La poesía es un arma para evangelizar
No es solamente un género literario. La poesía encuentra la dimensión espiritual del autor y la transmite así al lector, de un modo trascendental, que supera las aparentes formas. A quién menos le gusta la poesía, habrá dado alguna vez - por poco que haya buscado- con una que le haya creado una sensación de sintonía especial, que haya leído repetidas veces sin importarle cuantas más lo hiciera.
Como sentimiento profundo e intenso, la Fe ha sido siempre musa de muchos versos. Estrofas preciosas cuya profundidad hace que al leerlas podamos incluso despertar desde la esencia de la persona la Fe que a nuestra ignorancia el alma guardaba en nosotros.
Así como la oración nos ofrece un contacto íntimo con Dios, la poesía también lo hace ofreciéndonos además un contacto con nosotros mismos en la dimensión espiritual, muy necesario en una vida de poca reflexión en la que el yo termina muchas veces siendo un extraño para sí mismo.

“Españoles. Al llegar para mí la hora de rendir la vida ante el Altísimo y comparecer ante su inapelable juicio pido a Dios que me acoja benigno a su presencia, pues quise vivir y morir como católico. En el nombre de Cristo me honro, y ha sido mi voluntad constante ser hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno voy a morir…”
La adopción es un gesto de amor que materializa la vocación familiar de los padres. Un encuentro de destinos que se complementan en el compromiso trascendente y la inasequible voluntad de quienes entre los niños que necesitan una familia, reciben al hijo que también sus corazones precisan.
Una butaca en la fila cuatro, las palomitas más grandes, y yo la mar de contento el sábado por la tarde en el cine, para ver en la versión original subtitulada de Bella. Esa película que tanto ha dado que hablar por ser excepción y mostrar unos valores morales tras la trama.
Hannah Jones tiene 13 años, la vida de esta adolescente inglesa no ha sido nada fácil, en su rostro se lee la madurez que otorga el sufrimiento prematuro. A los 5 años le detectaron una leucemia especialmente complicada, contra la que ha estado luchando toda su corta vida. Los recuerdos de su infancia están acompañados por duros tratamientos y largos periodos en fríos hospitales, a los que Hannah nunca terminó de acostumbrarse. Debido a los fuertes medicamentos con los que consiguió acabar con su leucemia, su corazón ha perdido un alto porcentaje de sus facultades cardiacas, y sin un transplante morirá.




