FEBE y la corresponsabilidad de la mujer en la misión de la Iglesia
“Os recomiendo a nuestra hermana Febe, diaconisa de la iglesia que está en Cencrea, para que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa que sea necesaria; porque ella ha ayudado a muchos (pobres y enfermos), incluso a mí mismo”.(Rom 16, 1-3)
Son muchos los que al leer estas palabras de San Pablo las interpretan para justificar no solo el derecho de la mujer a la ordenación sacerdotal, sino que las utilizan como texto imprescindible para reclamar un cambio en la postura de la Iglesia sobre el diaconado femenino.
Pero no. No se confundan. Aunque es verdad que para el apóstol la mujer y el hombre,”unidos todos en la misma dignidad de fondo”, por el hecho de ser creados por Dios a su imagen y semejanza, no seria justo esgrimir estas palabras para argumentar la igualdad de funciones.
Puesto que como afirma el apóstol, en el cuerpo de Cristo la diversidad no solo existe, sino que es necesaria: “En la Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como doctores. Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don de curar, el don de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas.
¿Acaso todos son apóstoles? ¿Todos profetas? ¿Todos doctores? ¿Todos hacen milagros? ¿Todos tienen el don de curar? ¿Todos tienen el don de lenguas o el don de interpretarlas?
Ustedes, por su parte, aspiren a los dones más perfectos. Y ahora voy a mostrarles un camino más perfecto todavía”. (I Cor 12, 28 – 31)