El coro gallináceo de Martínez Sistach
Las declaraciones sobre la ley del aborto de Mons. Juan Antonio Martínez Camino, secretario y portavoz de la CEE, del 17 de noviembre, dejaron descolocado al otro Martínez del Comité ejecutivo de la CEE, formado por Rouco Varela, Blázquez, Martínez Sistach, Osoro, Del Río y Martínez Camino. El Arzobispo de Barcelona, persona de apariencia cándida y casi angelical para los que no le conocen, es, en cambio, un animal retorcido y complicado, pero eficaz en los bajos niveles relacionales en los que se mueve.
Si Martínez Camino hablaba en nombre de la CEE, expresaba con toda claridad el sentir de su Comité Ejecutivo. Martínez Sistach forma parte de él. “Calamidad de las calamidades”, se dijo el purpurado del aristocrático barrio barcelonés del Guinardó (la aristocracia se la confiere él, “Príncipe de la Iglesia”, que jamás se ha mezclado durante toda su vida, ni por la calle, con la plebe proletaria y nauseabunda de aquel barrio: desde recién ordenado se hacía acompañar terminada la celebración, enfundado en su inseparable gabardina y con guantes de excelente napa negra, que ahora ha apartado por pudor sólo en Barcelona, en coche por alguna filotea desde la iglesia parroquial hasta su casa). Este obrerista de guante negro: este adictísimo al Sumo Pontífice, pero sólo sobre papel oficial o personalmente en Madrid o Roma, y al mismo tiempo sostenedor y promotor de los antirromanos como Turull; este renombrado canonista que ha escrito sólo un libro en toda su ya dilatada vida; este austerísimo clérigo con mansión en Cadaqués y, luego, en las Baleares, odia a muerte la actual mundialización. Especialmente su mayor vehículo que es Internet, y en concreto esta “pérfida web” llamada “Germinans Germinabit”. Con esa inmediatez informadora y documental no consigue jugar exitosamente, como su ídolo, el infausto Jubany, al arte de la “carabina”, es decir, de las dos caras.
Si él aparecía como parte del “colegio” propulsor de las declaraciones de Martínez Camino, ¿cómo podía conservar su clientela progre de Barcelona y aledaños? Si desmentía al obispo secretario, ¿cómo iba a presentarse en los próximos faustos madrileños que le aguardaban en la CEE y en la Nunciatura y en la próxima sesión del pleno signaturial, donde el presidente, Mons. Raymond L. Burke, está en las mismas antípodas de sus planteamientos eclesiales? Y, ¿cómo tendría credibilidad al intentar “renovar” el episcopado catalán a partir de su sexteto de progres a los que el mismo funcionarial Monteiro de Castro ya puso el veto? En su desasosiego del día 17, mientras n.s.b.a. deambulaba angustiado por el estrecho corredor que conduce del comedor a su living, se encendió la bombilla salvadora sobre su, ahora, canosa cabeza: ¡era una idea genial! . Atravesó a la carrera, con pasos menudos y nerviosos que ridiculizaban todavía más los viejos y algo cortos pantalones que usa en la intimidad, su despacho, contorneó la enorme mesa que allí dejó Jubany, pasó velozmente por la antesala, salió al vestíbulo, entró en la secretaría y dijo al tímido e incauto muchacho que allí asegura la permanencia durante las prolongadas ausencias del secretario: “Ponme, primero con López Camps, luego con Oriol Domingo”. Se trataba que lograr que las gallinas de su gallinero cantaran clara y explícitamente su música.
El palo de un gallinero no es un arnés al que conviene acercarse si uno quiere salvaguardar la blanca candidez de la túnica. El católicoprogresismo catalán ensucia más aún la candidez de la túnica bautismal que las incontenibles gallinas el traje terrenal. Pero cuando el palo está lleno de esas hediondas gallinas caganeras (cagadoras) que han unido lo más execrable de los guillotinadores franceses dieciochescos, lo más hediondo del pensamiento marxista del siglo XIX, lo más vituperable de los esbirros bolcheviques del XX al personalismo mariteniano y a un cristianismo protestantinizado, secularizado e infecto por la teología de la liberación, uno tiene que entrar con traje de buzo. Pero n.s.b.a. no estaba por esas menudencias. Se trataba de lograr que sus gallinas predilectas dieran la respuesta que Martínez Camino, es decir Rouco Varela, merecían. Y vean como lo consiguió.
