El amor es necesario, pero no suficiente
O: “El gran error de la suficiencia del amor para la salvación". Lo de “gran error” es más bien un eufemismo, en realidad se trata de una herejía, grave, ofensiva y corrosiva, muy difundida, normalmente sin darse cuenta, entre amplios sectores de cristianos, especialmente en el occidente. No hace falta que recuerde el Trento: “Si alguno dijere, que el hombre puede ser justificado ante Dios por sus propias obras, ya sean realizadas a través del aprendizaje de la naturaleza humana, o la de la ley, sin la gracia de Dios por medio de Jesucristo, sea anatema.
El amor o las obras de solidaridad si se prefiere, son necesarias para el que cree, si no la fe estaría muerta como dice Santiago, pero el amor no es suficiente. En caso contrario significaría que la naturaleza humana por si sola es capaz de redimirse, lo cual es falso.
Por eso me han llamado mucho la atención las palabras finales de Mons. Alas al comentar el dramático descenso del número de católicos en El Salvador: “…pues al final es la práctica del bien la que Dios va a premiar, tal como lo indica San Mateo en el capítulo 25”. Pues, no es así. Estas palabras del Señor en el Juicio Final se refieren a lo mismo que acabo de decir, es decir, es por lo que digo lo que digo. Estas palabras las dirige el Señor a los que no cuestionaron durante su vida la existencia del Señor, ni desconocieron su mensaje. En otras palabras, sabíais quién era yo, y sin embargo, no me amabais en vuestros hermanos, tal y como teníais que hacer si decís que tenéis la fe. El Señor nos recordará a todos y a cada uno que son necesarias las obras para dar testimonio de nuestra fe.
Es el sentido de pro multis en la consagración. La voluntad de Dios es que todos los hombres se salven, es cierto y San Pablo lo dice, pero también es cierto que el Señor dijo en la Última Cena por muchos, precisamente para subrayar que la salvación no es automática. No es que la misa en la que se diga para todos no sea válida, lejos de nosotros pensar eso, pero lo correcto sería traducirlo bien como por lo demás lo hicieron en Hungría, Gran Bretaña o EE. UU., por ejemplo. La fe y las obras, es necesaria nuestra colaboración.
La fe es necesaria para la salvación, pero tampoco es suficiente. Las obras son necesarias para la fe, pero ni solamente por la fe, ni solamente por las obras nos salvamos (Dios puede salvar, si no, no sería Dios, a las personas que visiblemente no pertenezcan a la Iglesia Católica, por los caminos que solamente él conoce y escruta, pero eso no es el camino ordinario, y siempre es por la gracia de Dios dada por medio de Jesucristo. Uno que no conoce a Jesucristo, se salva si se salva solamente en Jesucristo). Y como la fe es necesaria, y esa fe es únicamente pura y completa u ortodoxa en la Iglesia Católica, no puede ser indiferente si uno es católico o no, o peor, si deja de serlo.
Estas palabras, este error lo diré de esta forma menos estridente, del Monseñor son reflejo de la eterna presencia de la influencia del pensamiento gnóstico en la Iglesia, desde sus orígenes, como señala San Juan en sus epístolas, y como recordaba Juan Pablo II en una de sus cartas al señalar que la Iglesia siempre tuvo que velar por la intromisión del pensamiento gnóstico.
Es el fruto de la insidia de Satanás contra los fieles de Cristo, y si es contra los pastores, más todavía se congratula si consigue que yerren en sus enseñanzas.
Una sencilla mujer, Francisca Javiera del Valle, de oficio costurera, escribió hace un siglo un muy profundo Decenario al Espíritu Santo. En esa obra, describe este error de muchos, fruto de astuto engaño del diablo, con inusual elocuencia y acierto:
“Hemos de prometer este día al Espíritu Santo el guardar, conservar y trabajar cuanto nos sea posible, porque nadie nos puede arrebatar estas virtudes Divinas. Entre las criaturas ninguna sabe, como lo sabe Satanás, lo que valen estas virtudes. Siempre anda como cazador, sin descanso en su busca, a ver si las puede cazar. Cuando él se gloría mucho con la caza que coge, es cuando lo hace por las soledades, porque anda en acecho por la soledad.
