Septuagésima: Exposición dogmática. Domingo de Septuagésima
Forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia
EXPOSICIÓN DOGMÁTICA.- El Tiempo de Septuagésima, que abre el ciclo de Pascua, entra de lleno en el tema de de la liturgia de Cuaresma y del Tiempo Pascual, a saber: el paso de la humanidad del estado de decadencia humana. En maitines relee el Antiguo Testamento para que adquiramos conciencia de nuestra miseria.
El primer domingo recuerda el pecado original con la caída de nuestro primer padre (Septuagésima). Luego viene el cuadro lamentable de sus consecuencias funestas, con la perversión de los hombres y el diluvio universal, que es su castigo (Sexagésima). El gesto de Abraham preparándose para inmolar a su hijo presagia el sacrificio que va a exigir Dios de su propio Hijo, en expiación de las transgresiones cometidas por la humanidad (Quincuagésima).
En la misa, después de un angustioso, aunque confiado llamamiento al socorro divino (introito de los tres domingos), hallamos en las epístolas de san Pablo una apremiante invitación a la fidelidad y al esfuerzo, así como a la caridad, de laque hace un elogio admirable. Vienen luego los evangelios, llenos totalmente de la esperanza de la salvación. La parábola de los obreros de la viña muestra que la redención se extiende a todas las edades; la del sembrador, que llega a todo hombre que recibe la palabra de Dios; la curación del ciego de Jericó, que sigue al anuncio de la pasión, proclama ya el paso de las tinieblas a la luz.
Esta liturgia, en que la miseria y la extensión del pecado imploran la redención anunciada, sirve de la introducción admirable a la Cuaresma y a la liberación pascual.
Notas de Liturgia: Septuagésima es preludio de Cuaresma, cuya austeridad y carácter penitencial anuncia. Aún no se impone el ayuno; pero ya es morado el color de los ornamentos y se suprimen los cantos de júbilo, el Gloria y el aleluya.
Introito. Salm 15, 5.7, 2-3
Circumdedérunt me génitos mortis, dolóres inférni circumdedérunt me: et in tribulatióne mea invocávi Dóminum, et exaudívit de templo sancto suo vocem meam. Ps. Díligam te, Dómine, fortitúdo mea: Dóminus firmaméntum meum, et refúgium meum, et refúfium meum, et liberátor meus. Glória.
Cercáronme los lazos de la muerte, aprisionábanme las ataduras del sepulcro; en mi angustia invoqué al Señor, y él oyó mi voz desde su templo santo. Salmo. Te amaré, Señor, fortaleza mía; el Señor es mi firmeza, y mi refugio, y mi libertador. V. Gloria, al Padre , y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Colecta.
Preces pópulo tui, quásemus, Dómine, cleménter exáudi: ut, qui juste pro peccátis nostris afflígimur, pro tui nóminis glória misericórditer liberémur. Per Dóminum nostrum Jesum Christum.
Te rogamos, Señor, escuches clemente las súplicas de tu pueblo, para que los que somos justamente afligidos por nuestros pecados, seamos librados misericordiosamente por la gloria de tu nombre. Por nuestro Señor Jesucristo.
Epístola. 1 Cor. 9,24 – 27. 10, 1-5
No basta pertenecer al pueblo de Dios y beneficiarse de su gracia. Para los cristianos, como para los judíos, la victoria final de el premio de la lucha. Hemos de luchar contra las tentaciones del mal y mostrarnos fieles a Dios.
Fratres: Nescítis quod ii qui in stádio currunt, omnes quidem currunt, sed unus áccipit bravíum ? Sic cúrrite, ut comprehendátis. Omnis autem qui in agóne conténdit, ab ómnibus se ábstine : et illi quidem ut corruptíbilem corónam accípian ; nos autem incorrúptam. Ego ígitur sic curro, non quasi in incértum : sic pugno, non quasi áërem vérberans ; sed castígo corpus meum, et in servitútem rédigo : ne forte cum áliis praedicáverim, ipse réptobus effíciar. Nolo enim vos ignoráre, fratres, quónima patres nostri omnes sub nube fuérunt, et omnes mare transiérunt, et omnes in Móyse baptizáti sunt in nube, et in mari : et omnes eámdem escam spiritálem manducavérunt, et omnes eúmdem potum spiritálem bibérunt (bibébant autem de spiritáli, consequénte eos, petra : petra autem erat Christus) : sed non in plúribus eórum beneplácitum est Deo.
Hermanos: ¿No sabéis que los atletas que corren en el estadio, todos corren, mas uno solo alcanza el premio? Corred de manera que lo ganéis. El que lucha en la arena se impone mil privaciones; ellos para recibir una corona corruptible; mas nosotros, incorruptible. Pues yo corro no como a la ventura; peleo, no como quien azota al viento; antes castigo mi cuerpo y lo reduzco a servidumbre, para que no suceda que, después de predicar a los demás, sea yo reprobado. Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos pasaron el mar Rojo, y todos dirigidos por Moisés, fueron bautizados en la nube y en el mar; y todos comieron un mismo manjar espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual (porque bebían de una piedra misteriosa que los iba siguiendo: y la piedra era Cristo); sin embargo no fueron los más de ellos los que agradaron a Dios.
Gradual. Salm 9,10-11.19-20
Adjútor in opportunitátibus, in tribulatióne: sperent in te, qui novérunt te: quóniam non derelínquis quæréntes te, Dómine. ℣. Quóniam non in finem oblívio erit páuperis: patiéntia páuperum non períbit in ætérnum: exsúrge, Dómine, non præváleat homo.
Auxiliador eres en el tiempo oportuno, en la tribulación; esperen en ti los que te conocen, porque no abandonas a los que te buscan, Señor. V. Porque el desvalido no será siempre olvidado, ni se verá frustrada para siempre la esperanza de los humildes. ¡Levántate, Señor, no triunfe el hombre!.
