Eunice, trasmisora de la fe
“Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, según la promesa de la vida que es en Cristo Jesús, a Timoteo, amado hijo: Gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y de Jesucristo nuestro Señor.
Doy gracias a Dios, al cual sirvo desde mis mayores con limpia conciencia, de que sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones noche y día; deseando verte, al acordarme de tus lágrimas, para llenarme de gozo; trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también.(2Tim 1,1-5)
“Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús”. (2Ti.14-15)
Nadie duda que los padres somos los responsables de la educación de nuestros hijos y que la familia es el lugar idóneo y natural para guiar, acompañar, preparar y facilitar una equilibrada formación humana y espiritual, con la que nuestros hijos -fruto del amor conyugal- crezcan en “los valores humanos y cristianos que dan pleno sentido a la vida“, con los que poder llegar a ser buenos hijos de Dios, buenos hijos de María.
Por esta razón, y porque soy mujer y madre, estas palabras de San Pablo llenas de agradecimiento y de gozo por una “fe no fingida” dirigidas no sólo a Timoteo, sino especialmente a Loida y Eunice, ejemplo de labor constante en la transmisión de la fe, son un regalo. Es más, me atrevo a confesar que la actualidad de su ejemplo me cautiva.
Soy consciente de que la crisis de la sociedad actual es una crisis de santos, una crisis de familias santas, y en ello, los padres, especialmente las madres, tenemos muchas cuentas que pasar, puesto que ayudar a nuestros hijos a descubrir la importancia de la llamada de Cristo y ser ejemplo de vida cristiana, no sólo es un gran desafío, sino la única y verdadera revolución que transformará el mundo.
Debo añadir que, porque me paso el día enredada en temas educativos, cada día me doy más cuenta que para tejer los hilos que formen a nuestros hijos como verdaderos testigos de Dios, como lo hicieron la abuela y la madre de Timoteo, necesitamos mucho amor, ternura, respeto, finura y buen ejemplo. Y así presentar a nuestros hijos, atractivo y con toda la fuerza, ese camino de felicidad que buscan, que “tiene un nombre, un rostro: el de Jesús de Nazaret”.
Mujeres de fe, instrumentos en manos de Dios
Según nos cuenta San Pablo, en la familia de Timoteo reinaba una nobleza espiritual acrecentada generación tras generación. Una nobleza basada no únicamente en la certeza de saberse hijos de Dios, y por tanto custodios y administradores de la transmisión de sus enseñanzas, sino en el compromiso sobrenatural que implica fundar una familia, educar a los hijos para que comprendan quiénes son y qué sentido tiene su vida, y puedan entender que a través del cumplimiento de la ley de Dios podrán cristianizar la sociedad.
Por ello, me halaga observar, como Dios “jugó” con estas mujeres para abrir el corazón de Timoteo a la luz de Cristo. Cómo supo llamar la atención de Eunice -de su madre Loida hablaré más adelante-, para que, sabedora de la importancia que supone ser instrumento en manos de Dios y mensajera del Evangelio para acrecentar la fe de sus hijos, no dude en gastar su vida de forma ejemplar y coherente.
Como modelo de familia cristiana, la familia de Timoteo es un ejemplo “creíble de fe y esperanza cristiana” que se fortalece a través de la oración y de las pequeñas prácticas de piedad aprendidas desde niños. Unas prácticas adecuadas a la edad, como por ejemplo, la lectura y explicación de la Palabra de Dios, el ofrecimiento de obras, la bendición de la mesa, las miradas a las imágenes de la Madre de Dios, los sacramentos, las fiestas y tradiciones cristianas, como procesiones y romerías; o el voluntariado, las visitas a los enfermos y un largo etcétera.
Alguien dijo una vez que “una madre no es una autopista pero te pude guiar por el mejor camino, con paciencia, entrega, sacrificio, perdón, compañía, amor, bendición, protección, cuidado y demás etc…”
Después de esto, no es de extrañar que Eunice, haciendo gala de sus cualidades femeninas, sea un maravilloso testimonio para muchas de nosotras. Ella supo despertar, alimentar y proteger la fe de su hijo, como ya hiciera con su cuerpo desde el día de su concepción.
Por lo tanto, no me extraña ver cómo el joven Timoteo muestra las verdades del Evangelio con ferviente obediencia y delicada solicitud.
El mejor ejemplo María, Madre de Dios y Madre nuestra.
Sabemos que María, la más excelsa de las madres, es el mejor ejemplo que tenemos “como guardianas de la vida, de su misión de enseñar el arte de vivir, el arte de amar”.
Por ello, me siento en la obligación de recordar a todas las madres que Ella es nuestra fuente de sabiduría. La Madre amable, admirable y prudente que sabe ofrecer el consejo oportuno en el momento oportuno.
