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- El Cristo de los modernos es un hijo de carpintero que su elocuente reivindicación de la justicia social erige en prototipo de la inteligentzia revolucionaria.
O, alternativamente, el símbolo mítico de la humanidad divinizada.
Qué lerdos, sin embargo, esos lectores a quienes no intimida ese extraño personaje que cruza los páramos evangélicos como una borrasca nocturna.
El agitador crucificado se parece más al Pantocrator bizantino que al dechado de las asistencias sociales.
- El catolicismo languidece cuando rehúsa nutrirse de substancia pagana.
Los convidados declinan la invitación al festín celeste cuando les advierten que el Walhalla no lo prefigura.
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