Si hace presa, seguras tiene las tres. Pone como blanco la fe, y como ésta hiera, seguras tiene las otras dos; porque las heridas en la fe son de muerte. Si hiere con su flecha infernal a la esperanza o a la caridad, no se gloría tanto con su caza; porque estas heridas sanan pronto.
Pero si hiere en la fe, como esta herida es mortal, ¡cuánto se regocija en ello! Estas virtudes forman las tres como un solo árbol. La raíz y el tronco, es la fe; las ramas, son la esperanza; los frutos, la caridad.
Si cortan las ramas, con su corte queda el árbol sin ellas y sin fruto; pero el árbol no desaparece, porque como existe la raíz y el tronco, pronto echa otra vez las ramas y éstas vuelven a dar frutos.
Pero si lo que quitan del árbol es el tronco o la raíz, pierde las ramas y los frutos de ellas, el árbol desaparece; porque quitados el tronco y la raíz, las ramas y los frutos mueren.”
Es decir, la fe es la primera de las tres virtudes teologales, es la puerta de entrada para las otras dos. De forma que si cae la primera, caen las otras dos. De allí que el enemigo de Dios desde el principio siempre intenta atacar y confundir la fe. Eliminada y dañada esta, consigue todo lo demás que quiere. De allí que, con la caída y la pérdida de la fe, nos vienen todos los demás males.
Decidme, ¿qué pasaría si Constantinopla no se hubiese separado de Roma en 1054? ¿Y qué si Lutero y Calvino no hubiesen llevado a cabo todo lo que hicieron? Creo que en estas dos catástrofes está la raíz de tantos males de la modernidad que padecemos y que padecían nuestros antepasados.
Por eso, cuidar la ortodoxia es el tesoro de los más preciados que hay, si no el mayor, porque detrás vienen todos los demás si creemos de verdad. Timoteo, cuida el depósito de la fe.
Si creemos de verdad. Volviendo al tema de la situación de El Salvador, pregunté sobre la misma a un sacerdote franciscano salvadoreño que perfecciona en España sus estudios teológicos, le pregunté sobre la violencia que asola su país, sobre las bandas de las maras, sobre la penetración de los protestantes, etc.
Lo tienen muy difícil. Una docena de asesinatos diarios, los jóvenes de un territorio de las maras no pueden entrar en el territorio de la otra, pueden ser asesinados sencillamente. Las maras son como una familia para los que no la tienen, y no solamente ellos. ¿Y por qué? Una mujer que se gana el pan con servicios en el hogar, para ganar dos o tres dólares al día, tiene que dejar mientras a su hijo solo en casa. ¿Serán cristianos, o personas humanas siquiera, los que son capaces de pagar dos o tres dólares al día por un trabajo?
¿Y nosotros, qué hemos de hacer? El que tiene dos camisas, que de al que no tenga ninguna, y el que tiene alimentos que haga lo mismo, era parte de la preparación para la acogida del Salvador predicada por el Bautista. Estas obras preparan el terreno para el Señor, muestran la rectitud de intención, preparan, nos las debemos exigir, son bienvenidas y muy buena señal, pero no bastan.
Son necesarias, no suficientes, pero sí necesarias las obras de caridad si uno quiere llamarse cristiano. Si es cierto que sin fe no hay ni esperanza ni caridad, también es cierto que sin obras no sirve ni la eucaristía ni los sacramentos. No sirven, porque no hay caridad. Es un engaño.
En eso es que vienen las confesiones protestantes, vamos a llamarlo así, que no se hacen esperar: ofrecen una lavadora o un frigorífico con tal de irte con ellos. Así, a lo bruto. El dinero viene del norte, es verdad. Ellos están al acecho, y si los pastores no predican la verdadera fe, incitando a los fieles a vivirla, los protestantes arrasarán, y no felicitaré a nadie por ese hecho. Ni creo que a Dios lo agrade, pero lo permite. Piensa por qué.