María, Virgen poderosa, clemente y fiel al designio divino es nuestro Espejo de justicia y la Causa de nuestra alegría.
Así pues, si queremos que nuestros hogares sean un referente de luz y de amor, si luchamos porque nuestra vida sea ser sembradores de paz y de alegría, no tendremos más remedio que imitar a la Reina de la Familia.
Ella y sólo Ella, “ por su condición de perfecta seguidora de Cristo y de mujer que se ha realizado completamente como persona, es una fuente perenne de fecundas inspiraciones de vida”, -como leemos en la Carta de la Congregación para la Educación Católica sobre La Virgen María en la formación intelectual y espiritual, Marzo 1988-, siendo además, “modelo de la Iglesia en el ejercicio de la fe, de la esperanza, de la caridad y en la actividad apostólica”, y “un espejo, en el que se reflejan, del modo más profundo y más limpio “las grandes obras de Dios".
Por lo tanto, imitar y saber trasmitir los valores humanos y sobrenaturales de María es, sin lugar a dudas, la mejor manera posible de alcanzar “las aspiraciones más íntimas de (nuestra) inteligencia, de (nuestra) voluntad y de (nuestro) corazón” y así vivir aquella delicada indicación suya: “Haced lo que él os diga”. (Jn 2,5),
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madre extraordinadia que ha ido por delante en todo, que ha dejado un surco profun-
do en la vida de su marido, sus hijos, nietos y resto de la familia, tanto humanamente
como iniciadora en la fe y la coherencia de vida, no hay vidas suficientes para darle
las gracias. Y desde el Cielo- cuando Dios la llama a su lado para ser totalmente
feliz- se nota especialmente activa. Porque las madres nunca dejan de estar a nuestro
lado. Siento pena por las personas que no han tenido esta suerte y deseo de todo
corazón que haya cada vez más madres que den todo por los suyos pues es el mejor
sistema para cambiar el mundo y conseguir que nuestra sociedad sea más humana.
Gracias Reme por recordar la labor grandiosa de las madres.
Pepa Silla.
Parecía que desarrollabas ese punto donde se destaca la importancia que tiene la mujer en la educación y transmisión de la fe a los demás miembros de la familia.
Pero pienso que te pierdes saltando de un sitio a otro, es decir, cuando al final pones como ejemplo a María en la transmisión de la fe... ¿a su Hijo?. No creo que sea acertado.
¿Qué crees que hizo la Virgen durante los años de la vida oculta de Jesús sino formar el corazón humano de su Hijo?
Es verdad que como persona divina, Jesús era guiado por el Padre y el Espíritu en su misión, pero esto no desmerece la labor de su madre.¿Quién te crees que le enseño a rezar?¿Quien le enseñó a leer las escrituras cuando era niño?¿Quien, por compasión a los esposos de Canaa, le forzó a realizar su primer milagro? ….
En el evangelio de san Lucas 2,41-52 podemos leer: "Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua y, cuando cumplió doce años, fue también Jesús con ellos para cumplir con este precepto … Bajó con ellos y vino a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su Madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres".
María no solo cuidó de la salud física de Jesús, sino que, como todas las madres que se precien, quiso dejar en su Hijo su mejor herencia. Por eso, no me cabe duda, que le guió, le acompañó, le preparó y le formó de una manera extraordinaria y ejemplar, todos los días de su vida.
- Justamente me citas el ejemplo de los doce años, donde Jesús les dice a María y José: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es preciso que me ocupe de las cosas de mi Padre?. ¡Eso a los doce años!.
- También me citas el primer milagro donde Jesús parece que ya era mayor pues da a entender que va con sus discípulos y le contesta a su madre: Mujer ¿que nos va a mi y a ti? No es aun llegada mi hora... (Por cierto, en esos momentos ya nada se dice de José). ¡Curioso!
Sigo pensando que cuando tratas un tema no es bueno ir mezclando. Pues cada cita tiene de por si un mensaje y mezclar mensajes al final parece que se llega a “un” sin acierto.
Jaume te recuerdo que leas bien el pasaje, sí se añade despues de ese pasaje, que el Niño, siguió aún por un tiempo sujeto a la autoridad de sus padres. Después pudo José dormir en el Señor, porque su misión habia sido colmada, su vara florecia con el mejor de los frutos: "el fruto de nuestra redención". La maravilla y gracia de la educación cristiana está en a través de la obediencia a los padres, descubrir a Dios Padre que nos ama, y nos pide obediencia a su voluntad, ... sólo así aún (precisamente gracias a) a través de los sufrimientos que nos trascienden el Señor nos Resucitará.
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