¿Quema de imágenes o apostasía?
Todo surgió a raíz del artículo del maestro Burgos sobre la publicación de un nuevo libro de historia de la Semana Santa sevillana (y van…). D. Antonio Burgos elogia la claridad con la que los autores se refieren a la quema de Iglesias durante la II República. Las ideas se imponen especialmente a través del lenguaje y, en este asunto de los sacrilegios realizados durante la II República, se ha llegado a un punto donde parece que las Iglesias ardieron por combustión espontánea.
Leído el artículo, en seguida me puse a cavilar sobre el asunto. Llamar al pan, pan y al vino, vino, es en esta época de lo políticamente correcto, elogioso. Sin embargo, me gustaría saber el silencio que cubre una cuestión fundamental que atañe a las Hermandades y a la piedad popular y es la apostasía de los fieles, la pérdida del sentido de lo sagrado, en definitiva, la secularización que azota a las Cofradías. Y no sólo pienso en Sevilla.
De ahí que me surgiera el siguiente dilema: ¿qué es peor, la quema de imágenes o la pérdida de fe? Las imágenes se rehacen, pero ¿la fe? Estamos hablando de la salvación de las almas.
Realmente la cuestión planteada es un falso dilema. Nadie desea que se vuelva a una situación anterior, como la de la II República, para salvar la fe, ni son dos asuntos que se puedan enfrentar, como si fuesen dos bienes equiparables o fuesen las únicas alternativas; sin embargo esto no es óbice para reconocer que sobre la apostasía dominante en el mundo cofrade se corre un tupido velo.
Lo único cierto es que, a pesar de los intentos del Concilio Vaticano II por renovar la piedad popular, lo que se ha conseguido es, precisamente, lo contrario. Primero, la denostación de la piedad popular por los sacerdotes, con casos tan escandalosos como los ocurridos con los dominicos de San Jacinto que pasaron de albergar tres hermandades a no tener en la actualidad ninguna. Ni querer saber nada de ellas. Segundo, la pérdida de la vida espiritual en las Hermandades. En este sentido, los años de Bueno Monreal y Amigo fueron desastrosos.
Por desgracia, las Hermandades y Cofradías corren el peligro de convertirse en una hermosa cáscara, con poca o ninguna sustancia en su interior, si no se ataja el problema de una vez. El primer paso sería describir la etiología de la enfermedad. La Guerra Civil pasó y está muy bien recordar los hechos acaecidos en esos tiempos, especialmente para no repetirlos. Pero hoy hay otras urgencias. La más perentoria, la salvación de las almas.
4 comentarios
Pre-vaticano 2, la Santa Iglesia no tenía problemas patentes, salvo el control de 63 millones de católicos tras el bloque soviético, que sufrían persecusión y opresión. Pero durante el cv 2 , nunca se denunció el flagelo del comunismo.
Ese punto de reflexión que haces en “Quema de imágenes o apostasía” lo he realizado muchas veces y no es nada fácil primero diagnosticarlo y menos aún ponerle remedio.
Estos tiempos que vivimos son absolutamente desconcertantes en todos los sentidos, pero sobre todo en el aspecto religioso. Es cierto que se está produciendo un abandono de la fe en Jesucristo, esto es un seguimiento de Jesús en la construcción del reino. La gente sigue considerándose religiosa, pero cada vez más deja de identificarse con una religión o confesión.
¿Cuáles son las causas? No hace mucho BXVI decía que la segunda tentación era la de los teólogos. Se poseen conocimientos de las SSEE como nunca, pero hay una babelización hermenéutica de la figura de Jesús, que llega a ser escandalosa, en ese sentido de llevar confusión y división a los espíritus. Un X. Pikaza, un Jon Sobrino, un Juan José Tamayo, etc.
La liturgia está abandonada. Se ha ritualizado en un sentido peyorativo, rutinario, adormecedor. Los fieles se sientan, se levantan, se vuelven a sentar; los gestos no tienen valor y no se les ve sentido. Sin un lenguaje y una simbólica que señale a lo trascendente mal podemos experimentar a Dios.
El escándalo de las catequesis, un rato donde se habla de muchas cosas, menos de la fe. El abandono de la formación catequética en manos de ateos, de adolescentes, de personas de buena fe pero carentes de formación y de una fe vivida. De lo que acabo de decir lo he visto con mis ojos, las tres situaciones.
La desastrosa formación cristiana de los fieles.
La confección de una religión a la medida, impulsada muchas veces por los propios sacerdotes.
No quiero ni puedo agotar todas las causas, que seguro a ti se te ocurren muchísimas más que a mi.
A nivel social:
la idolatría creciente del dinero,
la secularización tan fuerte de nuestra sociedad
los escándalos de la Iglesia
la critianofobia , la cristofobia y el fuerte anticlericalismo
el escándalo de los que se llaman cristianos, pero solo de nombre
Posiblemenete estemos asistiendo a cambios de paradigmas científicos y fuertes cambios de mentalidad
Reconozco que no te digo nada nuevo que tú no sepas.
Recuerdo que después del Concilio, desde el punto d vista litúrgico, se vivió una etapa hermosa y esperanzadora. La lengua latina deja paso a las lenguas vernáculas. Se simplificó la ropa de los celebrantes, el amito, el manípulo fueron eliminados, y se modificaron las casullas; se compusieron nuevos cantos centrados en los salmos. Entraron de pronto nuevos aires en la Iglesia. Todo era más luminoso. ¿Por dónde empezar? .
Es un poco tarde y quiero dejarlo porque mi cabeza me está pidiendo la almohada, pero, bueno, podemos continuar otro rato ¿vale?
Un abrazo, Isaac.
Hace unos dias, el presidente de una hermandad nos pidió que,como coro parroquial, cantáramos en la misa que iban a hacer para la imposición de medallas a los nuevos cofrades. Su preocupación era si imponer las medallas al principio o al final de la misa, porque si lo hacían al principio la gente se pone la medalla y se largaba de misa, esto ya les pasó. Y si lo hace al final, como la gente no sabe cuando será la vestición pues se queda toda la misa.
Y esto es culpa de las propias cofradías que permiten que entre cualquiera.
Y de los sacerdotes, que no se preocupan de formar a los miembros de las hermandades, catequistas, gente del coro, etc. Como dice Juan José, mucha voluntad, que es de agradecer porque sin esa buena voluntad ni siquiera habrían catequistas, pero poca formación.
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