“Después de Dios, se lo debo a mi madre. ¡Era tan buena! La virtud viértase fácilmente del corazón de la madre al corazón de los hijos…Jamás un hijo que ha tenido la dicha de tener una buena madre tendría que mirarla y pensar en ella sin llorar” (Sto.Cura de Ars)
Tengo entre mis manos un pequeño libro titulado La madre del Sacerdote escrito por Juan de Yepes. Se publicó en 1941 con motivo de la Semana de la Madre celebrada por la Unión Diocesana de Mujeres de acción Católica de Ávila para contribuir “en esta siembra menuda de bien. Quiera la Virgen María, Madre Sacerdotal, bendecirlas, dándoles una fecundidad insospechada”.
A pesar de que muchas de ellas consideran que no han hecho nada extraordinario están predestinadas desde la eternidad para vivir el privilegio de tener un hijo sacerdote y custodiarlo para que sea fecundo y santo. Los que tenemos el privilegio de tenerlas cerca, de conocerlas y de tratarlas, descubrimos las grandes virtudes que Dios puso en ellas.
“La Sagrada Familia se convirtió en el primer modelo de amor de muchas otras familias santas. Y María, Madre de Jesucristo, Sumo y Eterno sacerdote y Madre de todos los sacerdotes es el modelo a seguir del valor trascendente que puede alcanzar una vida en apariencia sin relieve”(San Josemaría Escrivá de Balaguer)
De hecho, la “historia del cristianismo está llena de innumerables ejemplos de padres santos y de auténticas familias cristianas que han acompañado la vida de generosos sacerdotes y pastores de la Iglesia”, como afirma Benedicto XVI, tomando el ejemplo de santa Mónica, madre de san Agustín.
Ser mujer-madre ya es algo que comporta admiración y magnificencia. Pero ser madre de un sacerdote, rezar, acompañar y servir con amor de madre, de hermana, a un “Ministerio santo que requiere santidad” para que el ministro pueda ocuparse de ser “servidor de todas las almas, ejemplo del Divino Maestro”(1), es un orgullo, el privilegio más grande que Dios nos puede conceder.
Alguien me dijo una vez que “una madre no es una autopista pero te puede guiar por el mejor camino, con paciencia, entrega, sacrificio, perdón, compañía, amor, bendición, protección, cuidado y demás etc…”.
“Para nosotros los sacerdotes nuestras madres son el familiar más cercano, el más allegado. En los momentos de dolor, aparte de la oración, nuestras madres son el oasis en donde enjugamos nuestras penas, la piedra en la cual recostamos la cabeza en los momentos de cansancio, la luz que nos alegra el alma cada vez que nos sonríen. Es por eso que nosotros los sacerdotes sufrimos profundamente la muerte de nuestras madres. Cuando ellas nos dejan para irse a Dios, nosotros nos sentimos perdidos, hay un gran sentimiento de vacío en nuestro corazón. Pero en ese momento comprendemos también que nuestras santas madres están al lado del Sumo Sacerdote, de su Madre Santísima y que desde allí velan por nuestro sacerdocio.(2)
Tengo en mente un nuevo proyecto. Con el propósito de darles las gracias a las madres de los sacerdotes me gustaría que vosotras- madres, hermanas y demás familia de sacerdote-, aportarais vuestro testimonio. Vosotras sois las grandes protagonistas. Tenéis tantas cosas que enseñarnos…
A partir de ellos, de vuestras experiencias y reflexiones, podremos deleitarnos y considerar la necesaria y privilegiada participación en la vida de la Iglesia de todas las madres de sacerdotes. Mujeres – muchas de ellas han pasado desapercibidas a lo largo de la historia-, que por su valentía, compromiso y generosidad, son un ejemplo para las mujeres del Siglo XXI.
Estoy segura que con la ayuda de Nuestra Madre Santísima nos ayudará a todos a reconocer y agradecer a todas las madres- si, también a tu madre que siempre se mantuvo en la sombra-, su amor, piedad, comprensión, dulzura, seguridad, libertad, coraje, ejemplo, alegría…difícil de superar. Ellas, como nadie, y poniéndose al servicio de Dios, de su familia y de sus hijos, se han puesto al servicio de toda la humanidad.
Gracias por vuestra ayuda.
(1)Monseñor Javier Echevarría, Homilía Ordenación Diaconal, Torreciudad, 1997
(2)P. Rafael Méndez Hernández, La madre del sacerdote,El visitante, año 36, núm. 19; 2010