Bendito el día
Eran alrededor de las dos y media de la madrugada. Catorce horas esperando. Cuando llegamos por la mañana parecía que todo iba a ir bien, que el parto transcurriría normalmente y que a las ocho tendríamos a Mateo en el mundo. Pero la cosa se enconó. Al final el médico decidió la cesárea.
¡Qué nervios! No pude entrar - en el de tu hermana no quise -, sólo pude atisbar algo, desde fuera del quirófano, a través de un ojo de buey en el que vimos dibujada tu silueta.
Escuché tu primer grito, con emoción, tu primera queja ante la vida. No sé cuantos rosarios rezó tu abuela: todos sirvieron, ya se sabe, la Virgen sabe mucho de dolores.
Recuerdo tu cara: arrugada, como un garbanzo. Las manos moradas, del frío. Tu abuela y el Tato te llevaron a la habitación, yo me quedé con tu madre.
Tenías los ojos abiertos. No se si los niños ven algo – tu tío la sabrá mejor que yo -, pero parecía que estabas escudriñando el espacio que te rodeaba, como queriendo apresar la realidad a la que te habían traído.
¡Qué bendita locura! El Señor me hizo el padre más feliz del mundo. Fuiste nuestro regalo.
Por eso te pusimos Mateo.
Hoy, en tu quinto cumpleaños, recuerdo esa noche como si fuera ayer. Nos estás haciendo viejos a tu madre y a mí.
Felicidades hijo mío.
2 comentarios
Felicidades a Mateo. ¡Y a tí! que en su cumple te inunde el sentimiento más sincero y agradecido de paternidad.
Los hijos son don de Dios, que llevan consigo la gracia de estado "el pan", para criarlos y educarlos como hijos de Dios y miembros de la Iglesia. Dios os bendice.
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