Haberlas, haylas
Una mujer es como una bolsa de té, no sabes lo fuerte que es hasta que la metes en agua hirviendo. Eleanor Roosevelt.
Últimamente, y desgraciadamente, veo como muchas mujeres abandonan a sus maridos e hijos, por una mal entendida necesidad emocional que no ha sido cubierta durante los años de matrimonio.
Es verdad que después de muchos años de matrimonio, y si no se han cuidado los pequeños detalles de cariño, gratitud y respeto día a día, se abren unas heridas que son difíciles de curar.
Muchas de ellas se quejan de la falta de atención y reconocimiento, de frialdad en la comunicación, de ausencia de intereses comunes, de un aumento de críticas y quejas cruzadas, de tener que mendigar miguitas de amor…
No soy quien para juzgar a nadie, pero comportarse como adolescentes tardíos para solucionar tus problemas, querer recuperar lo que no vivió durante años, eludir sus responsabilidades, malentender su “necesidad” de autonomía sin asumir responsabilidades considerando el compromiso como un obstáculo para su libertad, su negación a envejecer, exigir que los de alrededor satisfagan sus necesidades, culpar a los demás de todo lo que les sucede,… eso, obviamente, pasa factura.
Tal vez, o no, es por lo que me gustaría recordar el texto de la “mujer virtuosa” que encontramos en el libro de Proverbios, capítulo 31.Todo un manual de conducta que enseña de manera maravillosa la contribución única que pueden hacer las mujeres a la vida como esposa, madre y ama de casa.