Me había prometido a mi misma no escribir nada sobre la visita de Benedicto XVI.Antes quería leer todas sus declaraciones y discursos, meditarlos y trasformarlos en ideas concretas y prácticas para mi vida interior y beneficiosas también para los que me rodean.
Pero, después de oír y leer todas las sandeces que se están diciendo sobre el papel de la mujer en la iglesia, basándose únicamente en la imagen de las cuatro monjas que acudieron a limpiar con paños el óleo del altar y el suelo durante la ceremonia de consagración de la Sagrada Familia, me han entrado unas ganas irrefrenables de gritar a los cuatro vientos: ¡¡¡¡Ojalá hubiera sido yo una de las elegidas para realizar una tarea tan excepcional!!! ¡¡¡Ojalá el Señor me hubiera premiado con el privilegio de acicalar el altar una vez ungido en “ símbolo de Cristo, el Ungido y Gran Sacerdote que ofreció su vida una vez para siempre”.
Como decía Jutta Burggraf sobre la participación de la mujer en la vida de la Iglesia:”no se puede plantear todo desde la perspectiva del prestigio y de la ofensa”. Y añadía: “hay que aceptar que cada persona tiene su tarea, su función específica, y todo su trabajo tiene valor””.
Es más, como mujer, católica y feminista, les aseguro que ninguno de los presentes hubiera podido realizar esta tarea con más delicadeza, cariño y profesionalidad que estas religiosas. Eso sin mentar, la reflexión que todos en la Iglesia, y fuera de ella, deberíamos hacernos de las palabras de la joven sirvienta de esta famosa anécdota: Cuentan que la hija de un rey de Francia trataba de manera despótica y humillante a su joven sirvienta. Un día, enfadada, la princesa le dijo: “¿No sabes que soy la hija de tu rey?”. A lo que la joven le respondió con la humildad y sencillez de la que sabe realizar su servicio: “Y, ¿tú no sabes que yo soy la hija de tu Dios?”.
Pues eso… Como dice la imagen: SERVIR ES REINAR!!!