Nos jugamos el “para siempre” en el día a día
“La fidelidad se expresa en la constancia a la palabra dada”
Rodeados de casos de roturas familiares dolorosas que producen graves heridas en todos sus miembros, nos pretenden vender el matrimonio como una realidad que anula el libre desarrollo de nuestra personalidad.
Vivimos en una sociedad marcada por el hedonismo y la inmediatez de satisfacciones. La gratificación de acumular sensaciones placenteras y la confusión del amor con la pasión, nos lleva irremediablemente a rechazar el compromiso, trivializar la sexualidad, y cuestionar la fidelidad matrimonial como un acto voluntario “libre, firme y constante de mantenerse vinculado a personas, ideales, y modos de vida, legítimamente aceptados, a pesar de la erosión del tiempo y de los obstáculos interiores y exteriores, que suelen ocasionar de modo natural cambios en el querer”.1
Para muchos, esta aventura maravillosa de darse y unirse en matrimonio “para siempre” se presenta como un ideal inaccesible, un sí definitivo difícil de llevar a término. Es más, todavía hay personas que piensan que el matrimonio es un fin y olvidan que es el principio de un proyecto de amor durable y verdadero.
Plantearnos el verdadero significado del matrimonio, y lo que de él se deriva, las responsabilidades que asumimos y el maravilloso reto que tenemos por delante, nos dispone no solo a amar, sino a “querer amar”, puesto que “querer quererte, exclusivamente a ti, hasta el fin de nuestra vida” es y debe ser la melodía más perfecta y maravillosa que podamos realizar. En el matrimonio nadie se somete a nadie. La fuerza del matrimonio es el amor porque me da la gana. Darse y aceptar al otro. Entregarse con libertad, con responsabilidad, con ilusión, con respeto, con alegría. Como dice el profesor Antonio Vázquez: “el amor verdadero respeta siempre al otro en su esencia, le quiere, le acepta tal cual es, le reconoce el derecho a ser él mismo, desea que no abandone su personalidad”.
En la audiencia General del 21 de octubre 2015 el Santo Padre nos alentaba a restituir el honor social a la fidelidad del amor amenazada por un concepto de libertad que rehúye el compromiso. Considerando que la fidelidad conyugal es un valor que se halla actualmente cuestionado por una falsa idea de la libertad, que vivimos en una sociedad que nos lleva a huir de los problemas, y que una gran mayoría “no creen en los compromisos escritos” que implica un proyecto estable y a largo plazo para el que mucha gente no sabe si está preparada o si será capaz de vivirlo, Francisco señala: “ la fidelidad es una promesa de compromiso que se auto cumple, creciendo en la libre obediencia a la palabra dada. La fidelidad es una confianza que realmente se «quiere» compartir, y una esperanza que se «quiere» cultivar juntos”.
Ahora bien, ¿Cómo mostrar – como nos recordaba San Juan Pablo II-, que “el amor no depende de un momento de fascinación, sino de la respuesta voluntaria y libre que damos a una llamada”? ¿Qué ingredientes necesitamos para mantener siempre vivo el amor, re conquistarlo y fortalecerlo, durante toda la vida, sin dejarlo a la improvisación, al destino, ni a la suerte? ¿Qué medios humanos y sobrenaturales pondremos a trabajar para respetar, estar vigilantes, y cimentar el compromiso matrimonial durante años?
Tomar todo lo que soy, lo que fui, y lo que seré y lo que ya nunca podré ser - mi cuerpo, mis sueños y aspiraciones, mis sentimientos, mis valores y mis talentos, los propios bienes, mis pensamientos más íntimos- y ponerlos en manos de mi otro yo, ahora y para siempre, es un salto en el vacío, un riesgo total, un perderse que sólo se acepta por algo inexplicable que la sola razón susurra al corazón: “Querer amarte exclusivamente a ti todos los días de mi vida”.
