Todo por amor
“El crucifijo ha sido siempre un signo de ofrecimiento del amor de Dios, y de unión y acogida para toda la humanidad. Lamento que sea considerado como un signo de división, de exclusión o de limitación de la libertad”, señalaba hace pocos días Federico Lombardi, portavoz de la Santa Sede, al conocer la sentencia dictada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos contra la exhibición obligatoria de crucifijos en las aulas.
Una sentencia que significa el pistoletazo de salida en una carrera descabellada bajo el lema:”Dios ha muerto, viva el hombre”.
Una carrera en la que los participantes no se cortan un pelo en llevar a las aulas una “laicidad obligatoria” con el propósito de impedir que se reconozca al cristianismo como agente fundamental a lo largo de la historia en la siembra de la semilla de los derechos humanos y de la democracia; y no solo en Europa, sino en el mundo entero.
Pero se equivocan de cabo a rabo si pretenden excluir a Dios de la cultura y de la vida pública poniendo trabas de esta índole.
¿De verdad creen que retirando los crucifijos de las aulas conseguirán relegar la fe y la práctica de la religión a la esfera de lo privado?
Podrán retirar hoy los crucifijos de la esfera pública, pero JAMAS podrán eliminar la cruz como la señal del cristiano.
La cruz es nuestra vida, un regalo de Dios, un privilegio de hijo. En ella se contempla la locura del Amor de Dios por sus hijos, Su poder, Su humildad, Su sabiduría,… En una palabra: Su vida.
Por eso, cuando cogemos una cruz de madera y la besamos con cariño, nos invade la fuerza necesaria para decirle: Te quiero, te ayudo, te acompaño,… ¡CUENTA CONMIGO!
¡Dios está de nuestra parte! y nos “guía por el camino justo, haciendo honor a su Nombre. Aunque pase por un valle tenebroso, ningún mal temeré” (Salmo 23), porque El está con nosotros.
Y por ello, tenemos la obligación filial de ser “cruces luminosas, crucifijos vivientes”, como señala bellísimamente monseñor Carlos Osoro, arzobispo de Valencia, en su carta dirigida a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Es más, a través de ella nos anima a transformar el “escándalo” de la cruz en “la descripción más bella del amor al prójimo que ha transformado la historia de la humanidad”.
“¡El amor de Dios hacia cada uno de nosotros ha vuelto a reinar desde la Cruz! Por eso decimos que Jesús es el Señor. “Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos” (Rm 14, 9).
Entonces, “¿por qué pretenden obligarnos a retirar la Cruz que es expresión del amor apasionado de Dios por el hombre, manifestado en Jesucristo? A Dios no le bastó con hablarnos de su amor. Jesús no se limita a hablarnos del amor de Dios como hacían los profetas, Él es el amor de Dios, porque Dios es amor y Jesús es Dios. Nos ha hablado desde dentro de nuestra condición humana (…) ¡Qué belleza!”
“Y es que amando hace crecer y devuelve dignidad y esperanza. Si alguien me hace caso, le ruego que antes de quitar un Crucifijo, se acerque a Jesucristo con corazón sencillo, verá cómo sale transformado de este encuentro y con capacidad y gracia para ser alguien que comienza a vivir de otra manera y a relacionarse con los demás de otra forma. La contemplación del hombre injustamente crucificado nos interpela al amor por los demás. La cruz es amor. Siempre me han impresionado dos cosas del amor de Jesús:
1) que hace bien siempre al amado
2) que es superior a la primera, que consiste en sufrir por él.
Nuestro mundo necesita creer en el amor de Dios. Necesita del Crucifijo. Lo necesita nuestra humanidad, si es que no queremos que siga siendo como dice Dante: “el parterre que nos vuelve tan feroces". Urge volver a proclamar el Evangelio del amor de Dios en Cristo Jesús. Si los discípulos no lo hacemos seremos como los hombres que meten la luz debajo del celemín y defraudaremos la esperanza del mundo.
¡Ha llegado el momento de que todos vosotros seáis crucifijos vivientes! Los cristianos no tenemos otra fortaleza más que la viene del Crucifijo, ha de ser nuestra pacífica armadura, la armadura de Dios mismo. El Crucifijo es el único tesoro que tenéis, la única propiedad.
