La apuesta por la vida: la única ley progresista
La vicepresidenta Fernández de la Vega está a punto de parir. No, no se asusten, no va a tener un hijo, sino una idea. La ministra tiene un embarazo mental que la llevará a alumbrar una ley vanguardista sobre el aborto: es decir, que nos traerá aborto libre y a tutiplén.
Según la vicepresidenta, la ley actual no cubre todos los derechos «de las personas que se ven afectadas por una situación tan horrorosa como interrumpir un embarazo», cosa que es verdad, ya que la norma no tiene en cuenta el derecho de la persona que se está gestando en el vientre de la madre.
Lo que pasa es que en esta justificación la ministra utiliza unos conceptos que han perdido su contenido semántico para una parte importante de la sociedad. Ella hace referencia a la persona, es decir, lo que los clásicos definían como substancia individual de naturaleza raciona. En este sentido, la palabra persona no significa lo mismo para un regre, más teniendo en cuenta la confusión añadida al extender ciertos derechos humanos a los simios.
Otro concepto oscuro es el de «interrupción del embarazo», concepto horrísono y malévolo que no esconde más que un asesinato.
Sin embargo, lo pero es la afirmación final realizada por la viceministra: «La última palabra la tiene el parlamento». ¿Desde cuándo un Parlamento tiene derecho a promulgar una ley injusta? ¿Cuál es su fuerza? ¿Quién le ha dado permiso para, sustrayendo la voluntad de las personas, legislar sobre este tipo de asuntos? ¿Qué legitimidad tiene un Parlamento para imponer una ley inicua?
Bajo esta confusión semántica se mueven los políticos a los que los ciudadanos dejamos deshacer, como si no fuese asunto nuestro, pero lo cierto y verdad es que se están apropiando el derecho de legislar sobre la vida y la muerte.
Dice la viceministra que quiere hacer una ley vanguardista sobre el aborto. Olvida que la única ley vanguardista, avanzada, es aquella que lo prohíba, que garantice el derecho del niño y que ayude a las madres que se encuentran en una situación difícil a tener al niño.
No hay ley más vanguardista que la que apueste por la vida.
4 comentarios
Una sociedad que elimina a sus hijos se autodestruye
Seria una buena ley limitar los beneficios de grandes bancos, electricas, constructoras, pero eso sería atreverse con los fuertes.
Pues no, vamos a dar facilidades para destruir las vidas más débiles, las de los que estan por nacer, las de los que por enfermedad crónica, dolores agudos, etc., en vez de proponerles unos cuidados paliativos, un entorno amable, destruyamosles. ¿Y lo siguiente?
Lo siguiente es que si tienes una enfermadad crónica, si tienes alguna malformación, si eres -o se te considera- homófobo, si no eres politicamente correcto.........
Ahora... eso sí: en lo tocante al bolsillo ahí la gente espabila. ¿Y el dinero que dan las clínicas abortidtas? ¿Y lo baratito que sale matar al abuelo en lugar de tenerlo con vida y así además todos heredamos unas migajas?
Vivimos en una España mísera: tan mísera como en tiempos del Lazarillo.
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