“Vivir juntos es una arte, es un camino paciente, bello y fascinante. No acaba cuando os habéis conquistado uno a otro. Es más, precisamente es entonces cuando inicia”, nos recordaba el Papa Francisco. Y es que, este compromiso de libertad y la voluntad de compartir todo este proyecto de vida no es un imposible. ¡Querer quererte, exclusivamente a ti, hasta el fin de nuestra vida, además de una aventura maravillosa, alegre y sólida, es uno de los caminos que recorrer más importantes de nuestra vida. El solo hecho de mirarnos a los ojos y decirnos diariamente “siempre te volvería a escoger a ti, y solo a ti”, lleva consigo la puesta en marcha de un proyecto de amor de por vida en el que “por pesadas y tormentosas que sean las pruebas que nos esperan, no estaremos nunca abandonados a nosotros mismos, no caeremos nunca de las manos del Señor, las manos que nos crearon y que ahora nos siguen en el itinerario de la vida. Como confesará San Pablo: “Quien inició en vosotros esta buena obra, la irá consumando”.2
nuestra vida, como la de todos, es una película en blanco y negro llena de victorias y fracasos, de momentos alegres y tristes, de diferencias y consensos,…Por eso mismo, saber enamorarse muchas veces, de la misma persona requiere de nuestra inteligencia, voluntad y libertad, para garantizarnos el éxito.
Como decía el filósofo danés Sören Kierkegaard: “Por jovial e indescriptible que sea el amor, siente la necesidad de atarse. Solamente cuando el amor es un deber está eternamente asegurado. Esta seguridad que confiere la eternidad disipa toda inquietud y hace al amor perfecto. Porque el amor inmediato que se contenta con existir, no puede verse libre de cierta angustia, la de poder cambiar. Por el contrario, el verdadero amor, que se ha hecho eterno al convertirse en deber, no cambia jamás. Solamente cuando el amor es deber es también eternamente libre, en una dependencia feliz".3
¿Qué pasaría en el mundo sin la fidelidad de muchos matrimonios que se prometieron amor eterno y que cada día que pasa se quieren más a pesar de las pruebas y obstáculos propios del día a día? Y por otra parte, ¿Cómo es posible que dos personas, que pueden ser tan diferentes, hayan podido vivir juntas durante tantos años, y se quieran hoy muchísimo más que el día que se comprometieron?
En este sentido, tenemos una gran responsabilidad con las nuevas generaciones. Es más, no es suficiente exponer una doctrina cristiana sobre el matrimonio y la familia. Es necesario vivirla intensamente y transmitirla con un ejemplo de vida alegre, viva, jovial, joven e ilusionada, a pesar de los años; que resulte un ejemplo accesible para todo el que quiera amar, un ejemplo de coherencia, de lucha, de fidelidad, sereno y seguro,….
He aquí un par de testimonios que dan fe. Dos matrimonios que cuentan en su haber muchos años de fidelidad.
Cristina y Fernando
“Después de más de treinta y siete años de matrimonio, sin que el Señor nos haya bendecido con descendencia, sí que nos ha sabido ayudar para que nuestra unión permanezca intacta, fiel y sólida. El secreto radica en pensar constantemente en la felicidad del otro, en hacer lo que más le puede gustar, y si no puede ser, llegar a un acuerdo amigable y consensuado con alegría. En no romper nunca esa cuerda que nos une, pues luego es muy difícil recuperarla entera y sin jirones.
En pensar lo injusto que es el conducirse infielmente, cuando la otra parte está luchando por mantenerla. En saber perdonar y olvidar de todo corazón y sin rencores cualquier fallo. En pensar que el otro siempre es mejor que uno mismo”.
Margarita y José Manuel
Margarita: “La fidelidad es una opción, una opción de vida. He decidido, hemos decidido, y por tanto es un acto de la voluntad: ser fiel a un compromiso que adquirí hace 29 años. Una decisión, una opción, y por lo tanto, creemos que la voluntad ocupa un lugar predominante por encima de los sentimientos, porque los sentimientos son muy traicioneros.
A veces uno- o los dos-se puede entretenerse cuando se encuentra con aquel amigo – o amiga- que fue su primer amor, y pensar que tal vez me hubiera ido mejor con él …Y puede ser le contaría ,le abriría mi intimidad en momentos duros – que los hay- en mi matrimonio… O incluso, recrearía aquellos antaños y juveniles momentos en mi recuerdo y me ilusionaría…Pero, si te dejas llevar por esos sentimientos, automáticamente dejas de ser fiel, aunque sea de pensamiento.
Ahora bien, hoy en día, ser fiel es ir muy a contracorriente…Mucha gente piensa que uno puede ser infiel desde la imaginación, y que a eso no se le puede considerar una infidelidad matrimonial. Nosotros no lo creemos así. Es más: estamos convencidos que es un germen de infidelidad grave.