El día siguiente, miércoles 18 de noviembre, con una inmediatez que periodísticamente honra a BTV, esa estación televisiva dominada por el PSC-PSOE, el programa “Els uns i els altres”, dirigido por Vanessa Petit, que dio pruebas sobradas de la precipitación con que se había preparado un tema que les desbordaba a ella y a sus colaboradores, tuvo como argumento las declaraciones de Mons. Martínez Camino sobre la ley del aborto. Era evidente que Jordi López Camps, consejero áulico de Montilla para los asuntos religiosos, era el artífice. Tanto que estuvo a punto de escapársele quien era el inspirador al afirmar que a él le constaba que un destacado pontífice catalán estaba en desacuerdo con las tesis de Martínez Camino. Pero el primer palo gallineril estaba ya puesto. Las gallinas eran seis: Jaume Botey, exescolapio, comunista y cristiano de izquierdas, Jaume Aymar, subcrecencia de la Casa de Santiago y director de Catalunya Cristiana y de Radio Estel, Manel Silva, vicedirector de E-cristians, Joan Carles Marset, vicepresidente de la Liga de Ateos de Cataluña, Rafael Martínez, profesor de la UB y el mismo Jordi López Camps, excomunista, socialista cristiano y director ejecutivo del Patronato de la Montaña de Montserrat. Evidentemente Silva y Martínez eran dos floreros de adorno. Se trataba de que “los cristianos de Cataluña” le dieran en el hocico a Martínez Camino, quedando a salvo la integridad de Su Eminencia. Y, a fe, que lo lograron con creces. Casi hasta en algunas de las expresiones del “e-cristianísimo” Silva.
El proyecto fruto de la eminentísima clarividencia, con todo, no quedaba ultimado. Faltaba el segundo palo del gallinero. El domingo 23 de noviembre, lo puso Oriol Domingo, confidente secreto y ejecutor solícito de las órdenes del Sr. Cardenal del Guinardó. Publicó, en La Vanguardia, una entrevista a Gaspar Mora, vicedecano recién confirmado por la Santa Sede (engañada y vilipendiada por Sistach y el Decano de la Facultad de Teología de Cataluña, defensor de la no virginidad de María en la misma La Vanguardia), en la que, con una barbaridad tras otra, desautorizaba al secretario de la CEE y vertía su particular doctrina sobre el aborto que precisamente es la negación de lo que enseña el Magisterio Pontificio. Pero el segundo palo estaba puesto y otras dos gallinas caganeras se unían al concierto contra el secretario de la CEE.
Pero ¿cuáles son las instrucciones que n.s.b.a. Ordinario da a esos gallineros impresentables? ¿En qué parámetros teológicos se mueve ese purpurado que no para de verter veneno con tal de salvar su pellejo? No se apuren, la inconsciente solicitud de Sistach nunca falla y atiende con prodigalidad a toda clase de dudas e inquietudes. Su última carta dominical es la profunda expresión de su pensamiento siempre en oculta, pero real, sintonía con el progresismo católico más descarado y la doctrina tenenda por sus secuaces en el affaire Martínez Camino: “La voluntad de Dios y la realeza de Cristo sobre la creación sólo se van realizando progresivamente a medida que los hombres ponen las cosas creadas al servicio real de toda la humanidad. […] Los cristianos hemos de distinguir entre el crecimiento del reino de Dios y el progreso de la cultura y de la sociedad en la que están comprometidos. Esta distinción no es una separación. La vocación del hombre a la vida eterna no suprime sino que refuerza su deber de poner en práctica las energías y los medios recibidos del Creador para servir en este mundo a la justicia y a la paz”. Cualquier comentario ante tanta ambigüedad y tanto disimulo es innecesario: se niega -contra San Pablo, el Apocalipsis, el Vaticano I, Pío XI, el Vaticano II y Benedicto XVI- la realeza cósmica y social de Cristo Señor. Cualquier comparación con Martínez Camino no es necesaria ante tal evidente disparidad.
Quizás Martínez Sistach no sabe, o no quiere saber, que la Iglesia ya se ha pronunciado sobre el aborto y la responsabilidad en él de los políticos;
1. La Congregación para la Doctrina de la Fe, en 1974 dijo “Un cristiano no puede conformarse a una ley que en sí es inmoral; tal es el caso de una ley que admita la licitud del aborto. Tampoco puede participar en una campaña de propaganda de una ley, ni votar por ella. Más aún, no puede colaborar en su aplicación».
2. La Congregación para la Doctrina de la Fe reiteró en 2002: Los católicos “tienen la precisa obligación de oponerse a toda ley que atente contra la vida humana […] No pueden participar en campañas de opinión a favor de semejantes leyes, y a ninguno de ellos les está permitido apoyarlas con el propio voto”.
3. La Congregación para la Doctrina de la Fe, insistió en 2004: A “un político católico”, cuya “cooperación formal se hace manifiesta” mediante una “campaña consistente y el voto por leyes permisivas de aborto y eutanasia” no se le puede dejar comulgar “hasta que acabe con su situación objetiva de pecado”.
4. Las referencias al código canónico, un eminente canonista como es n.s.b.a. Sr. Cardenal esperamos que las sabrá encontrar él solito.
Quizás Martínez Sistach y sus secuaces (Jordi López Camps, Oriol Domingo y Gaspar Mora) no estén de acuerdo con todo ello. Las gallinas lo han cacareado claramente. El dueño del gallinero ¿porque no se atreve a decirlo claramente? Quizás es el peso de la púrpura… o el miedo a ser exonerado, por felón y hereje, de ese, por él, amadísimo peso. Debe ser esta la causa de que, como siempre, sólo escuchamos a las “gallinas caganeras”.
Aemilianus Faventius