¡He aquí valientes sin complejos!

Mi debilidad por los jóvenes es patente para todos los que me conocen.  Y mi admiración por los jóvenes valientes que en una época como esta se casan como Dios manda, comprometidos públicamente ante Dios y ante todos los invitados como testigos, a “querer quererte, exclusivamente a ti, hasta el fin de nuestra vida, a recibir los hijos como un bien deseado y amado por sí mismo, es un orgullo y una chispa de esperanza para la sociedad.

De ahí que desee compartir con todos ustedes tres regalos sobre “la belleza del matrimonio cristiano” que nos pueden ayudar a todos, o por lo menos… así lo creo yo.

El primer regalo, como no podía ser de otra manera, son las palabras que nos recordó El Santo Padre Francisco, durante la audiencia general de miércoles 6 de mayo de 2015, sobre el sacramento del matrimonio: “El sacramento del matrimonio es un gran acto de fe y de amor: testimonia la valentía de creer en la belleza del acto creador de Dios y de vivir ese amor que empuja para ir siempre más allá, más allá de sí mismo y también más allá de la familia. La vocación cristiana a amar sin reservas y sin medida es lo que está en la base también del libre consentimiento que constituye el matrimonio…

La decisión de “casarse en el Señor”, contiene también una dimensión misionera, que significa tener en el corazón la disponibilidad para hacerse transmisor de la bendición de Dios y de la gracia del Señor para todos. De hecho, los esposos cristianos participan en cuanto esposos a la misión de la Iglesia. ¡Y se necesita valentía para eso, eh! Por esto cuando yo saludo a los recién casados, digo: “¡He aquí los valientes!” Porque se necesita valentía para amarse, así como Cristo ama a la Iglesia…

La ruta está marcada así siempre, es la ruta del amor: se ama como ama Dios, para siempre…Es conmovedor y muy bonita esta irradiación de la fuerza y de la ternura de Dios que se transmite de pareja a pareja, de familia a familia. Tiene razón san Pablo: ¡esto es precisamente un misterio grande! Hombres y mujeres, lo bastante valientes como para llevar este tesoro en los vasos de barro de nuestra humanidad, estos hombres y mujeres que son un recurso esencial para la Iglesia, también para todo el mundo. ¡Dios les bendiga mil veces por esto”.

El segundo regalo, son estas reflexiones que escuche recientemente de un incipiente diacono, Juan Pérez Die, en la boda de uno de sus primos, ¡UNA JOYA!, de la que no puedo eliminar ni una sola coma:

“Quién os iba a decir a vosotros, Rosa y Borja, en aquella fiesta, cuando celebrábamos mi 18 cumpleaños, que allí conoceríais a la persona con la que compartiríais el resto de vuestra vida. Quién me iba a decir a mí por aquel entonces que yo sería el cura de vuestra boda. Nadie, solo Dios lo sabía.

Y es que los cristianos sabemos que los hombres somos hijos de Dios, fruto de su amor, no del azar. Por eso que os encontrarais en aquella fiesta no es cosa de pura casualidad. Sino que ha sido Dios mismo el que ha querido poneros el uno al lado del otro. ¿Y eso para qué? podíamos preguntarnos. ¿Con qué fin ha querido Dios poneros el uno al lado del otro? pues mirad, en primer lugar, para dároslo todo. Porque cuando alguien tiene a otra persona que le ama de una manera verdadera e incondicional, lo demás sobra. Porque en el fondo: todo y solo lo que el hombre anhela y necesita es un amor verdadero. Y, en segundo lugar, Dios os ha puesto juntos para encomendaros una misión muy importante y específica: Rosa y Borja, estáis llamados a ser sacramento, signo visible, del amor que Dios tiene a los hombres. Ser testigos de que el amor que todo hombre anhela en lo más profundo de su corazón existe y es posible. En medio de una sociedad en la que tanta gente ya no cree que esto sea real: amar de una manera incondicional y para siempre. Mucha gente hoy en día ha tirado la toalla, porque piensan que es imposible, que el mundo está mal, quizás porque nunca han experimentado este amor. Sea por el motivo que sea vosotros estáis llamados a ser testigos de esta verdad. Y ser así, como señala el evangelio que acabamos de leer, sal de la tierra, luz del mundo.

