalicias ya no tienen otro sentido que su venta en condiciones óptimas. Los colegios han sido lo único que han salvado, a cambio de su entrega a los planes estatales. El citado artículo me vino a la mente, cuando contemplé el recorte salesiano.
Antes -y no hablo de hace muchos años; diez o quince a lo sumo- los santuarios de bastantes de aquellas órdenes celebraban más culto que las iglesias parroquiales. Todos han caído en picado: los redentoristas de Calle Balmes; los teatinos de Consejo de Ciento; los trinitarios de Gracia; los dominicos de la calle Ausias March; los claretianos del Inmaculado Corazón de María, etc,etc. Cada vez quedan menos y en algunos muy nombrados, como el santuario de Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Calle Rosellón, están pasando auténticas penurias para mantener la iglesia abierta casi todo el día y un número alto de celebraciones.
El paso del tiempo ha sido inexorable en los últimos años. Muchos religiosos han fallecido y no hay simiente nueva. Pero que nadie se llame a engaño: pasará igual con las parroquias. En Barcelona (y en otras grandes ciudades) sobran templos. Y faltarán sacerdotes. Tendrán que cerrarse algunas iglesias. Sistach no se ha atrevido y ha constituido agrupaciones parroquiales, pero ello, con todo el pesar del mundo, no tiene sentido alguno. Al revés, suele traer consecuencias contraproducentes; normalmente se pierden ambas y no se gana en ninguna. El nuevo prelado tendrá que afrontar este drama. Y tengan seguro que tendrá que contar con las parroquias germinantes. Son las que le van a garantizar las características que subrayaba al principio: culto, pastoral, juventud, colaboración económica con la diócesis y labor social.
Oriolt