¡Qué alegría tener un hermano sacerdote!
Hace una semana el prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría ordeno en Torreciudad a tres nuevos sacerdotes: Baltasar Moros Claramunt, el mexicano René Alejandro Adriaenséns Terrones, y el madrileño José María Esteban Cruzado.
Acabada la ceremonia llegó el momento de la esperada sesión de fotos familiar. Fue – al ver los pequeños detalles de cariño y delicadeza de las hermanas de los nuevos sacerdotes-, cuando aprecie realmente las palabras de Juan Pablo II en la Carta a las mujeres: “Te doy gracias, mujer-hija y mujer-hermana, que aportas al núcleo familiar y también al conjunto de la vida social las riquezas de tu sensibilidad, intuición, generosidad y constancia.” (1)
No es fácil ser sacerdote. Todos necesitamos de cuando en cuando, y más aun los sacerdotes, una voz de aliento fraterna en los encargos pastorales, alguien en quien confiar ante algunas dificultades que puede comportar su misión de pastor en una parroquia, que te acompañe y te cuide, y por supuesto, que te ayude con la oración, su ejemplo, y su colaboración material a la parroquia para facilitarte el oficio de párroco: un auténtico guía espiritual: a un hombre de Dios, lleno de fe, de esperanza y de caridad.
Y para todo esto, ¿Qué mejor que una hermana para ayudar, acompañar y cuidar a su hermano en su tarea de descubrir el corazón de Dios en cada uno de sus feligreses?