José Manuel: “Después, también hay otras claves de la fidelidad en mi matrimonio que son más de tipo práctico, más sencillas… ¿Por qué no? ¿Por qué no ser fiel, si en mi vida a todas las personas que conozco que han sido fieles les ha ido bien, y a las que no lo han sido les ha ido muy mal. ¿Por qué complicarme la vida buscando otras cosas fuera de lo que ya tengo?. O simplemente, ¿por qué voy a tirar por la ventana todo un proyecto de vida común?
No creemos que haya una fórmula mágica, ni piedra filosofal, para todos. Cada matrimonio tiene sus propias estrategias. En nuestro caso, la fidelidad está basada también en que estamos bien juntos, lo pasamos muy bien, y procuramos tener momentos para disfrutar juntos que eviten la monotonía, la rutina”.
Resumiendo, como apunta Margarita: “Es una decisión voluntaria, libre, y diaria. Pues, como nos dice el Santo Padre Francisco: -“Crecer juntos, haciéndose —el uno para el otro— más hombre y más mujer, es un trabajo de todos los días, un trabajo artesanal, un trabajo de orfebrería”.
Y como adornos, pasarlo bien con tu marido, pequeños detalles para estar juntos, pasear, hablar, una cena especial, su dulce favorito, una salida al cine,…”.
1. José Morales, Fidelidad, Rialp, 2004
2. Benedicto XVI, Catequesis, 7 de diciembre de 2005
3. Sören Kierkegaard, Vie et Regne de l´amour, 1946
Publicado en Temes d´avui, n.51-52
6 comentarios
Por cierto: ¿Qué tal el pequeño Mateo? Desde que nos hizo usted partícipes de su nacimiento, me siento como un tío del pequeñín. Dele usted un beso de mi parte. Gracias.
Los consejos sobre la fidelidad y el compromiso matrimonial de este artículo están muy bien. Y sin duda, la voluntad del hombre (como ser creado libre que es) es necesaria para conseguirlo. Pero, como cristianos, si no hablamos del papel de Dios en el matrimonio, estamos fallando en la base. Si no explicamos que por mucha voluntad que le pongamos, sin la Gracia de Dios es imposible, vanas son nuestras palabras.
Estos consejos están bien para un psicólogo, o un asesor matrimonial. Son insuficientes para un fiel, un sacerdote, un obispo o un papa.
La Iglesia nos enseña cuáles son los bienes que proporciona el matrimonio: el acogimiento con amor y la educación de la prole, la fidelidad mutua adquirida por un compromiso libre y el vínculo sacramental que es único, casto e indisoluble.
Como dice Gaudium et Spes en su número 48, el matrimonio ha sido dotado por Dios de diversos bienes que sirven para la continuidad del género humano, y el provecho personal de cada miembro de la familia y su suerte eterna, así como de la sociedad entera.
El testimonio de Margarita y José Manuel es un ejemplo claro: está lleno de buenas intenciones, y de consejos y recetas (algunos pintorescos), pero ni nombran a Dios (creador del matrimonio) ni a Cristo (el que lo elevó a sacramento). Con todo respeto ¿cómo pretenden asegurarse el triunfo en tan difícil misión sin contar con la Gracia de Dios, ni pedirla? Esa es "la piedra filosofal".
Con "su dulce favorito", no.
Por otro lado, eché mucho de menos en los cursos prematrimoniales que nos hablaran más de la gracia sobrenatural que el matrimonio confiere. Parece que existiese una cierta timidez que impide hablar de estos temas, pero me parece básico.
No hay matrimonio humano por muy simplón que socialmente pueda ser; ya sea éste por Dios para Dios; o sea por el Diablo para el Diablo, que no padezca tribulación constante de llamada a la fidelidad si ésta es de Dios; o de tentación a la infidelidad si esta es del Diablo.
Matrimonio es el de la Iglesia con su fundador el Cristo. Y ahí la vemos como está....
Una cosa es que José se desposara con María -la Virgen-; Otra cosa es que José quisiera repudiar a María -la Virgen-; Otra cosa es que a José el Ángel le advirtiera de la causa de la preñez de María -la Virgen-; Otra cosa es que José ya casado con María, respetara su virginidad;
Y otra cosa es que a José, fielmente enamorado de su mujer María -la Virgen-; en costumbre y Ley mosaica, el Demonio, no le tentara a poseer la personalidad de su mujer la Virgen María.
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