¿La columna de la flagelación era alta o baja? ¿El Señor llevaba la cruz entera?
En cuanto a la forma (altitud, etc.) de la Columna de la Flagelación de Jesús, cfr. E. Power, Flagellation, en Dictionnaire de la Bible, Supplément, tom. II, París 1934, col. 60-67; C. Testore, E. Lavagnino, Colomna della flagelazione, en Enciclopedia Católica, vol. V, Città del Vaticano, 1950, col. 1441-1443. Power, después de haber enumerado las diversas columnas o troncos de columnas que hay en diversos lugares y que se dicen haber sido sobre los cuales Jesús fue azotado, escribe del siguiente modo, refiriéndose a la “pequeña” conservada desde el siglo XIII en Roma en la iglesia de S. Práxedes: “Es muy pequeña para que hubiera servido para inmovilizar el cuerpo del reo el cual tenía las manos atadas en alto y los pies abajo, y de este modo se le ligaba a la columna. Por tanto, según Power y según la obra de Valtorta, la columna era más alta que el que era sujetado a la flagelación.
María Valtorta describe la flagelación en los siguientes términos:
El centurión saluda a Poncio Pilato e informa.
-¡¿Aquí otra vez?! ¡Uf! ¡Maldita esta raza! Que se acerque la chusma. Traed aquí al Acusado. ¡Uf, qué lata!
Va hacia la muchedumbre, aunque también esta vez se detiene en la mitad del vestíbulo.
-Hebreos, escuchad. Me habéis traído a este hombre como agitador del pueblo. Delante de vosotros lo he examinado y no he hallado en Él ninguno de los delitos de que lo acusáis. Herodes no ha encontrado más que yo. Y nos lo ha devuelto. No merece la muerte. Roma ha hablado. De todas formas, por no contrariaros privándoos de la recreación, os daré a cambio a Barrabás. Y a Él mandaré que le den cuarenta azotes. Así basta.
-¡No, no! ¡No a Barrabás! ¡No a Barrabás! ¡A Jesús la muerte! ¡Y una muerte horrenda! Libera a Barrabás y condena al Nazareno.
-¡Pero oíd! He dicho fustigación. ¡No es suficiente? ¡Entonces mandaré que lo flagelen! ¿Sabéis que es atroz? Puede morir por ello. ¿Qué mal ha hecho? No encuentro ninguna culpa en Él, así que lo liberaré.
-¡Crucifica! ¡Crucifica! ¡A muerte! ¡Eres un protector de los malhechores! ¡Pagano! ¡Tú también otro satanás!
La muchedumbre se acerca hasta el pie del vestíbulo y la primera formación de soldados, no pudiendo usar las lanzas, ondea por el choque. Pero la segunda fila, bajando un peldaño, blande las lanzas y libera a los compañeros.
-Que sea flagelado - ordena Pilato a un centurión.
-¿Cuánto?
-Lo que te parezca… Total, ésta es una cuestión concluida. Y yo ya estoy aburrido. Venga, ve.
Cuatro soldados llevan a Jesús al patio que está después del atrio. En él, enteramente enlosado con mármoles de color, en su centro hay una alta columna semejante a las del pórtico. A unos tres metros del suelo, la columna tiene un brazo de hierro que sobresale al menos un metro y que termina en una argolla. A ésta columna - tras haberlo hecho desvestirse, de forma que ha quedado únicamente con un pequeño calzón de lino y las sandalias- atan a Jesús, con las manos unidas por encima de la cabeza. Levantan las manos, atadas por las muñecas, hasta la argolla, de forma que Él, a pesar de ser alto, no apoya en el suelo más que la punta de los pies… Y también esta postura debe ser un tormento.
No recuerdo dónde leí que la columna era baja y que Jesús había estado inclinado. Así será. Yo digo lo que veo.
Detrás de Él se coloca uno de cara de verdugo y neto perfil hebreo; delante, otro, con la misma cara. Están armados con el flagelo de siete tiras de cuero unidas a un mango y acabadas en un martillito de plomo. Rítmicamente, como si estuvieran haciendo un ejercicio, se ponen a dar golpes. Uno, delante; el otro, detrás. De forma que el tronco de Jesús se halla dentro de una rueda de azotes y flagelos.
Los cuatro soldados a los que ha sido entregado, indiferentes, se han puesto a jugar a los dados con otros tres soldados que han llegado en ese momento. Y las voces de los jugadores se acompasan con el sonido de los flagelos, que silban como sierpes y luego suenan como piedras arrojadas contra la membrana tensa de un tambor, golpeando el pobre cuerpo, ese pobre cuerpo tan delgado y de un color blanco de marfil viejo, que primero se pone cebrado, de un rosa cada vez más vivo, luego morado, para tornarse luego de relieves de color añil, hinchados de sangre, y luego se abre y rompe y suelta sangre por todas partes. Los verdugos se ceban especialmente en el tórax y en el abdomen; pero no faltan los golpes en las piernas y en los brazos, e incluso en la cabeza, para que no hubiera un lugar de la piel sin dolor.
