Oraciones (II)
El alma – [1] «Señor, ayúdame en la tribulación, porque es vana la salud del hombre» (Sal 59,12).
¿Cuántas veces no hallé fidelidad donde pensé que la había? ¿Cuántas veces también la hallé donde menos lo pensaba?
Por eso es vana la esperanza en los hombres; mas la salud de los justos está en ti, ¡oh Dios!
Bendito seas, Señor, Dios mío, en todas las cosas que nos suceden.
Flacos somos y mudables; presto somos engañados, y nos mudamos.
[2] ¿Qué hombre hay que se pueda guardar con tanta cautela y discreción en todo, que alguna vez no caiga en algún engaño o perplejidad?
Mas el que confía en ti, Señor, y te busca con sencillo corazón, no resbala tan fácilmente.
Y si cayere en alguna tribulación, de cualquier manera que estuviere en ella enlazado, pronto será librado por ti, o consolado; porque no desamparas para siempre al que en ti espera.
Raro es el fiel amigo que persevera en todos los trabajos de su amigo.
Tú, Señor, tu solo eres fidelísimo en todo, y fuera de ti no hay otro semejante.
Tomás de Kempis, La Imitación de Cristo; capítulo 45. Ed. San Pablo.