Gracias por todo lo que me habéis dado
El final del verano ya está aquí. En la mayoría de casos nos resistimos,física y mentalmente, a mirar pa’lante. Con tristeza y abatimiento somos conscientes de que nos va a resultar difícil, muy difícil, la vuelta a la vida ordinaria, al trabajo acumulado, los madrugones, los atascos,… Hemos estado demasiado bien y nos acongoja volver a la rutina. Pero es el momento de decir adiós.
Al mismo tiempo, y como es de buen nacido ser agradecido, no puedo, ni quiero, dejar de agradecer a Dios esta etapa maravillosa en la que hemos podido descansar, cargar pilas y disfrutar de los nuestros: nuestra familia y amigos.
Recuerdo, en una de esas tertulias nocturnas veraniegas, un amigo me dijo: “El tiempo de descanso es tiempo para enriquecernos. Sería terrible irnos el 30 de agosto habiendo estado con gente de distintas partes de España sin habernos convertido en mejores personas y ayudado a a los demás a mejorar en algo. ¿Y cómo lo hacemos? Amando. Amar enriquece, salir del egoísmo personal y preocuparse x los demás. Y por Dios el primero. No seamos mediocres. Nuestras vacaciones tienen que ser un trampolín para querer mejorar, proponérselo y hacerlo a todos los niveles: familiar, cultural, espiritual,…
En pocas palabras, estar enchufados a Dios, preocuparnos unos de otros y hablar con Dios para fomentar esa alianza q Él se empeña en tener con nosotros”.
Esto me hizo pensar. Es más, durante el resto de las vacaciones estas palabras fueron como un
runrún continuo que no paraba de sonar en mi interior. De hecho, como dice una canción, de este verano espero llevarme “las buenas luces que tiene la gente. Y cuando me sienta sola me cuidaran para siempre .Y aunque en el mundo hay personas tan grises. Hay otras que no paran de brillar”.
Es por ello, lo considero un deber de justicia, que me gustaría agradecer a todas las personas, jóvenes y mayores, con las que he compartido estos días, que se hayan empeñado en hacer de este verano un momento inolvidable. Gracias por todo lo que habéis dado…
Gracias por permanecer a mi lado en los momentos de desasosiego, por escucharme, y por tus consejos oportunos.
Gracias por esas noches en las que, acompañados por un mojito, buscábamos el camino correcto para mejorar en la educación de nuestros hijos.
Gracias por los largos paseos y esas conversaciones, unas veces absurdas, y otras más trascendentales, que nos enriquecieron a todas. Gracias por vuestras risas y vuestro optimismo.
Gracias por esos desayunos y comidas…eternas… en familia.
Gracias por volcar todo tu afecto y atenciones para aliviar el stress de algún miembro de mi familia.
Gracias por vuestro tiempo para organizar las actividades lúdicas y deportivas de nuestros pequeños. Y por compartir el cansancio que esto supone.
Gracias por acompañarme en aquellos momentos en los que la desilusión y el desánimo me hacían decaer en mis oraciones.
Gracias por la generosidad que demostraste al cocinar ese extraordinario menú para veinte comensales por el simple hecho de que disfrutáramos de una buena y amigable velada.
Gracias por las muestras de cariño y delicadeza que demostraste, día a día, con mi anciano padre y que le hacía sentirse uno más.
Gracias por la confianza que me otorgaste al pedirme que encomendara las contrariedades de tu matrimonio.
Gracias por hacerme participe de tus nuevos proyectos. Saldrán adelante seguro!!!
Gracias por… tantas cosas!!!
El verano próximo volveré a nuestro pueblecito estival porque sé que todos vosotros estaréis ahí otra vez. Os llevo en el corazón y en mis oraciones.
¡Hasta pronto!
2 comentarios
Conservo entrañables recuerdos de aquella época y si, un corazón rebosante de gratitud es lo que conservo de esos días.
Me has hecho pensar que voy a agradecer a mis primos mayores y menores todo lo que hicieron por los más pequeños y lo que los pequeños hacían para colaborar en los juegos y en construir familia.
Gracias, Reme, tu post sencillamente luminoso.
Dios te bendiga,
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