Algo parecido pasa en el norte de Albania, como me relatan otros misioneros franciscanos que conocen el terreno. Un frigorífico o una lavadora nueva y un protestante nuevo “de regalo”, 2x3. Los musulmanes no son menos agresivos. La musulmana secularizada albanesa que quiera ponerse el velo, el dinero saudí le deja 20 euros en la cuenta, o mejor dicho en la mano, en Bosnia-Herzegovina donde la vida es más cara o las cosas se ponen más difíciles, 50. Tampoco en España no se anda lejos de estas últimas prácticas, teniendo en cuenta el nivel de vida.
En resumen, el diablo está siempre alrededor vuestra cual león rugiente esperando devorar su presa. La defensa es la fe pura, predicada, vigilada y vivida.
7 comentarios
Si entendemos "caridad" en el sentido teológico, entonces sí basta el "amor", porque no puede haber caridad sin gracia de Dios y no puede no salvarse el que muere en gracia de Dios.
Obviamente, el que peca mortalmente contra la fe, (o contra cualquier otra virtud) pierde la gracia, y con ella, la caridad.
Si por "amor" entendemos alguna otra cosa, entonces sí, es claro que no alcanza.
Saludos cordiales.
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Cierto, pero en el contexto apunta a "obras", es decir obras meramente humanas. Caridad, virtud teologal, presupone la fe.
Según este modo de pensar tan difundido, ser "buena persona" y por añadidura, "dado a los demás" y "cercano", bastan para una fulminante canonización "popular".
Por eso al común de la gente no le cuesta aceptar que la Madre Teresa fue una santa, pero cree que lo fue por LO QUE HIZO simplemente. Difícilmente entiendan que fue santa por CÓMO LO HIZO, o mejor, POR QUÉ LO HIZO, a saber por amor a Dios en primer lugar.
Mateo 25, 31.32.46
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Los que creen. A otros Dios también los juzgará, me imagino que según hayan obedecido sus voces reflejadas en la conciencia (en eso se tendrá en cuenta el cómo se ha respondido al anuncio de Jesucristo).
Todos, sin embargo, debemos tener claro que "aunque diera todos mis bienes a los pobres, y no tuviera caridad, no me serviría de nada". Es decir, es posible tener esas obras y que no sirvan.
Por otra parte, es útil recordar las palabras de Maitreya, falso mesías, para darse cuenta de la diferencia:
“la solución para salir de vuestros problemas es compartir los productos de este mundo tan abundante entre vuestros hermanos y hermanas en todas partes”
“el camino del hombre es el camino de la fraternidad, de estrecha cooperación, y de confianza y servicio mutuos."
“Haced que vuestro acto de servicio sea salvar a los que mueren de hambre en el mundo”
Los q defienden esta herejía siempre recurren a Mt 25 para argumentarse.
¿Podría usted explicarme mejor como han de entenderse correctamente estos versículos para yo poder ayudar a los q han caído en esta terrible herejía?(conozco varios casos)
GRACIAS.
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El Señor habla a LOS QUE CREEN, no se sustituye la fe, que es la puerta de entrada a la vida de la gracia, y con ella, a la caridad como don vivido de Dios.
Antes señalé el himno a la caridad de San Pablo: "Si diera todo lo que tengo a los pobres, sin tener caridad, no me serviría de nada". Es decir, existen obras aparentemente buenas, pero no sirven porque están sin Dios.
Si tiene 5 minutos, disfrutará con la siguiente lectura...
