Él debe reinar
Habiendo, pues, concurrido en este Año Santo tan oportunas circunstancias para realzar el reinado de Jesucristo, nos parece que cumpliremos un acto muy conforme a nuestro deber apostólico si, atendiendo a las súplicas elevadas a Nos, individualmente y en común, por muchos cardenales, obispos y fieles católicos, ponemos digno fin a este Año Jubilar introduciendo en la sagrada liturgia una festividad especialmente dedicada a Nuestro Señor Jesucristo Rey. Y ello de tal modo nos complace, que deseamos, venerables hermanos, deciros algo acerca del asunto. A vosotros toca acomodar después a la inteligencia del pueblo cuanto os vamos a decir sobre el culto de Cristo Rey; de esta suerte, la solemnidad nuevamente instituida producirá en adelante, y ya desde el primer momento, los más variados frutos.
Ha sido costumbre muy general y antigua llamar Rey a Jesucristo, en sentido metafórico, a causa del supremo grado de excelencia que posee y que le encumbra entre todas las cosas creadas. Así, se dice que reina en las inteligencias de los hombres, no tanto por el sublime y altísimo grado de su ciencia cuanto porque El es la Verdad y porque los hombres necesitan beber de El y recibir obedientemente la verdad. Se dice también que reina en las voluntades de los hombres, no sólo porque en El la voluntad humana está entera y perfectamente sometida a la santa voluntad divina, sino también porque con sus mociones e inspiraciones influye en nuestra libre voluntad y la enciende en nobilísimos propósitos. Finalmente, se dice con verdad que Cristo reina en los corazones de los hombres porque, con su supereminente caridad y con su mansedumbre y benignidad, se hace amar por las almas de manera que jamás nadie —entre todos los nacidos— ha sido ni será nunca tan amado como Cristo Jesús. Mas, entrando ahora de lleno en el asunto, es evidente que también en sentido propio y estricto le pertenece a Jesucristo como hombre el título y la potestad de Rey; pues sólo en cuanto hombre se dice de El que recibió del Padre la potestad, el honor y el reino; porque como Verbo de Dios, cuya sustancia es idéntica a la del Padre, no puede menos de tener común con él lo que es propio de la divinidad y, por tanto, poseer también como el Padre el mismo imperio supremo y absolutísimo sobre todas las criaturas.
Para mostrar ahora en qué consiste el fundamento de esta dignidad y de este poder de Jesucristo, he aquí lo que escribe muy bien San Cirilo de Alejandría: Posee Cristo soberanía sobre todas las criaturas, no arrancada por fuerza ni quitada a nadie, sino en virtud de su misma esencia y naturaleza. Es decir, que la soberanía o principado de Cristo se funda en la maravillosa unión llamada hipostática. De donde se sigue que Cristo no sólo debe ser adorado en cuanto Dios por los ángeles y por los hombres, sino que, además, los unos y los otros están sujetos a su imperio y le deben obedecer también en cuanto hombre; de manera que por el solo hecho de la unión hipostática, Cristo tiene potestad sobre todas las criaturas.
Viniendo ahora a explicar la fuerza y naturaleza de este principado y soberanía de Jesucristo, indicaremos brevemente que contiene una triple potestad, sin la cual apenas se concibe un verdadero y propio principado. Los testimonios, aducidos de las Sagradas Escrituras, acerca del imperio universal de nuestro Redentor, prueban más que suficientemente cuanto hemos dicho; y es dogma, además, de fe católica, que Jesucristo fue dado a los hombres como Redentor, en quien deben confiar, y como legislador a quien deben obedecer.Los santos Evangelios no sólo narran que Cristo legisló, sino que nos lo presentan legislando. En diferentes circunstancias y con diversas expresiones dice el Divino Maestro que quienes guarden sus preceptos demostrarán que le aman y permanecerán en su caridad. El mismo Jesús, al responder a los judíos, que le acusaban de haber violado el sábado con la maravillosa curación del paralítico, afirma que el Padre le había dado la potestad judicial, porque el Padre no juzga a nadie, sino que todo el poder de juzgar se lo dio al Hijo. En lo cual se comprende también su derecho de premiar y castigar a los hombres, aun durante su vida mortal, porque esto no puede separarse de una forma de juicio. Además, debe atribuirse a Jesucristo la potestad llamada ejecutiva, puesto que es necesario que todos obedezcan a su mandato, potestad que a los rebeldes inflige castigos, a los que nadie puede sustraerse.
Sin embargo, los textos que hemos citado de la Escritura demuestran evidentísimamente, y el mismo Jesucristo lo confirma con su modo de obrar, que este reino es principalmente espiritual y se refiere a las cosas espirituales. En efecto, en varias ocasiones, cuando los judíos, y aun los mismos apóstoles, imaginaron erróneamente que el Mesías devolvería la libertad al pueblo y restablecería el reino de Israel, Cristo les quitó y arrancó esta vana imaginación y esperanza. Asimismo, cuando iba a ser proclamado Rey por la muchedumbre, que, llena de admiración, le rodeaba, El rehusó tal título de honor huyendo y escondiéndose en la soledad. Finalmente, en presencia del gobernador romano manifestó que su reino no era de este mundo. Este reino se nos muestra en los evangelios con tales caracteres, que los hombres, para entrar en él, deben prepararse haciendo penitencia y no pueden entrar sino por la fe y el bautismo, el cual, aunque sea un rito externo, significa y produce la regeneración interior. Este reino únicamente se opone al reino de Satanás y a la potestad de las tinieblas; y exige de sus súbditos no sólo que, despegadas sus almas de las cosas y riquezas terrenas, guarden ordenadas costumbres y tengan hambre y sed de justicia, sino también que se nieguen a sí mismos y tomen su cruz. Habiendo Cristo, como Redentor, rescatado a la Iglesia con su Sangre y ofreciéndose a sí mismo, como Sacerdote y como Víctima, por los pecados del mundo, ofrecimiento que se renueva cada día perpetuamente, ¿quién no ve que la dignidad real del Salvador se reviste y participa de la naturaleza espiritual de ambos oficios? Por otra parte, erraría gravemente el que negase a Cristo-Hombre el poder sobre todas las cosas humanas y temporales, puesto que el Padre le confirió un derecho absolutísimo sobre las cosas creadas, de tal suerte que todas están sometidas a su arbitrio.
