¿Qué pasa con nuestros hijos? (I)
Las recientes violaciones a menores por menores, en Baena (Córdoba) y en Isla Cristina (Huelva), requieren una reflexión.
Aunque una reforma de la ley del menor resulte conveniente, no es suficiente. Es una solución coyuntural a un problema estructural - pero necesaria, por otro lado -. A pesar de la persuasión que introduciría la ley, el medio diluye y socava la moral social y personal; por otro lado, de nada sirve modificar una ley si no se dota de más policías a un cuerpo de seguridad exangüe. El freno moral es la mejor forma de evitar el delito y precisamente, de esto se carece hoy.
Nuestra sociedad está genitalizada en exceso. La actividad sexual se considera el fin primario y único a la cual hay que iniciarse lo antes posible. Esta visión de la vida, como continuación del pene o de la vagina se promueve desde arriba (los políticos en el sistema educativo) y desde abajo (las propias familias están presas de los mass media, mostrándose no ya incapaces, sino a gusto con dicha situación); de izquierda a derecha.
No es cuestión de leyes, sino de frenos morales, de bien común, de respuesta social a la pregunta ¿hacia dónde vamos?, ¿cuál es el bien que como conjunto debemos perseguir?.
Me propongo en este y los siguientes artículos hacer una aproximación que explique el porqué hemos llegado a esta situación y cómo podríamos salir de la misma. Evidentemente no me he propuesto realizar una enumeración exhaustiva de las causas que nos han llevado a la situación actual, pero sí estarán las que a mi juicio son las principales.
1º.- La pérdida del sentido del matrimonio y sus fines
El matrimonio es una realidad de derecho natural. Es una verdad de razón, abierta a la fe y que se perfecciona por la acción misma de Cristo.
El matrimonio es una relación entre un hombre y una mujer con el fin de la procreación; la procreación es el efecto natural de la unión conyugal, de ahí que sea su finalidad intrínseca: el hombre ama y la naturaleza genera.
El matrimonio es una sociedad conyugal, la unión de cuerpos y almas: unión de almas por el amor, cuya expresión jurídica sería el consentimiento; y unión de cuerpos por el acto conyugal como principio generativo. El matrimonio es una societas porque es radicalmente ley natural, entendida como inclinación racional, tendencia a unirse con otra persona de distinto sexo, no un instinto ciego.
Precisamente en la actualidad se ve un desplazamiento del término sociedad por el de comunidad, pero no con el objeto de iluminar la función del amor en el matrimonio, sino con otro espúreo y dañino: orillar la idea de que el fin del matrimonio es la procreación de los hijos.
Por otro lado, el matrimonio es una unión mucho más profunda que un mero enlace entre actividades y fines. El sentido profundo del matrimonio es la unidad de naturalezas. Siendo el hombre y la mujer plenamente personas, no poseen de la misma manera aspectos accidentales de la naturaleza humana: uno posee la virilidad y otra la feminidad, como características. Dichas estructuras son complementarias:
- En el orden de las necesidades y funciones de la especie.
- En la esfera de la sociedad civil y dentro de ésta.
- En el orden de la función generativa, que comporta la formación de la familia.
Los fines del matrimonio en síntesis son dos: la procreación y educación de los hijos y la ayuda mutua. El amor no es un fin del matrimonio. Por otro lado el matrimonio está ordenado por la naturaleza humana y no algo dejado a la autonomía personal; la estructura jurídica es inherente al matrimonio considerado como totalidad.
Los tres rasgos esenciales del matrimonio son los siguientes:
- Bonum prolis.
- Bonum fidei
- Bonum sacramenti
El bonum fidei y el bonum sacramenti delimitan las fronteras frente al adulterio y a la fornicación, mientras que el bonum prolis separa las relaciones conyugales honestas con las desordenadas. De esta manera, el bonum fidei se identifica con la monogamia y la fidelidad, el bonum sacramenti, con la indisolubilidad.
Hoy el matrimonio sufre una desestructuración promovida por los propios poderes públicos. Así el mismo Estado interviene sobre el «ius connubii» ilegítimamente, ya que no se limita a evitar las desviaciones y los abusos, sino que actúa directamente sobre su esencia; por un lado, el matrimonio ya no es exclusivamente la unión entre un hombre y una mujer, sino que se ha extendido a las personas del mismo sexo; por otro,gracias a las leyes divorcistas, el matrimonio ya no es indisoluble.
