¿Una cortina de humo o amenaza? Liberticidio
La vicepresidente del des-gobierno de Ex – paña, amaga con atizar a los católicos a través de la revisión de la ley orgánica de Libertad Religiosa. Sin embargo, es posible que esto sea una cortina de humo para tapar la crisis galopante que estamos atravesando, los últimos desmanes del gobierno, como los del «Playa de Bakio», una próxima negociación con ETA, o bien un arma con la que chantajear a los obispos en la próxima renovación de las estrellas de la COPE: con el PSOE nunca se sabe.
Ya la legislatura pasada el partido gobernante venía amenazando a la Iglesia tanto en su vertiente económica (denuncia de los acuerdos Iglesia – Estado), como en la vertiente moral (ampliación de la ley del aborto e instauración de la eutanasia), por lo que tampoco se puede descartar que el PSOE quiera realmente echarle un pulso a la Iglesia.
A diferencia de la derecha de pitiminí española, «la PSOE» tiene ideas y si para implantarlas hace falta promulgar una ley o modificar otra ya existente, lo hará sin ningún género de dudas.
El PSOE siempre ha soñado con recluir la fe en el ámbito de lo privado, de manera que la religión no impregne ni lo político, ni lo social – exceptuando la ayuda a los más desfavorecidos -, ni por supuesto lo moral. A lo mejor lo que pretenden es meter a los católicos en la sacristía por/a la fuerza.
La vicepresidenta quiere avanzar en la «laicidad», enunciado que no deja de ser un arcano ya que puede significar cualquier cosa y garantizar la libertad de conciencia. Tomado al pié de la letra, parece que este gobierno se va a encerrar directamente en la prisión ya que ha sido precisamente él, el que ha violado la conciencia de los padres y de los hijos de estos, al imponer la moral de Estado a través de la EpC, pero dudo mucho que su intención de garantizar la libertad de conciencia pase por la flagelación, igual que la penitencia que Enrique II tuvo que satisfacer por el asesinato de Santo Tomás Becket.
¿Cómo se garantiza la libertad de conciencia? Definiendo y estableciendo qué es precisamente la libertad de conciencia. Todo lo que vaya en contra de esta libertad de conciencia, habrá de ser castigado. En definitiva, como la conciencia es un sagrario, lo que quiere el PSOE es robar el sagrario, profanarlo, vaciarlo y rellenarlo de nuevo con todas las ideas progres.
Durante la segunda república la izquierda intentó a lo bestia, acabar con los católicos, ahora ZP quiere por vía legal, en plan fino, borrar todo lo que huela a catolicismo. Sin embargo no hay nada que temer, la Iglesia es indefectible.
Al laicismo radical se le contesta con un compromiso radical. La victoria es nuestra.
5 comentarios
Las certezas subjetivas reinan soberanas en el fuero interno de las personas porque no existen criterios universalizables para convencernos de que, v.g., no queremos a la persona amada, que aquel en quien confiamos nos defraudará, que debe producir más gozo contemplar un cuadro de Velazquez que el graffiti de una pared, que los ángeles que veo son en realidad demonios, o que Alah es más misericordioso que Yahvé.
Pero esta soberanía en el ámbito privado de las creencias religiosas, sentimentales y estéticas tiene la contrapartida en su obligada reclusión, ya que en el momento en el que intentamos enarbolarlas en el ámbito público -en el del acuerdo, la justificación, la razón-, su subjetividad lleva directamente a la confrontación con el prójimo. La imposibilidad del creyente de convencer al otro para que vea lo que a él se le aparece diáfano provoca que la verdad privada sólo sobreviva en el ámbito público mediante la imposición más o menos violenta, y por ello surge la laicidad como consecuencia ético-política de la diferenciación de ambos dominios.
No me resigno a , que por ser creyente, se coarten mis libertades ciudadanas como son la libertad de expresión y de pensamiento. Hoy en día se puede manifestar todo el mundo, expresando su orgullo, sus adhesiones, etc, etc... pero parce que los católicos deben recluirse y abstenerse.
En esta sociedad podemos convivir todos sean cuáles sean sus ideas; ¿dónde está el respeto?, ¿en la eliminación del otro que no piense como nosotros?
No quiero un Papá-Estado que me diga lo que tengo que pensar, que se limite a gestionar los recursos materiales que para el pensamiento ya hay expertos y posibilidad de elegir.
- Las «creencias sentimentales» se hacen públicas de continuo: el matrimonio, por ejemplo, es entre otras cosas una consecuencia pública de algo que concierne a la conciencia y a los sentimientos particulares de quienes lo contraen.
- El arte también es un fenómeno público: hay museos, hay premios nacionales otorgados por el gobierno, hay monumentos en la vía pública pagados con el dinero de los contribuyentes por más que a estos les desagrade estéticamente ese arte, hay multitud cine español que no gusta a los españoles pero que es financiado con dinero público,... Al personal le podrá gustar o no el cuadro de las Meninas, el Guernica, etc. pero tienen que saber algo de ellos para aprobar selectividad.
- Por lo mismo, quien quiera dar testimonio público de sus creencias, quien quiera acudir a celebraciones religiosas, manifestaciones públicas de piedad o educar a sus hijos en la fe que él profesa, tiene perfecto derecho a hacerlo, sin que nadie le pueda con justicia imponer que es lo que procede y que es lo que no procede manifestarse en el ámbito público.
- En las manifestaciones públicas de las creencias religiosas, la confrontación contra el prójimo no tiene porque darse si el prójimo tiene un mínimo respeto por la conciencia de los demás.
- ¿Por qué el laicismo violenta a las personas presentándose como el único señor y administrador de lo público, e impidiendo que la gente pueda compartir públicamente aquello que ha decidido que es lo más importante de su vida?
Toda sociedad se da una serie de instituciones encargadas de regular la convivencia de la manera más inteligente posible, estableciendo normas de obligado cumplimiento para todos. En particular existen sociedades democráticas y donde se reconoce la libertad de conciencia. Este derecho es históricamente muy reciente y extraño, ya que abre la posibilidad de que los miembros de una comunidad -actores, por tanto, de un proyecto mancomunado- se conviertan en individuos autónomos, capaces incluso de objetar contra las leyes de la polis. Para posibilitar esta aparente contradicción se instituye la laicidad, que supone, en primer lugar, la necesidad epistemológica de diferenciar muy tajantemente los ámbitos de justificación privado y público, y en segundo lugar, el establecimiento de un principio ético de la verdad que legitime nuestros comportamientos en función de que puedan ser o no universalizables.
Los ejemplos más claros de instituciones sociales sometidas a una estricta observancia de la laicidad son las instituciones científicas y las políticas. En ellas, el tránsito de creencias y verdades demostrables tiene que estar muy bien separado, porque sus resultados nos afectan de manera directísima a todos.
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