¿Sabemos comunicar la caridad de Cristo como solución de los males que afectan a nuestra sociedad?
Qué los miembros del Comité Nobel Noruego hayan galardonado con el Nobel de la Paz 2009, al presidente estadounidense, Barak Obama, me lleva a un estado de alucinación de grado máximo. Sobretodo, si damos un vistazo a los personajes extraordinarios que han “eliminado” como , por ejemplo, Sima Samar, de 52 años, ministra de Asuntos de las Mujeres en Afganistán e incansable defensora de los derechos humanos, o el príncipe Ghazi Bin Muhammad Bin Talal de Jordania, nominado por sus esfuerzos por un diálogo pacífico entre religiones y culturas,o la mismísima Ingrid Betancourt.
Pero, y esto es el meollo del tema que me ocupa, los asesores de comunicación del presidente Obama son unos auténticos genios de la comunicación. Y no solo por el gran trabajo que han realizado para “vender” al Sr. Obama como el nuevo Mesías del S.XXI. Sino, por el impresionante y rápido discurso ante la opinión pública, que han preparado para el presidente, como respuesta de agradecimiento. Es una joya que no tiene desperdicio: “Estoy tanto sorprendido como profundamente abrumado por la decisión del Comité Nobel (…) siento que no me merezco estar en compañía” de las importantes personalidades que han recibido el galardón, “hombres y mujeres que me inspiraron e inspiraron a todo el mundo (…)este premio debe ser compartido con cualquiera que luche por la justicia y la dignidad; con la joven que marcha en silencio por las calles en nombre de su derecho a ser escuchada, incluso ante golpes y balas; con la líder encarcelada en su propia casa porque se niega a abandonar su compromiso con la democracia; con el soldado que se sacrifica (…) por alguien a medio mundo de distancia; y con todos aquellos hombres y mujeres en todo el mundo que sacrifican su seguridad y su libertad y alguna vez sus vidas por la causa de la paz".
Ahora bien, que “los hijos de las tinieblas, son más astutos que los hijos de la luz” es algo que vemos diariamente en esta sociedad en la que vivimos. Y esto me lleva a preguntarme: ¿Cómo comunicamos los cristianos la caridad de Cristo para solucionar los males de nuestra sociedad? ¿Captamos la atención de la gente con mensajes ATRACTIVOS Y FACILES DE ENTENDER para las mujeres y hombres de a pie, o les aburrimos con escritos y sermones densos que no entienden?
Muchos de ustedes, seguramente, esperan que a continuación realice una especie de disquisición rigurosa sobre la importancia del trabajo de los periodistas cristianos, o cómo deben aprovechar con éxito los medios de comunicación, especialmente las nuevas tecnologías, para transmitir el mensaje de Cristo.
Pero, y siento desanimar a alguno de los lectores, no lo voy a hacer. Y, ¿saben porqué? Muy sencillo.
En primer lugar, porque soy de las que piensan que construir una sociedad más humana a través de los medios de comunicación es una tarea que nos corresponde a TODOS, y no solo a los profesionales de la comunicación.
Y no solo porque somos simples emisores y receptores de los mismos, sino – y esto es lo más importante-porque somos hijos de Dios, y como tales debemos “contribuir a que el amor y la libertad de Cristo presidan todas las manifestaciones de la vida moderna: la cultura y la economía, el trabajo y el descanso, la vida de familia y la convivencia social”, como solía aconsejar San Josemaria Escrivá de Balaguer. (Surco 302)
Es más, acostumbrado como estaba a rezar por el apostolado en el mundo cuando veía el globo terráqueo girando sobre si mismo en la carátula de los telediarios, no resulta extraño que afirmará: “Es muy grande la tarea. Dios nos llama a llenar de amor este pobre mundo nuestro, porque es nuestro: es obra de Dios y nos lo ha dado por heredad. “Pídeme, y te daré las naciones como herencia, y como propiedad, los confines de la tierra (Sal 2, 8). Tened en cuenta que lo posible lo hace cualquiera, y Dios Nuestro Señor nos pide -y nos da su gracia para conseguirlo- que hagamos cosas que os parecerán imposibles”.
Y en segundo lugar, porque como pudimos oír a Benedicto XVI el pasado 29 de septiembre, en la homilía de la festividad de San Wenceslao, patrón de la República Checa: “Hoy se necesitan personas que sean “creyentes” y “creíbles”, dispuestas a difundir en cada ámbito de la sociedad esos principios e ideales cristianos en los que se inspira su acción. Esto es la santidad, vocación universal de todos los bautizados, que empuja a cumplir el propio deber con fidelidad y valentía, mirando no al propio interés egoísta, sino al bien común, y buscando en todo momento la voluntad divina”.
