El corazón de la Iglesia llora
“Esta es mi angustia y el dolor por el hecho de que algunos sacerdotes y obispos hayan violado la inocencia de menores y su propia vocación sacerdotal al abusar sexualmente de ellos. Es algo más que actos reprobables. Es como un culto sacrílego porque esos chicos y esas chicas le fueron confiados al carisma sacerdotal para llevarlos a Dios, y ellos los sacrificaron al ídolo de su concupiscencia. Profanan la imagen misma de Dios a cuya imagen hemos sido creados.
La infancia, sabemos todos es un tesoro. El corazón joven, tan abierto de esperanza contempla los misterios del amor de Dios y se muestra dispuesto de una forma única a ser alimentado en la fe.
Hoy el corazón de la Iglesia mira los ojos de Jesús en esos niños y niñas y quiere llorar. Pide la gracia de llorar ante los execrables actos de abuso perpetrados contra menores. Actos que han dejado cicatrices para toda la vida”.1
El corazón de la Iglesia llora con profundo dolor y amargura ante los casos de abuso sexual contra menores por parte de miembros de la Iglesia.
Debo confesar que llevo varios días dándole vueltas al tema con el corazón desgarrado. Como católica, como madre, me imagino su dolor, me pongo en el lugar de las víctimas, de sus madres, y me causa repugnancia, escandalo, desazón, y muchas, muchas, lágrimas.
Es entonces, cuando me responsabilizo, unida al Santo Padre, y reconozco con verdadero dolor que estos graves pecados “pesan en el corazón y en la conciencia mía y de toda la Iglesia (…) Ante Dios y su pueblo expreso mi dolor por los pecados y crímenes graves de abusos sexuales cometidos por el clero contra ustedes y humildemente pido perdón.”2
Me hubiera gustado hacerles caso a los que me aconsejaban que no escribiera sobre ello, pero no puedo fingir que nada grave está sucediendo, ni puedo mirar hacia otro lado minimizando la gravedad de estas acciones.¡Con que solo hubiera un sacerdote, un solo caso aislado de abuso, ya sería repugnante y reprobable!
Al fin y al cabo, cómo afirmó ayer el papa Francisco: “La verdad es la verdad y no debemos esconderla". A lo que me gustaría añadir que la caridad sin la verdad resulta imposible de vivir en nosotros y con los demás.
No soy de las que piensan que la acción de unos pocos oscurece la maravillosa y digna labor de la inmensa mayoría de los sacerdotes, fieles y santos, que siguen ofreciendo sus vidas para servir a Cristo. Es más, estoy segura de que todo lo que está sucediendo, estos hechos vergonzosos de miembros de la Iglesia, lo más mezquino del hombre, es para bien: Omnia in bonum3
Es más, estos grandes escándalos servirán, como mínimo, para despertarnos, para zarandearnos, para profundizar en nuestra vocación y servicio a la Iglesia. “Estos son tiempos duros para ser sacerdote hoy. Son tiempos duros para ser católicos hoy. Pero también son tiempos magníficos para ser un sacerdote hoy y tiempos magníficos para ser católicos hoy… Es un tiempo fantástico para ser cristianos hoy, porque es un tiempo en el que Dios realmente necesita de nosotros para mostrar Su verdadero rostro… ¡Este es un tiempo en el que todos nosotros necesitamos concentrarnos aún más en la santidad! ¡Estamos llamados a ser santos y cuánto necesita nuestra sociedad ver ese rostro hermoso y radiante de la Iglesia! Ustedes son parte de la solución, una parte crucial de la solución. Y cuando caminen al frente hoy para recibir de las manos ungidas de este sacerdote el Sagrado Cuerpo del Señor, pídanle a Él que los llene de un deseo real de santidad, un deseo real de mostrar Su auténtico rostro”.4
Si queremos a nuestra Santa Madre la Iglesia, si nos consideramos, ¡de verdad!, miembros de una única Familia de Dios, tendremos que coger el toro por los cuernos, con responsabilidad y compromiso, para afrontar al maligno con la fuerza de la oración y la mortificación.
¡¡¡“Hemos de hacer todo lo que sea posible para asegurar que tales pecados no vuelva a ocurrir en la Iglesia”!!!
Como solía decir San Josemaría Escrivá de Balaguer, “hace falta una cruzada de virilidad y de pureza que contrarreste y anule la labor salvaje de quienes creen que el hombre es una bestia.
—Y esa cruzada es obra vuestra”.5
Y, por favor, ¡¡¡ No dejemos solos a los sacerdotes, porque la soledad es mala consejera y el maligno está al acecho!!!
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1 Francisco, Los pecados de abuso sexual contra menores por parte del clero, 7 julio 2014
2 Francisco, Los pecados de abuso sexual contra menores por parte del clero, 7 julio 2014
3 Rom 8,28
4 P. Roger J. Landry, ¿Cuál debe ser nuestra respuesta ante los terribles escándalos de la Iglesia?
5 San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, 121