Tracto. Salm. 129, 1-4
De profúndis clamávi ad te, Dómine: Dómine, exáudi vocem meam. ℣. Fiant aures tuæ intendéntes in oratiónem servi tui. Si iniquitátes observáveris, Dómine: Dómine, quis sustinébit?. Quia apud te propitiátio est, et propter legem tuam sustínui te, Dómine.
Desde lo más profundo he clamado a ti, Señor; Señor, oye mi voz. v. Estén atentos tus oídos a la oración de tu siervo. v. Si tienes en cuenta nuestras iniquidades, Señor, ¿quién podrá subsistir? v. Pero en ti se encuentra el perdón, y por tu Ley espero en ti, Señor.
Evangelio Mat 20, 1-16
Dios llama a todos los hombres a trabajar en su viña; pero, sea cual fuere la hora en que se les invita, la recompensa final, siempre libre y magnánima, sobrepasa con mucho al trabajo realizado.
In illo témpore : Dixit Jesus discípulis suis parábolam hanc: Símile est regnum cælórum hómini patrifamílias, qui éxiit primo mane condúcere operários in víneam suam. Conventióne autem facta cum operáriis ex denário diúrno, misit eos in víneam suam. Et egréssus circa horam tértiam, vidit álios stantes in foro otiósos, et dixit illis: Ite et vos in víneam meam, et quod justum fuérit, dabo vobis. Illi autem abiçérunt. Íterum autem éxiit circa sextam et nonam horam: et fecit simíliter. Circa undécimam vero éxiit, et invénit álios stantes, et dicit illis: Quid hic statis tota die otiósi? Dicunt ei: Quia nemo nos condúxit. Dicit illis: Ite et vos in víneam meam. Cum sero autem factm esset, dicit dóminus víneæ procuratóri suo: Voca operários, et redde illis mercédem, incípiens a novíssimis usque ad primos. Cum veníssent ergo qui circa undécimam horam vénerant, accepérunt síngulos denários. Veniéntes autem et primi, arbitráti sunt quod plus essen acceptúri : accepérunt autem et ipsi síngulos denários. Et accipiéntes murmurábant advésus patremfamíias, dicéntes: Hi novíssimi una hora fecérunt, et pares illos nobis fecísti, qui portávimus pondus diéi, et æstus. At ille respóndens uni eórum, dixit: Amíce, non fácio tibi injúriam: none ex denário convenísti mecum? Tolle quod tuum est, et vade: volo autem et huic novíssimo dare sicut et tibi. Aut non licet mihi, quod volo, fácere? an óculus tuus nequam est, quia ego bonus sum ? Sic erunt novíssimi primi, et primi novíssimi. Multi enim sunt vocáti, pauci vero elécti.
En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: Es semejante el reino de los cielos a un hombre, padre de familia, que salió muy de mañana a ajustar obreros para su viña. Y, habiendo convenido con los obreros en darles un denario por día, los envió a ella. Y, saliendo cerca de la hora de tercia, vio otros en la plaza que estaban ociosos. Y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que fuere justo. Y ellos se fueron. Volvió a salir cerca de la hora de sexta y de nona, e hizo lo mismo. Salió, por fin, cerca de la hora undécima, y vio otros que se estaban allí, y les dijo; ¿por qué estáis aquí todo el día ociosos? Y ellos le respondieron: Porque ninguno nos ha contratado. Díceles: Id también vosotros a mi viña. Al venir la noche, dijo el dueño de la viña a su mayordomo; Llama a los obreros, y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta los primeros. Cuando vinieron los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada cual su denario. Al llegar los primeros, creyeron que les darían más; pero no recibieron sino un denario cada uno. Y al recibirlo murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos últimos sólo han trabajado una hora, y los has igualado a nosotros, que hemos llevado el peso del día y del calor. Mas él dijo: Amigo, no te hago ningún agravio; ¿no conviniese conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo y vete; pues quiero yo dar a éste, bien que sea el último, tanto como a ti. ¿no me es lícito hacer de lo mío lo que quiera? ¿O has de ver con malos ojos, porque yo soy bueno? Así que los últimos serán los primeros, y los primeros, últimos; porque muchos son los llamados y poco los escogidos.
Arrojado Del paraíso terrestre en que dios le había colocado, siente el hombre su profunda miseria e implora la misericordia divina.
El sufrimiento y la muerte, consecuencia del pecado, pesan sobre nosotros. Y bajo la carga de estas miserias, todos, con la Iglesia, nuestra madre, al frente, elevamos al Señor nuestros gritos de socorro. Grande es la desolación del hombre y persistiría sin remedio si tan pronto como cayeron nuestros primeros padres no nos hubiese Dios prometido un Salvador; a este Salvador guía la Iglesia nuestras miradas. Con ella caminamos hacia Pascua. Al mismo tiempo que nos hace tomar conciencia de nuestro infortunio, infunde en nuestras almas toda la fuerza de la esperanza cristiana, fundada sobre la fe en Cristo redentor.
Nosotros debemos aceptar las leyes de nuestra redención. La salvación es un don gratuito que adquiere para nosotros el Salvador; pero a condición, sin embargo, de que, respondiendo a la invitación divina, acudamos a trabajar en la viña del padre de familias
Misal diario y vesperal.
XV edición.Dom Gaspar Lefebvre y los monjes benedictinos de la Abadía de San Andrés.Tr: P.Germán Prado y los monjes de la Abadía de Silos.
Hoy, 8/2/2.009, sigue ejerciendo el sacerdocio y la docencia el autor de este artículo
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El texto está sacado del Misal de Dom Gaspar Lefebvre.
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