Cuentan los expertos que el traslado de la vigilia pascual de la noche del sábado, a la mañana del mismo día, ocurrió durante el siglo XIII. Desde entonces hasta el año 1.955, la Semana Santa se celebró de esa manera. Fue bajo el pontificado de Pío XII, cuando se iniciaron una serie de reformas en la Liturgia que, sin solución de continuidad, desembocaron en el Novus Ordo de Paulo VI.
Entre los muchos puntos que se retocaron – reformaron en la celebración de la Semana Santa, me gustaría destacar dos de ellos: el primero, la obligación de celebrar los Oficios del Jueves y del Viernes Santos por la tarde, y el segundo, el traslado de la Vigilia Pascual a la noche del Sábado Santo. Hay que decir, por cierto, que la hora propia para la celebración de la Vigilia Pascual era tras la hora de Nona, como en todos los días de Cuaresma. Es en el Decreto de Graciano, donde encontramos que la Vigilia Pascual debe comenzar al principio de la noche. Sin embargo, la Iglesia anticipaba este servicio a la mañana del sábado ya que la Vigilia Pascual no es una primera Misa de la Resurrección, sino una vigilia, estar en vela. De hecho, el carácter incompleto de la Misa, que omite el Introito, el Credo, la antífona del ofertorio, el Agnus Dei y el Beso de la Paz, indica claramente que la Iglesia, todavía espera la manifestación del Señor Resucitado. Algo similar ocurre en el Rito Bizantino, cuya Divina Liturgia se celebra en la mañana del Sábado Santo. La reforma del Papa Pío XII, no restaura la Vigilia Pascual a su horario tradicional, por llamarlo de alguna manera, tras Nona, sino que ordena que la Vigilia comience alrededor de la media noche.
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