ESTA ES LA HISTORIA DE CÓMO DIOS LLAMABA A MI PUERTA Y UN DÍA LE ABRí…
1. ALGO A CERCA DE MI CARÁCTER
Para entender bien mi conversión, es necesario que primero hable un poco a cerca de mi carácter. Siempre he sido una persona muy científica, empírica y racional, rebelde e incrédula ante las cuestiones de fe y religiosas. Desde temprana edad anduve intrigada en temas científicos (me fui por la rama de ciencias). En la adolescencia mi corazón empezó a ponerse rebelde, idealista, libertario... y negué la existencia de Dios (también la divinidad de Cristo, --y hasta llegué a dudar de su existencia real--). Así mismo, y aunque estuve en colegios religiosos, me dejé llevar por las leyendas negras en torno a la Iglesia hasta el punto que me molestaba todo lo relacionado con ella como los curas, las monjas, el papa… me parecían unos hipócritas. Pero ojo!, aunque renegué de Dios y de la Iglesia… sentía cierta admiración por la figura de Jesucristo y por “el mensaje de amor al prójimo“ que ensañaba: “tratar a los demás como a mí me gustaría que me trataran”, pues además, lo encontraba en consonancia con mi propia conciencia. Así que “recorté” el Evangelio de manera que me quedé sólo con las partes que hablaban explícitamente del amor al prójimo. Y así, con este “tijeretazo”, me desentendí de todas las partes del evangelio que se referían, explícitamente, al amor a “Dios Mismo”, aún sabiendo (por las clases de religión) que era el primer mandamiento. Este evangelio recortado, fue lo único que admití del cristianismo.
(Resumiendo: “Yo no necesitaba a Dios ni a la Iglesia. Mi guía era mi propia conciencia, que me dictaba amar al prójimo”)
2. LA FIGURA DE MI MADRE
Para entender bien mi conversión, es también necesario que hable de la figura de mi madre. Sólo diré de ella que amaba mucho a Dios y al prójimo…pero… ojo!: No siempre fue así!… es decir, que ella también tuvo su conversión! (… tendría sobre unos 48 años y yo unos 20). La transformación de mi madre revolucionó a mi familia: fue un milagro alucinante e increíble que tuvimos la gran suerte de disfrutar en “primera fila”. Lógicamente, esta transformación de mi madre me hizo reaccionar y admití finalmente…“Dios sí que existe”… y también que “Jesús tiene naturaleza divina”. (Aclaración: aunque admití la divinidad de Cristo, lo hice con muchas reservas, pues seguía resistiéndome a creer en la veracidad de sus milagros, en su resurrección… y en gran parte de su mensaje.)
Tras admitir la existencia de Dios, empecé a congeniar con mi madre. Yo veía en ella algo especial… algo que me admiraba y me atraía. Mi madre era todo para mí.
Lentamente, y siempre de la mano de mi madre, empecé a entablar una relación con Dios y reconocerlo también como Padre. De vez en cuando oraba (en forma de oración de gracias y oración de petición). Mi madre me insistía en que debía orar.
Es clave que destaque que esta relación con Dios (por mi parte), era una relación “no amorosa”, pues yo nunca contemplé en mis planes “el amarle”…
… Una cosa era admitir su existencia y mantener cierta relación con EL, y otra muy distinta, “pasar por el aro” de tener que amarle!... pues esto, ya era algo “superior a mi”… ¿como diría?… “demasiado humillante?”. La simple idea, la rechazaba de cuajo. (Hacia la figura de Jesucristo, sentía exactamente el mismo tipo de rechazo: lo consideraba “un maestro” y no alguien a quien amar).
Así que con estos “materiales”:
• Admiración-amor-devoción por mi madre.
• “el amor al prójimo” (como anhelo, propósito y filosofía de vida)
• Una “relación” (no amorosa) con Dios-Padre.
• La confianza en “mis propias fuerzas” para cumplir con mi filosofía.
…Seguí “construyendo” mi vida…
…y así pasaron más de 10 años.
3. LLEGÓ LA TORMENTA!
A mi madre le diagnosticaron un cáncer de pulmón e hígado que le empezó a devorar el cuerpo tétricamente… (No puedo describir con palabras el dolor que sentía mi alma ante esta situación. Digamos que, alcancé el máximo de dolor que un ser humano puede llegar a sentir).
