Amar la vida
Estudios y estadísticas diversas hacían ver que la gran mayoría de ciudadanos no deseaba que se ampliase la ley del aborto, sólo aplicarla fielmente. Es claro que el aborto es la muerte de un ser humano, es un terrible sufrimiento para la mujer, forzada por las circunstancias, y no olvidemos que además es un negocio millonario.
No cabe la indiferencia o el cálculo político a la hora de tomar partido por el derecho a la vida de todos. Es absolutamente antidemocrático nombrar una comisión de expertos en el Ministerio de Igualdad formada en su mayoría por pro-abortistas, para supuestamente tratar de solucionar este grave problema social. Considero que sí es posible detener el dramático crecimiento de abortos en nuestro país. El proceso se podría parecer al que pedía el pasado 26 de septiembre el Sr. Rodríguez Zapatero, ante la Asamblea General de Naciones Unidas, “una moratoria universal de la pena de muerte, como primer paso para conseguir su abolición”.
Pero, ¡ay!, todos vivimos muy deprisa y nos cuesta pensar con rigor. Es oportuno recordar que entre los embriólogos humanos existe un virtual consenso en que la persona empieza con el zigoto unicelular. En el día 1 de la concepción ya hay, pues, un organismo único de la especie homo sapiens, con sus 46 cromosomas definitorios. Y con dos meses, ese bebé que nacerá, cabría recogido sobre sí mismo en una cáscara de nuez, aunque con prácticamente todo en su sitio, creciendo poco a poco, manos, pies, cabeza, órganos, cerebro,…