También el 25 de agosto
Buena señal, muy buena: para la defensa de la vida no hay vacaciones. Éramos en torno a los 150 los que nos dimos cita ante la fachada principal del Hospital de San Pablo para romper el silencio en torno a la abominable política de la muerte, que está ganando las conciencias de forma horripilante. Tanto, que hasta la jerarquía eclesiástica calla, dice que “prudentemente”, ante el auge que están tomando en sus propios hospitales (los de patronato eclesiástico) tanto el aborto como la eutanasia. La administración de la muerte abriéndose camino también en territorio sagrado. Los fieles protestando en la calle, y el cardenal y los obispos enterándose por la prensa. Es lo que se lleva.
Pues ahí estuvimos un 25-V más para recordar a los nuestros, que el silencio de los buenos es el principal alimento de la maldad de los malos. Las cosas serían muy otras si no les ayudásemos con nuestro silencio; si no mirásemos para otro lado cuando ellos, ante nuestra mirada tolerante, comprensiva y finalmente cómplice, cometen exaltan y propagan sus maldades. Es que cuentan con nuestra educadísima cobardía: la que corresponde al comportamiento estándar de la gente de buena fe y de buena conciencia. Siendo pues las que son las “buenas costumbres” de los buenos, no nos estaba permitido bajar la guardia a los que nos hemos empeñado en dar voz y presencia a los pobres seres humanos cuyo único delito es no haber nacido aún.
El objetivo de nuestras veladas no son los políticos; el blanco de nuestra atención no son las leyes inicuas con que están inmoralizando a una sociedad totalmente desmoralizada. No, nosotros no nos dirigimos a los defensores, propagadores y administradores de la muerte. No es ante ellos, ante quienes clamamos y rezamos a favor de la vida, aunque a veces nos manden a su brigada de profesionales del alboroto y de la sordera crónica en defensa del pensamiento único. Pero bien venidos cuando vienen, porque le dan fuerza y emoción al espectáculo de un puñado de valientes que se atreven, ¡incluso a pesar de sus agresiones verbales y cuando pueden también físicas!, a ir contra la corriente que lleva a nuestra sociedad a la dorada perdición. Esta vez no estuvieron: ellos sí que se permitieron unas vacaciones.
Nuestro campo de cultivo no son las leyes y la política, que ése lo trabajan otros con gran eficacia. Nuestro campo son las conciencias. Nuestra principal misión es defender la conciencia cristiana con respecto a la vida. Es mantener el fuego sagrado que hemos recibido de nuestros antepasados a lo largo de decenas de generaciones. No podemos consentir que en nombre del progreso y en nombre de unos nuevos derechos se atente contra la vida, erigiéndose el Estado y en último término sus funcionarios del sistema sanitario, en administradores de la muerte.
Ya se han dado la mano (esto se veía llegar) la muerte de los hijos y la muerte de los padres. Es la misma la conciencia que se necesita para tomar una y otra decisión. Y es la misma la base “humanitaria”: la dependencia. Sobre el dependiente, tiene derecho a decidir aquel de quien depende. Es la modernidad. Una vez implantada la conciencia de la legitimidad de dar muerte al hijo engendrado pero no nacido, ya no cuesta nada crear la conciencia de la legitimidad de dar muerte al padre o a la madre sin vida ya (sin vida digna, se entiende), aunque todavía no difunto. A esa especie de muerte civil que es la falta de dignidad de la vida, sólo le añaden la muerte física, como algo accesorio. Y la razón suprema, siempre la misma: la enfermedad.
En el nuevo código de conducta progresista es una ignominia morir de enfermedad. Por eso a los enfermos no les dejan vivir todo lo que les dure la vida. Eso no es digno de la conciencia progresista. Ni de la ciencia, claro está. La nueva conciencia exige que se les mate. No importa si están por salir del vientre de la madre para entrar en este mundo, o si están por dejar este mundo, pero sin decidirse a dar el paso. El no dejar vivir a los muy enfermos (¡cuán elástico es el “muy”!) es uno de los nuevos dogmas del progreso y la novísima función de los profesionales de la salud. Ahora la lucha ya no es contra la enfermedad, sino contra el enfermo. Malthus dixit. ¿Y para qué? Para liberar al que lo cuida (en más del 90% de los casos, la que lo cuida). En nombre de la libertad.
Ése va a ser el trabajo de la plataforma Cataluña Vida Sí y de las asociaciones que la forman a lo largo del próximo curso: la consolidación de la conciencia cristiana de la vida, y la apelación a los católicos para que sean más activos en la defensa de esta conciencia. Gracias a Dios, cada vez se ven más hábitos religiosos, más sotanas y más alzacuellos en los 25-V. Es una señal extraordinaria. Es que poco a poco el clero y los religiosos y religiosas van asumiendo que la defensa de la vida humana desde su inicio natural hasta su fin natural, no es en la Iglesia tarea exclusiva de los seglares. Estamos en el buen camino. No importa cuán largo sea y cuántos tropiezos encontremos en él. En nuestras manos está el trabajo; en las de Dios, el éxito.
Cesáreo Marítimo