Escuchando algunas homilías se puede constatar hasta donde se ha llegado con la aplicación abusiva de los métodos histórico – críticos a la exégesis de los evangelios.
Es cierto que muchas veces se apela a dichos métodos en mor de una mejor comprensión y adaptación a los tiempos que corren, tiempos que se presumen racionales y científicos, pero sólo en la superficie ya que, rascando únicamente un poquito, nos muestran precisamente lo cercano que se encuentran a la magia.
Por el contrario, el resultado obtenido de la aplicación descarnada de esta exégesis no puede ser más nefasto ya que, al fin y a la postre, la buena intención no basta para no cometer un mal.
Un ejemplo lo tenemos en la lectura del Evangelio del día de ayer: las Bienaventuranzas. En los evangelios tenemos dos versiones de las Bienaventuranzas, la narración que hace San Mateo y la que hace San Lucas. Ambas se desarrollan en ambientes distintos. Así, mientras San Mateo nos cuenta que Jesús las profirió en lo alto de un monte, San Lucas nos dice que, por el contrario, Jesús se encontraba en un llano.
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