Es evidente la dificultad de esta tarea, pero no os asustéis porque no estáis solos, contáis con la ayuda de Dios.

Para ello debéis permanecer siempre muy unidos a aquel que primero nos amó de una manera perfecta. La luz por antonomasia de vuestra vida. Jesucristo.

- Él es el camino para amar de una manera verdadera. Porque hoy en día todos tenemos claro que hay que amar, pero lo difícil es saber cómo se ama verdaderamente. Porque nuestro egoísmo y nuestra naturaleza herida muchas veces nos impiden ver cuál es el verdadero comino del amor. Y nos encontramos con que en muchas ocasiones queriendo amar, y hacer las cosas bien, nos equivocamos en nuestras decisiones. Por ello Jesucristo ha recorrido este camino antes que nosotros y lo ha dejado señalado en las Sagradas Escrituras.

- Él es también vuestro alimento para recorrer este camino. Porque conocer la ruta aún no es suficiente, ya que éste es un camino largo y duro, y en ocasiones os faltarán las fuerzas: Por ello en la Eucaristía Él mismo se os da como alimento y os da su vida y la fuerza para amar.

- Él es también vuestra medicina que repara vuestra naturaleza herida y os curará cuando caigáis. Porque conocer el camino y tener el alimento todavía no basta: porque en ocasiones aun teniendo todos estos medios podréis caeros en medio del camino y hacernos daño. Para ello en la confesión Dios perdonará vuestros pecados y os dará la gracia que reparará vuestra naturaleza y os ayudará a levantaros y seguir caminando.

Otro consejo que me gustaría daros es que en los momentos de crisis y dificultad os puede ayudar rezar y contemplar a Jesucristo en la cruz, porque en él están sintetizados todos los atributos propios de amor verdadero.

De esta manera uno cuando observa un crucifijo se da cuenta rápidamente de que el amor auténtico y verdadero pasa por el sufrimiento y por el dolor. Que el amor verdadero no depende de los sentimientos, si no del corazón y la firme voluntad de dar la vida por el otro. La Madre Teresa de Calcuta decía que amar es dar hasta que duela. Pues cuando os duela alegraos, porque será el dolor el que forje entre vosotros el verdadero amor.

Otra cualidad interesante que uno aprende mirando a la cruz es que el amor, cuando es verdadero, auténtico e incondicional, convierte cualquier acontecimiento de nuestra vida en algo bello y bueno. Pues como se ve en la cruz, el amor, fue capaz de convertir hasta la condena a muerte más horrorosa del mundo en el acto salvador más hermoso de la historia de la humanidad. Por lo tanto, Rosa y Borja, no importan las contrariedades y dificultades que encontréis en este camino que hoy empezáis. Vividas con amor todo es hermoso y es para bien. Absolutamente de todo se puede sacar un bien si se vive con amor, como Jesucristo hizo en la cruz.

Sé que no os hago ningún descubrimiento con todo esto que os digo. Pero tampoco puedo deciros otra cosa. Nada. Mas que permanezcáis siempre unidos a Jesucristo. Él es vuestra luz en el camino que hoy comenzáis. Y unidos a Él seréis sal de la tierra, Luz del mundo.

Benedicto XVI en el número 49 de la Spe Salvi dice: “La vida humana es un camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo? La vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía.”

A esto es a lo que estáis llamados, a ser luces cercanas para los demás, que reflejando la Luz de Cristo con amor vuestro, ofrezcan así orientación para la vida de otras personas. Por ello os invito también a que miréis de vez en cuando a quienes han sido para vosotros esos astros que han reflejad la luz de Cristo: vuestros padres y vuestros abuelos. Algunos de ellos ya han alcanzado el cielo y os guardan y vigilan desde arriba. Otros, en cambio, los tenéis aquí con vosotros para apoyaros y aconsejaros. Contad también, cómo no, con la Virgen María, nuestra madre. Dios os la ha puesto cerca para que os ayude en esta tarea tan importante.