La última vez que la vi con vida (una semana antes de su muerte) entré en su habitación llorando, con el alma absolutamente deshecha. Por la expresión en la cara de mi madre, noté enseguida que estaba contrariada por verme sufrir así. Me miró con gesto serio (como ella se ponía cuando me tenía que reñir) y con una voz que apenas le salía del cuerpo me ordenó: “PIDESELO A DIOS”. Recuerdo que yo no pude ni contestar y pensé para mis adentros: “PEDIRLE QUÉ?!...ACASO TENGO QUE PEDIRLE DEJARTE DE QUERER!?
Ella falleció la madrugada del 24 de diciembre de 2006…
… yo ya llevaba meses en actitud de reproche, enfadada con Dios.
4. VIVIENDO EN LAS RUINAS.
Con mucho dolor, “tiré palante”… sin mi madre y “sin Dios”…. Empezaba a vivir en las ruinas… sin intención de mudarme.
Pasados dos años de la muerte de mi madre, y con la ayuda de la llegada al mundo de una nueva hijita, la herida de mi alma empezó a cicatrizar… a pesar de ello, yo insistía en mi enfado con Dios.
A los 3 años y medio de su muerte, ya la ruina era total: mis fuerzas para cumplir mi anhelo de amar al prójimo, estaban muy, muy disminuidas, raquíticas!… mi corazón se había convertido en un hervidero de egoísmo desorbitado, envidia, rencores, odios y demás maldades… yo estaba mal. Mi vida había perdido sentido: no me gustaba mi corazón cada día más empobrecido para amar… no soportaba la idea de tener un corazón tan seco de amor.
Por este tiempo (otoño del 2010), me pasó algo que considero de importancia contar: mi marido y yo habíamos estado almorzando con un matrimonio amigo y después de comer, mi amiga y yo fuimos a dar un paseo por el campo: Como llevábamos tiempo sin vernos (y es muy buena amiga), yo le abrí mi corazón la puse al día con respecto a mi enfado con Dios. Entre las dos, llegamos a la conclusión de que yo tenía que empezar a orar para pedirLE a Dios que solucionara aquella situación de enfado…. (Pues además, recordé que era la última voluntad de mi madre….) Y así lo hice… empecé a hacer una torpe oración diaria, sobre todo por obediencia a mi madre, aunque también porque empezaba a sospechar que el raquitismo de mi corazón provenía de mi enfado con EL.
Así que estuve unas tres semanas haciendo una torpe oración (algunos días, lo más que lograba hacer es mirar al cielo y decir “buenos días, Padre”).
Por aquel entonces, llegó a mis oídos la noticia de que se iban a celebrar en la parroquia unas charlas sobre el evangelio para el fin de semana del 23-24 de octubre. Yo tenía interés por ir, así que lo organicé todo para poder asistir a dichas charlas.
Durante las charlas experimenté una mezcla de enfado, confusión y envidia, desagradable envidia!: allí vi personas que tenían “algo”, “algo que las hacía felices”, “algo” que, claramente, yo no tenía … y las envidiaba por ello.
Aquel domingo, ya finalizadas las charlas, volví a mi casa y retomé mi rutina. Recuerdo que mientras fregaba los platos de la cena resonaban en mi cabeza “tres palabras”: Se me habían grabado en el cerebro pues fueron insistentemente repetidas por una de las ponentes. Estas palabras eran: “El evangelio es AMOR A DIOS Y AL PRÓJIMO”….”AMOR A DIOS Y AL PROJIMO”…”AMOR A DIOS Y AL PRÓJIMO”…
...resonando en mi cabeza…
…Me fui mosqueada a dormir.
Los tres días siguientes tuve mucha confusión y mucha lucha por encontrar “no sabía qué”, pero yo buscaba “algo”.
Las tres palabras seguían resonando.
5. … LA CONVERSIÓN
El jueves (28 de octubre de 2010, nunca olvidaré esta fecha) me levante igual que siempre…. ni por una fracción de segundo osé a imaginar lo que Dios me tenía reservado para ese día.
