Perdonar no es avalar el mal
Suele ocurrir –por lo menos eso me parece a mi- que El Señor nos hace “llamadas perdidas”*. Son como un breve timbrazo directo al corazón, en un momento concreto, no solo para que hacernos caer en la cuenta de que El está ahí, sino que a veces las utiliza para hacernos ver algún aspecto de nuestra vida en el que necesitamos insistir o reflexionar.
Pues bien, hace pocos días, mientras leía La aceptación de los demás en el libro La libertad interior de Jacques Philippe, el Señor me hizo una de esas “llamadas perdidas”.
En dicho capitulo, el autor nos anima a aceptar el sufrimiento que nos causan los demás, “como un favor o como un beneficio”, ya que cada uno de nosotros, “en las circunstancias externas más adversas, dispone en su interior de un espacio de libertad que nadie puede arrebatarle, porque Dios es su fuente y su garantía. Sin este descubrimiento, nos pasaremos la vida agobiados y no llegaremos a gozar nunca de la auténtica felicidad. Por el contrario, si hemos sabido desarrollar dentro de nosotros este espacio interior de libertad, sin duda serán muchas las cosas que nos hagan sufrir, pero ninguna logrará hundirnos ni agobiarnos del todo”.