Y ni una queja siquiera… Si no estuviera sujetado por la cuerda, se caería. Pero ni se cae ni gime. Eso sí, la cabeza le pende –después de golpes y más golpes recibidos- sobre el pecho, como por desvanecimiento.
-¡Eh, para ya! - grita un soldado, y, en tono de mofa:
-Que tienen que matarlo estando vivo.
Los dos verdugos se paran y se secan el sudor.
-Estamos agotados» dicen - Dadnos la paga, para poder echar un trago y así reponernos…
-¡La horca os daría! En fin, tomad… - y un decurión arroja una moneda grande a cada uno de los dos verdugos.
-Habéis trabajado a conciencia. Parece un mosaico. Tito: ¿tú dices que era éste el amor de Alejandro? Le daremos la noticia para que cumpla el luto. Lo desatamos un poco, ¿eh?
Lo desatan, y Jesús se derrumba como muerto. Lo dejan ahí en el suelo, y de vez en cuando lo golpean con el pie calzado con las cáligas para ver si gime. Pero Él calla.
-¿Estará muerto? ¿Pero es posible? Es joven. Y artesano. Eso me han dicho… Parece una dama delicada.
-Déjalo de mi cuenta - dice un soldado. Y lo sienta con la espalda apoyada en la columna. Donde estaba, ahora hay grumos de sangre… Luego va a una pequeña fuente que gorgotea bajo el pórtico. Llena de agua un barreño y lo arroja sobre la cabeza y el cuerpo de Jesús.
-¡Así! A las flores les viene bien el agua.
Jesús suspira profundamente. Intenta levantarse. Pero todavía tiene los ojos cerrados.
-¡Eso es! ¡Bien! ¡Arriba, majo! ¡Que te espera la dama!…
Pero Jesús inútilmente apoya en el suelo los puños intentando erguirse.
-¡Arriba! ¡Rápido! ¿Te sientes débil? Con esto te vas a reponer - dice otro soldado con sonrisa socarrona. Y con el asta de su alabarda descarga un golpe en la cara de Jesús, dándole entre el pómulo derecho y la nariz, por donde empieza a sangrar.
Jesús abre los ojos, los vuelve. Es una mirada empañada… Mira fijamente al soldado que lo ha golpeado. Se enjuga la sangre con la mano. Luego, con mucho esfuerzo, se pone de pie.
-Vístete. No es decente estar así. ¡Impúdico!
Todos se ríen, en corro alrededor de Él.
Él obedece sin decir nada. Pero, mientras se encorva -y sólo Él sabe lo que sufre al agacharse, estando tan magullado y con esas llagas que al estirarse la piel se abren más todavía, y con otras que se forman al romperse las ampollas-, un soldado da una patada a la ropa y la disemina, y cada vez que Jesús, tambaleándose, llega a donde ha caído la ropa, un soldado las echa en otra dirección. Y Jesús sufriendo agudamente, sigue a la ropa sin decir una palabra, mientras los soldados se burlan de Él en modo repugnante.
Por fin puede vestirse. Se pone también la túnica blanca, que estaba apartada y no se ha manchado. Parece querer ocultar su pobre túnica roja, que ayer mismo estaba tan bonita y ahora está ensuciada de porquerías y manchada por la sangre sudada en Getsemaní. Es más, antes de ponerse sobre la piel la túnica corta interior, se enjuga con ella la cara, que está mojada, limpiándola así de polvo y esputos. Y la pobre, santa faz, aparece limpia, sólo signada de moratones y pequeñas heridas. Se ordena también el pelo, que pendía desordenado, y la barba, por una innata necesidad de arreglo corporal.
Y luego se acurruca al sol. Porque tiembla mi Jesús… La fiebre empieza a serpear en Él con sus escalofríos. Y también se pone de manifiesto la debilidad por la sangre perdida, el ayuno y el mucho camino andado.
Le atan de nuevo las manos. Y la cuerda sierra de nuevo en donde ya hay un rojo aro de piel levantada.
-¿Y ahora? ¿Qué hacemos con Él? ¡Yo me aburro!
-Espera. Los judíos quieren un rey. Vamos a dárselo. Ése… - dice un soldado.
Y sale raudo -sin duda, a un patio de detrás-. Vuelve con un haz de ramas de espino albar agreste, todavía flexible porque la primavera mantiene blandas las ramas, de espinas bien duras y aguzadas. Con la daga, quitan hojas y florecillas. Luego hacen un círculo con las ramas y lo acalcan en la pobre cabeza…
………………………..
Sobre la cruz:
Traen las cruces. Las de los dos ladrones son más cortas. La de Jesús muy larga. Estoy segura que el palo travesaño mide sus cuatro metros. Veo que la traen ya formada.
Sobre este punto leí… hace años, cuando leía yo, que la cruz la formaron en la cima del Gólgota, y que en el camino los condenados llevaban sólo los dos palos arrastrándolos sobre las espaldas. Puede ser. Pero yo veo una cruz verdadera, bien hecha, fuerte, perfectamente unida en medio y bien reforzada con clavos-tornillos. De hecho, si se piensa que era para sostener el peso de un cuerpo no común como era el de un adulto, y sostenerlo en las convulsiones finales, se comprende que no podía haber sido hecha en la estrecha e incómoda cima del Calvario.