Mientras preparaba el almuerzo para mis niños, toqué fondo, me paré en seco y me dije: quizás llevo toda la vida equivocada pretendiendo prescindir de amar Dios… ¿será que tengo que amar a Dios?!… ¿PERO CÓMO?, ¿si ni siquiera deseo hacerlo?... …si al menos tuviera sed… (pensé),… Tal vez, la sed me obligue a “beber de ese agua hacia la cual me resisto”……
Yo ya no veía otra salida en mi vida… y entonces, levanté los ojos al cielo y le pedí:
“PADRE, DAME SED DE TI” . Era la primera vez en mi vida yo que le pedía algo así.
Acto seguido, cogí el evangelio (guardaba una biblia en el cajón de los chismajos de la cocina), pero…. Esta vez, (y por primera vez también), lo cogí de forma diferente: lo cogí “entero”, sin recortes y con la absoluta certeza de que entre mis manos sostenía la clave para encontrar lo que estaba buscando. Entonces abrí el evangelio y encontré: (Mt. 22, 37-38) “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primer mandamiento y el más importante.”…. Uy!...De pronto, empecé a sentir un dolor y un arrepentimiento tremendos por nunca haber tenido la más mínima intención de hacer ésto (amar a Dios) y mucho menos a la manera que Jesús mandaba hacerlo (con todo el corazón, toda el alma, toda la mente). Me reconocí terca, insolente, ingrata y rácana, y ya, sin poder contener las lágrimas por el tremendo dolor, busqué nuevamente en el evangelio y encontré: (Lc. 15, 21) “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, no merezco ser llamado hijo tuyo”…. Y llorando, llorando a mares, repetí mil veces estas palabras, pues eran las únicas que daban algo de consuelo al dolor de mi alma.
Sin embargo, a pesar del dolor y en medio de sollozos, empecé a sentir por primera vez en mi vida UNA PAZ como no la había sentido nunca antes, jamás de los jamases. Era una sensación nueva para mí… ¿por fin en paz con Dios!? … ¡¡¿es posible que me esté pasando esto a mí?!!
…Al cabo de un buen rato (ya tranquilizada), me dirigí nuevamente al evangelio….
…Aún quedaba algo importante por hacer… ( si esto tan maravilloso es Dios… ya voy a por todas!)
Y encontré: (Lc. 14, 26) “si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, a su madre, mujer e hijos, hermanos y hermanas y aún también su propia vida, no puede ser mi discípulo”. Entonces tomé conciencia de un paquete grande y pesado con el que había estado cargando durante cuatro años… “un amor por mí madre mal entendido”. Supe que era obligatorio soltar ese lastre para pasar por “la estrecha puerta”. Así que, aunque resistiéndome a hacerlo, y no sé ni cómo, pero lo solté!…. Y entonces… me sentí extrañamente liberada… y fácilmente… “entré”.
(nota: con el tiempo he comprendido el significado de la orden que mi madre me dio en su lecho de muerte… la frase completa podría haber sido: “pídeLE a Dios… amarLE a EL más de lo que me amas a mí”…
… ella me quería de verdad….
(Quiero aclarar que soltar este lastre, es lo más difícil que he hecho en toda vida: tuve que recurrir a todas mis fuerzas para lograrlo, y aún así, tengo la certeza, de que ni todas mis fuerzas hubiesen sido suficientes si Dios mismo no me hubiese estado impulsando en este esfuerzo.)
Así que coloqué a DIOS, mi recién estrenado amor, en el lugar más privilegiado de mi corazón, que hasta aquel entonces, estuvo ocupado por mi madre...
(... y… curiosamente y aunque resulte paradójico, desde que hice esto, quiero a mi madre todavía más que antes!… y.... cada día la quiero más!)
Ya por la tarde, y ya sintiéndome más calmada, tuve la clara convicción y necesidad de ir a confesarme oficialmente, pues, para mi sorpresa! esta reconciliación con Dios, trajo consigo la reconciliación con la Iglesia!…. Me encantó confesarme (no lo hacía desde que me casé y porque me obligaron) y desde ese día empecé a ir a misa los domingos. (La Eucaristía ha pasado de ser “un rollo” –no ponía un pie en misa- a ser un verdadero disfrute cada domingo!)