Ahora bien. Detengámonos un momento a considerar algunas cuestiones relacionadas con el tema que nos ocupa:
¿No lloran nuestros corazones cuando vemos los ataques para excluir a Dios de nuestras vidas? ¿Nos resignamos con impotencia ante las permanentes agresiones?
¿Sabemos dar un toque cristiano para resolver los males que afectan a nuestra sociedad?
¿Nos callamos por miedo o vergüenza de que nos acusen de ser “políticamente incorrectos”?
¿Nos sentimos acomplejados y decimos como aquel “yo, ¿por qué me voy a meter en la vida de los demás?- a lo que San Josemaria le contestaba:
“— ¡Porque tienes obligación, como cristiano, de meterte en la vida de los otros, para servirles!
—¡Porque Cristo se ha metido en tu vida y en la mía!”?
¿Somos conscientes de que hacer frente a los ataques contra la familia, el matrimonio, la educación, etc. es tarea de todos los cristianos conscientes de que -en palabras de Benedicto XVI – nos corresponde “a nosotros -no con nuestros pobres recursos, sino con la fuerza que viene del Espíritu Santo- dar respuestas positivas y convincentes a las expectativas y a los interrogantes de nuestra gente”?
¿Estamos preparados para defender con argumentos claros y precisos las posturas, opiniones o doctrina de la Iglesia; o nos columpiamos, como dicen hoy los jóvenes, dejando que sean los obispos, sacerdotes, o fieles de “más prestigio”, los que den la cara?
Una vez dicho esto, solo nos cabe recordar aquellas palabras de Mateo: “GRATIS LO RECIBISTEIS; DADLO GRATIS”.
Dicho de otro modo, “Las grandes cosas de la vida –Dios, el amor y la verdad - son gratuitas y diría que sobre ello debemos meditar a menudo. Sobre esta gratuidad de Dios. Sobre el hecho que no hay necesidad de grandes dones materiales ni intelectuales para estar cerca de Dios: Dios está en mí, en mi corazón y en mis labios (…) El hombre que descubre la intimidad con lo divino debe testimoniarlo con todo su ser. Debe testimoniar la verdad de la caridad de Dios porque ésta es la esencia de la religión cristiana (…)La caridad de Dios debe ser anunciada a la humanidad. A cada hombre, que para un cristiano es prójimo y hermano"(Benedicto XVI en la II Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos).
Y hoy, más que nunca, es preciso que los cristianos anunciemos con valentía los valores de la fe del que se sabe testigo de la Verdad.
¿Pero cómo?, me preguntareis algunos. Cada uno verá cual es su situación concreta y qué puede hacer.
Unos podrán escribir cartas al director, otos, participar en las tertulias radiofónicas y foros; algunos, podrán organizar ciclos de conferencias, o, simplemente, comentar artículos en las paginas de Internet de los diarios digitales…, esos si, con respeto y firmeza, con flexibilidad, con descaro y sentido del humor; con humildad y comprensión; con fe y optimismo sobrenatural,…Y, “el que no pueda escribir, ni hablar, que rece todos los días” por los que sirven a Cristo en esta tarea tan difícil a la vez que apasionante.
No obstante, una cosa debemos tener muy clara: es responsabilidad de todos trabajar para que, como dice el Salmo , “la misericordia y la verdad se encuentren; la justicia y la paz se besen. La verdad brote de la tierra, y la justicia mire desde los cielos. Jehová dará también el bien,
Y nuestra tierra dará su fruto. La justicia irá delante de él,
Y sus pasos nos pondrá por camino” (Salmo 85 ,10-13).
Solo así, siguiendo los pasos del Padre Eterno, venceremos en este gran desafío que tenemos ante nosotros.
Dios está de nuestra parte y nos “ guía por el camino justo, haciendo honor a su Nombre. Aunque pase por un valle tenebroso, ningún mal temeré, porque Tú estás conmigo”. (Salmo 23)
Una vez le preguntaron al padre Raniero Cantalamessa, el predicador del Papa, cuál era el secreto de la comunicación católica. Y contesto: “si queremos evangelizar a través de los medios de comunicación social, el secreto es sencillo: estar enamorados de Cristo”.
Esta es nuestra fuerza: el amor a las personas porque amamos a Jesucristo. “La caridad de Cristo nos urge”, como nos recordaba San Pablo. Y los males de nuestra sociedad la necesitan con urgencia.
8 comentarios
Estupendo el artículo, vamos a llevarlo a la
practica con la ayuda de Dios. Sólo una objeción
el nombre de Dios es Yahveh, no Jehovà.
Hay gente que ha oído muchas veces que Dios nos ama y que su Misericordia es infinita; todo esto les trae sin cuidado y lo digo con dolor, pero sé de personas que son así. Lo único que les importa es no ajustarse a los Mandamientos de la Ley de Dios, que les son incómodos. A gente así, me temo que hay que hablarle también de la Justicia de Dios.
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