Pero os digo mucho más, (…) Sed cruces luminosas, sed crucifijos vivientes, causad en cuantos os traten el mismo respeto, los mismos sentimientos, las mismas ideas que un Crucifijo.
Es la hora de los discípulos de Cristo, sin vergüenza de ningún tipo, dad a conocer que sois cristianos, llevando en vuestro pecho el Crucifijo y viviendo conforme a esa cruz que es signo del amor que todo lo puede”.
Y que mejor que este tiempo de adviento para darnos a tope en esta alegre tarea.
3 comentarios
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Pues venga, del pecho no nos la van a arrancar y, llevándola siempre a la vista, también a nosotros mismos se nos olvidará menos vivir "conforme a esa cruz que es signo del amor que todo lo puede”.
He enviado al Congreso la siguiente carta con motivo de la votación para la retirada de los crucifijos en la escuela. Para que tú también tengas conocimiento de la misma, con el documento adjunto.
¡ QUITARÉ EL CRUCIFIJO, SEÑORÍAS !
Excelentísimos/as Sre/as Diputado/as:
Soy profesor en un centro público y me dirijo a sus ustedes para comunicarle que procederé inmediatamente a la retirada del Crucifijo tanto en el aula como en mi despacho, no esperaré a que me obligue la futura Ley de Libertad Religiosa que prepara el Gobierno.
¡¿Cómo hemos podido tardar tanto en darnos cuenta de que estamos en un Estado aconfesional y ninguna religión tiene carácter oficial?! ¡Debemos avergonzarnos del daño que hemos podido causar por mantener ese símbolo tan insultante en nuestros espacios públicos! ¡Y cuánta falta de respeto y de sensibilidad democrática hacia los ciudadanos que no profesan tal religión! Es imperdonable haber mantenido públicamente el símbolo de ese personaje judío que mereció tal muerte por denunciar la corrupción de los poderes políticos y religiosos de su época, por oponerse a la opresión y abusos que los gobernantes imponían al pueblo, por andar con prostitutas, ladrones e ilegales, que entregó su vida hasta el sacrificio en cruz por andar defendiendo la libertad, la dignidad y la igualdad de todos los seres humanos.
No tardaré ni un minuto más en retirar el Crucifijo por el que muchos millones de personas han entregado su vida.
Retiraré el Crucifijo porque no quiero seguir siendo responsable de que los alumnos y ciudadanos que lo vean descubran los valores de entrega, radicalidad, esfuerzo, amor y solidaridad que expresa ese judío colgado de la cruz, con los brazos abiertos en señal de acogida y perdón.
Quitaré el Crucifijo, no sea que quien lo vea caiga en la cuenta que hoy sigue habiendo muchos crucificados por las mismas causas y a los que sí habría que retirarlos también de sus cruces.
Quitaré el Crucifijo pues no quiero que mis alumnos piensen que entregar la propia vida por los demás es el valor más sublime.
En su lugar, señorías, he pensando poner un preservativo, o un blister de píldoras del día después o una cureta cruzada con un fórceps con el que se provoca la interrupción del embarazo, cualquiera de ellos representaría perfectamente el valor supremo de la libertad.
Pero pensándolo mejor, no sería buena idea, porque no todos lo entenderían y además no queda nada estético colocar junto a la foto del Borbón un condón. Por ello he decidido sustituir el Crucifijo por una obra de arte, de esas que nuestros artistas universales han producido y que están expuestas en los museos de todo el mundo, para que sean apreciadas por millones de ciudadanos. Una obra de arte no debe escandalizar ni provocar ningún perjuicio en las convicciones íntimas de quien la admira. He pensado en artistas como el genial Salvador Dalí, paisano de los de ERC, o en Mariano Benlliure, paisano de la Sra. Pajín , aunque me tienta poner a mis dos pintores favoritos, uno extremeño, Zurbarán y otro como yo, andaluz, el universal Velázquez. Sería de gran ayuda que me ayudasen a decidirme, les envío mis preferencias en el archivo adjunto.
Attmte:
Santiago Vela
DNI: 25.064.273 – T.
Santiago Vela
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