Me sentí renacida, feliz, pues sentí tener POR FIN lo que, en verdad, llevaba toda la vida buscando, toda la vida soñando… y mi deseo de amar al prójimo… RENACIO con una fuerza nueva!
Deseaba darle a Dios todo el amor que durante toda mi vida le había estado negando…. Corresponder! al Amor que EL siempre me ha tenido! Quería amarLE con toda el alma, con toda la mente y con todo el corazón!… ir a misa los domingos, cantarle, orar… pero sobre todo… darle su delicia … cumplir SU MANDAMIENTO de amar al prójimo!
… pero, ahora, ya no sólo desde mis fuerzas… sino…
… por SU GRACIA…
…Y PARA AGRADARLE… PARA SERVIRLE… PARA SU GLORIA!
Ahora, abrazo el evangelio completo: AMO A DIOS, deseo amarLE cada día más y LE doy gracias por ello con cada latido de mi corazón.
Del amor por ÉL, brota la Gracia, la motivación y el impulso para cumplir SU MANDAMIENTO DE AMOR…
…EL está limpiando mi corazón y transformándolo en un corazón obediente y amoroso…
… obedecer SU MANDAMIENTO es la bendita obligación por la que me esfuerzo y me gozo cada día…
… y SU GRACIA en mí… la sobrecogedora maravilla que hace mi corazón latir, mis ojos brillar.
GRACIAS!, PADRE!: ALELUYA Y GLORIA A TI POR SIEMPRE, SEÑOR!
(Jn. 15, 5): “Yo soy la vid y vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”.
Con el tiempo he comprendido que todos aquellos años en los que estuve esforzándome en amar al prójimo (sin intención de amar a Dios), es como si hubiese estado edificando en la arena (mi amor era endeble, desde mis fuerzas, sin columna vertebral) no en la roca, pues desoí deliberadamente el Primer Mandamiento….y la tormenta destrozó mi edificación.
Sin amar a Dios, no tenía verdadera caridad*, sólo tenía ideología. Una flaca fuerza de voluntad con la que sobre todo buscaba mi bienestar emocional. Un humanismo que se desinflaba enseguida.
Mi estado era permanentemente de insatisfacción, descontento y vacío interior.
El cristianismo no es una simple ideología ni un sistema ético. Es una transformación sobrenatural del corazón que te lleva a vivir en plenitud de gozo; Es un corazón enamorado de Dios del que brotan ríos de amor a los demás.
¡Cuánto he sufrido toda mi vida sin amarte, Mi Dios!
¡Por fin encontré mi vocación y la fuerza para seguirla!
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*CARIDAD (definición según el catecismo): La Caridad es la virtud sobrenatural por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos, por amor a Dios.
Tengo un familiar gravemente enfermo, lo que ha supuesto una conmoción brutal para toda mi familia y allegados. Cuando se lo hicimos saber al padrino de bautismo, que es sacerdote, nos dijo: "Ustedes la quieren mucho, pero Dios la quiere infinitamente más".
Pues a eso: Dios te quiere infinitamente más de lo que tú puedas llegar a quererle, así que intentar quererle como nos enseña el 1er. mandamiento es una simple razón de justicia.
Es lo mínimo de lo mínimo y además, lo primordial.
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Milenko, eso que señalas es un poderoso motivo para la re-evangelización de nuestras secularizadas sociedades, secas de Dios. Porque por la fe sabemos que muchos esfuerzos meramente filantrópicos (pienso en las infinitas ONGs y en tantos héroes anónimos como seguramente hay) son hechos desde la mejor buena voluntad, pero por ser sarmientos separados de la vid se secan sin fruto y mueren. ¡Qué picardía, qué desperdicio!. Patético ciertamente.
Acercarles el fuego de la Fe les permitirá a esas almas "abrir una cuenta corriente" en el Cielo, con la cual podrán "capitalizarse" para "ganarse" allí un lugarcito.
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