Otro de los atentados que sufre la relación conyugal se refiere tanto a su propio fin, como a los dos aspectos de este fin, el procreativo y el unitivo. Respecto al fin del matrimonio, hoy podemos decir que se ha disociado la generación del acto conyugal de forma que ya no hace falta no sólo casarse, sino siquiera unirse concubinariamente para tener hijos.
También se ha separado el acto conyugal de sus dos aspectos, unitivo y procreativo, como he dicho. Las técnicas reproductivas permiten hoy tener hijos sin necesidad que los esposos se unan en el acto conyugal. Se ha llegado a tal perversión que es posible que los esposos tengan hijos con la participación de una persona extraña al matrimonio.
En el otro extremo al caso anterior tenemos la planificación de los nacimientos mediante la utilización de métodos anticonceptivos no naturales.
Este ataque tanto al doble aspecto del acto conyugal, como al fin del matrimonio ha llevado inexorablemente a la cosificación de los hijos. Los hijos no son recibidos como un regalo, como un bien del matrimonio, sino como cosas que responden a la voluntad única y exclusiva de los esposos: aquí y ahora.
En vista a todo lo anterior podemos decir que el matrimonio como tal ya no existe, excepto dentro de la Iglesia Católica. Se ha procedido a un acoso y derribo de la institución matrimonial, promovida tanto desde el poder legislativo como desde el interior de la sociedad.
7 comentarios
¿Que pasa con nuestro hijos?
Pues que como jóvenes-viejos lobos desesperados de la jeraquía natural se subleban comiéndose no ya la mejor tajada; sino a sus propios padres. Y hermanos menores.
Hasta que venga el que ya está viniendo. Y obligue, aunque no lo quieran, a respetar la Ley.
¿Qué ejemplo más claro de eso que la nueva ley del aborto, que permite deshacerse del hijo por ...(da igual, no hacen falta explicaciones) durante esas primeras catorce semanas de su vida que esta al cuidado de sus padres?
Nos olvidamos con frecuencia del efecto pedagógico de las leyes.
Por cierto, me han pasado un enlace a este vídeo, en el que aparecen un padre y su hijo participando en un triathlon, y quiero compartirlo con vosotros:
http://www.tangle.com/view_video?viewkey=8cf08faca5dd9ea45513
Querido Rastri: me he quedado muy intrigado con la última frase que ha dado en su respuesta, en concreto esta: "Hasta que venga el que ya está viniendo. Y obligue, aunque no lo quieran, a respetar la Ley."
Laverdad es que siento una sana curiosidad sapiencial por saber a que se refiere. Si es tan amable respóndame por aquí si es que no le importa compartir publicamente ese dato, o bien me puede pedir mi email y yo se lo daré también aquí para que pueda comunicarlo de forma privada. Un cordial saludo; Alabastro
Me uno a la petición de Alabastro sobre la enigmática frase de Rastri.
Blogall:
Me parece muy acertada su referencia al efecto pedagógico de las leyes. Los gobernantes buscan cambiar nuestra forma de pensar mediante las leyes, convirtiendo así la ley en fuente de moral, en lugar de hacer la moral la fuente de la ley.
Muchos, dormitando plácidamente en sus cómodas (que no agradables) vidas han decidido creerse la fantasía de que vivimos gobernados por almas buenas (así no hay que rebelarse ante nada, que es una lata con lo bien que se está tumbado en el sofá viendo el fútbol) y, por tanto, identifican automáticamente lo legal con lo bueno.
Y de identificar automáticamente lo legal con lo bueno vienen muchas aberraciones.
Y no sólo "la nueva ley" del aborto. La ley abortista vigente se lleva por delante más de 300 vidas inocentes al día.
Aunque soy consciente de que la mayoría de los que pudieren leerme no me comprenderán. Suelo dejar referencias al respecto de aquel quien como caña que nadie la puede tronchar, y como pabilo que nadie lo puede apagar: VINIENDO HA VENIDO Y VENDRÁ EN ESPIRITU Y PODER DE ELÍAS. Entendiendo que en algún momento y en algún lugar alguien -buscado- habrá a quien esto lo pueda interesar.
Bien de acuerdo: Y por lo que fuere de sana curiosidad sapiencial. Siempre entendido: qué y cómo "a la responsabilidad del conocimiento incumbre la responsabilidad en el obrar".
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