Ponerse la careta de la tibieza
Una de las primeras actividades que se nos ha planteado en la universidad, es realizar en clase un debate sobre la prostitución. Con la especial peculiaridad de no defender la posición en la que realmente creamos, sino que nos hemos situado en una postura u otra de forma aleatoria, según el sector del aula en el que estemos sentados. Así que me ha tocado defender la prostitución, y preparar unos argumentos para introducir el debate.
Defender lo que uno NO cree es complicado, mucho más de lo que parece. Y sin embargo vivimos en una sociedad que ha hecho de ello su modus vivendi. Las conveniencias y los tópicos de la corrección política y social, impiden que mucha gente con una convicción la defienda, abrumados quizás por el miedo a salirse del rebaño de ésta sociedad gregaria donde cada vez más Dios, religión, y los valores morales que van con ello, parecen evocar más bien términos como aburrido o carca.

Al hilo de la intención del Gobierno de volver a reformar la ley del aborto, para simplemente hacer legal lo que se está practicando desde hace tiempo, pero que hasta ahora no cuenta con el consentimiento “positivo” del Código Penal. Leo en prensa religiosa que el portavoz de la plataforma Derecho a Vivir afirma que “el Gobierno es incapaz de aceptar que los españoles no quieren ley de aborto”. Valiente afirmación que me gustaría compartir, pero más allá de que eso pudiera ser o no cierto, el dilema que se presenta en esta frase, es la esencia problemática en la concepción actual de la democracia, y el gobierno de las mayorías.
Tras un artículo blasfemo que ha dado mucho que hablar,
ETA ha vuelto a matar. Con la misma cobardía de siempre, con la misma crueldad. Han arrebatado la vida a un militar y padre de familia, que en acto heroico esperó a que evacuasen la zona sus compañeros en primer lugar, saliendo el último del cuartel.