Borja, una vez el abuelo me dijo algo que se me quedó muy grabado, y que creo que puede serte útil. Me dijo: “Juan, cuántas gracias tenemos que dar a Dios por la familia que tenemos, no nos la merecemos”, (a mí, por aquel entonces, tener una familia así viendo cómo eran mis dos abuelos no me resultaba ningún misterio. Pensaba que ellos gracias a sus muchas cualidades habían sido capaces de hacer las cosas bien y este era el resultado) pero entonces me dijo: “mira, yo cuando empecé a tener hijos me asusté mogollón, porque me hice consciente de la responsabilidad tan grande que implicaba formar una familia, educar bien a unos hijos tanto humana como espiritualmente. Veía que todo me superaba muchísimo, que lo que Dios me pedía estaba muy por encima de mis capacidades. Y entonces le dije a Dios: Mira Señor, yo voy a esforzarme al máximo y haré todo lo que este en mis manos, el resto hazlo Tú”.

Aquel día aprendí que no existen las fórmulas mágicas. Que la misión que se os ha encomendado es una tarea que supera a cualquiera. Y que nadie y mucho menos yo puedo deciros: “Haced esto, seguid estas indicaciones, estos pasos, y todo os irá bien. Tendréis una familia perfecta y ejemplar y nunca encontraréis problemas”. No, esto no existe. Pero lo que sí que existe es la confianza en Dios. Y yo os aseguro que si confiáis en Dios y no os apartáis de Él no quedaréis defraudados. Si Dios hizo de la condena a muerte más horrorosa el acto salvador más hermoso de la historia de la humanidad, qué no hará con vosotros Rosa y Borja. Qué no hará Dios con vosotros si confiáis en Él y permanecéis a su lado. Como solía decir San Josemaría: “Soñad y os quedaréis cortos”.

Y por ultimo, una reflexion de Joan Carreras en su libro “Las bodas: sexo, fiesta y derecho”: “La fiesta, con todos sus ingredientes-banquete, baile, música, etc.-es el mejor modo que la sociedad humana ha inventado para otorgar su “reconocimiento” de las nupcias. Puesto que el matrimonio no es una realidad privada, sino mas bien la célula de la sociedad.”

Y, por lo tanto, en mi humilde opinión, una ocasión privilegiada para hacer apostolado con las parejas jóvenes que aprecian, alegran y acompañan al nuevo matrimonio.

 

3 comentarios

  
Palas Atenea
A mi madre, que sentía un vivo amor por el Espíritu Santo porque una fiesta de Pentecostés le trajo al hombre con el que se casó y compartieon más de cincuenta años de vida en común. Sólo el Espíritu Santo, decía ella, podía elegir entre todos los hombres del mundo aquel que su corazón anhelaba sin conocerlo.
01/12/17 12:10 PM
  
chico
Esto me lleva a mí a reflexionar sobre dos cosas: Matrimonio y Vida Consagrada. Ambas vidas vienen del E.S. y son completamente distintas. El Matrimonio, para formar Familia cristiana, célula de la sociedad. V.C. para vivir los Santos Votos. Y si un Consagrado desea casarse....... me suena que no es para formar Familia cristiana, sino para satisfacerse egoísticamente. Y ambas vidas son para cristianos adultos, no para chicos.
01/12/17 3:34 PM
  
Haddock.
Como "joven" de 53 años, he aprendido que el matrimonio es cosa de tres. (Los dos cónyuges y Dios) Que luego vengan Haddockinas es para celebrar y cantar en las plazas de los pueblos el humor y la generosidad del Señor capaz de crear por medio de un calzonazos obras tan maravillosas.

Borja y Rosa: Sois valientes, pero con trampa. Porque intuís que con vuestra entrega y fidelidad recibiréis el ciento por uno en esta vida.

Y después la vida eterna.

01/12/17 10:08 PM

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