La opinión, común y corriente, apoyada no en los evangelios, parcos en detalles, sino en la arqueología romana, sostiene que la cruz se componía de dos palos separados: uno, el largo, vertical llamado stavrós, medía de 4 a 4 metros y medio, y generalmente estaba clavado en el lugar del suplicio; el otro, el horizontal, y más corto, llamado furca o patibulum, lo cargaba el condenado. Según esta opinión común, Jesús llevó al Calvario no la cruz completa, sino solo el palo corto. En contra de esta opinión común y a favor de lo descrito en esta obra, serían los textos del Evangelio, según los cuales el Señor llevó stavrós: Mt 27, 32; Mc 15, 21; Lc 2, 26; Jn 19, 17. Pero a eso se contesta por lo general que aquí bajo stavrós hay que entender sinedohe (pars pro toto = parte para la totalidad), sobre todo teniendo en cuenta un flagelado no sería capaz portar la cruz entera, tan larga y pesada. María Valtorta, recordando que el flagelado y el que cargaba la cruz esta vez, es el Dios encarnado, y asegurando que describía “lo que veía” afirma que Jesús cargó la cruz completa. Puede ser que al pensar así vaya contra la opinión corriente, pero no contra los Evangelios, los cuales, como todos lo saben, no describen todos los pormenores. Respecto la opinión común y a muchos detalles, cfr. U. Holzmeister, Croce, en Enciclopedia Católica, vol. IV, Città del Vaticano, 1950, col. 951-956; a favor de la escritora de esta obra, cfr. I. Knabenbauer, S. J., Commentariurs in Quatuor S. Evangelia, I, 2, Evangelium secundum S. Matthaeum,in Cursus Sacrae Scripturae, auctoribus R. Cornely, I. Knabenbauer, Fr. De Hummelauer, S. J., Parisiis, 1983, p. 513-515.
Respecto a la verdadera Cruz de Jesús, cfr. Moroni, op. cit. Vol. 18, pág. 234-236. En cuanto a los fragmentos existentes en Roma, en las iglesias de la Sta Cruz de Jerusalén y de S. Pedro en Vaticano, cfr. Bedini, op. cit., pág. 40-46.
Un fragmento del Vía Crucis:
Jesús camina jadeante. Cada bache del camino es una insidia para su pie incierto, una tortura para su espalda lacerada, para su cabeza coronada de espinas y herida por un Sol cenital exageradamente caliente que de vez en cuando se esconde tras un entrecielo plúmbeo de nubes, pero que, aun oculto, no deja de abrasar. Está congestionado por la fatiga, la fiebre y el calor.
Pienso que también la luz y los gritos deben torturarlo, y, si bien no puede taparse los oídos para no oír esos gritos descompuestos, sí que cierra los ojos para no ver la vía deslumbradora de sol… Pero se ve obligado a abrirlos, porque tropieza en piedras y pisa en baches, y cada tropezón es causa de dolor porque mueve bruscamente la cruz, que choca con la corona, que se descoloca en el hombro llagado y extiende la llaga y hace aumentar el dolor.
Prof. Lorenzo Ferri, al ser preguntado sobre la llaga de la que se habla aquí, respondió de este modo: “La llaga de la espalda, al lado derecho, se ve en la Sábana, de lo cual conjeturo que Jesús llevó la cruz completa, en el hombro derecho, como asegura María Valtorta”.
4 comentarios
"sobre todo teniendo en cuenta un flagelado no sería capaz portar la cruz entera, tan larga y pesada".
De hecho, Cristo no llevó la cruz todo el camino. Viendo que, evidentemente no podía continuar cargando una cruz tan larga y pesada, los soldados le pidieron a un hombre que pasaba por allí que cargara él con esa cruz.
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Estimado, compartimos la afición.
Aquí he dejado algunas entradas.
Esta página de un aficionado francés a la obra de Valtorta es muy trabajada, con mapas y planos de situación, trayectos recorridos, hasta kilómetros caminados ha calculado según la época del año, número de días que determinados personajes pasaron al lado de Jesús, etc.
Ultimamente ésta opinión (que solo cargó el travesaño) se ha generalizado y ahora casi es dogma,pues quien se atreve a discrepar,pasa por ignorante. Yo pregunto entonces que caso tiene "predicar cargar la cruz" (lamento no encontrar la cita) donde dice: "Carga tu cruz y sigueme" con lo que se elabora toda una teologia de aceptación a la voluntad de Dios,de aceptar el sufrimiento para merecer la gloria o como penitencia por nuestros pecados. Bien dice la escritura "los soberbios no la entienden,solo los humildes y sencillos entienden claramente la palabra de Dios. Una gran excepción fué Santo Tomas quien a la grandeza de su sabiduria unía la grandeza de su humildad,por eso supo entender a Dios y explicarlo a los hombres.
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