Por tanto, con nuestra autoridad apostólica, instituimos la fiesta de nuestro Señor Jesucristo Rey, y decretamos que se celebre en todas las partes de la tierra el último domingo de octubre, esto es, el domingo que inmediatamente antecede a la festividad de Todos los Santos. Asimismo ordenamos que en ese día se renueve todos los años la consagración de todo el género humano al Sacratísimo Corazón de Jesús.
Breviarium Romanum; segundo nocturno, lectio IV, V y VI. De la Encíclica Quas Prima, del Papa Pío XI.
26 comentarios
Atentamente
Así es el bendito Novus Ordo en todo: café aguado.
"Por tanto, con nuestra autoridad apostólica, instituimos la fiesta de nuestro Señor Jesucristo Rey, y decretamos que se celebre en todas las partes de la tierra EL ÚLTIMO DOMINGO DE OCTUBRE, esto es, EL DOMINGO QUE INMEDIATAMENTE ANTECEDE A LA FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS. Asimismo ordenamos que en ese día se renueve todos los años la consagración de todo el género humano al Sacratísimo Corazón de Jesús, con la misma fórmula que nuestro predecesor, de santa memoria, Pío X, mandó recitar anualmente."
Tuvo que llegar el Concilio Vaticano II y sus reformas dignas de todos los heresiarcas del XVI, y tuvo que ser el masón de Bugnini (sus seguidores y aquel que le puso en ese lugar) el que destrozara la liturgia y enviara la festividad de Cristo Rey al fin de los tiempos, o sea al último domingo, para decirnos y enseñarnos que Cristo reinará, no durante el tiempo presente, sino el día del juicio final (pues la iglesia conciliar no cree en el Reinado Social de Jesucristo).
Mientras seguimos rezando por la Restauración de la Iglesia y de la Tradición, invito a rezar también esta oración que todo católico debería dirigir a Dios todos los días:
"¡Oh Jesús! Te reconozco por Rey Universal. Todo cuanto ha sido hecho Tú lo has creado. Ejerce sobre mí todos tus derechos. Renuevo las promesas de mi bautismo, renunciado a Satanás, a sus seducciones y a sus obras; y prometo vivir como buen cristiano. Muy especialmente me comprometo a procurar, según mis medios, el triunfo de los derechos de Dios y de tu Iglesia. Divino Corazón de Jesús, te ofrezco mis pobres obras para conseguir que todos los corazones reconozcan tu sagrada realeza, y para que así se establezca en todo el mundo el Reino de tu Paz."
En mi opinión, la reforma litúrgica de Bugnini debiera suprimirse por completo, por diversas razones que ahora sería largo enumerar. No obstante, me gustaría saber si quien acusa de masón al que designó a Bugnini (supongo que alude a Pablo VI, aunque Bugnini trabajó en la reforma de la Semana Santa bajo el pontificado de Pío XII) tiene alguna prueba de la pertenencia del Romano Pontífice a la masonería.
Porque la calumnia, a pesar de ser tan antigua como el pecado original, no se ajusta a la Tradición.
Saludos.
Pero se puede decir todavía más: aunque Bugnini hubiera sido masón eso no es una razón más para desear la supresión de su reforma litúrgica.
"Comienzos tan faustos y agradables, Nos, como ya dijimos en nuestra encíclica Quas primas, accediendo a los deseos y a las preces reiteradas y numerosas de obispos y fieles, con el favor de Dios completamos y perfeccionamos, cuando, al término del año jubilar, instituimos la fiesta de Cristo Rey y su solemne celebración en todo el orbe cristiano.
"Cuando eso hicimos, no sólo declaramos el sumo imperio de Jesucristo sobre todas las cosas, sobre la sociedad civil y la doméstica y sobre cada uno de los hombres, ***mas también presentimos el júbilo de aquel faustísimo día en que el mundo entero espontáneamente y de buen grado aceptará la dominación suavísima de Cristo Rey***. Por esto ordenábamos también que en el día de esta fiesta se renovase todos los años aquella consagración para conseguir más cierta y abundantemente sus frutos y para unir a los pueblos todos con el vínculo de la caridad cristiana y la conciliación de la paz en el Corazón de Cristo, Rey de Reyes y Señor de los que dominan."
2.- Martin, como bien sabes, el modernismo no apareció por arte de magia en los años 60. El modernismo y la masonería llevaban años, ¡décadas! infiltrados en la Iglesia. El Concilio y/o el postconcilio lo que hizo fue validar o "subir a los altares" a quienes durante años habían sido condenados por el Santo Oficio o habían actuado en silencio.
3.- Tulkas... "aunque Bugnini hubiera sido masón eso no es una razón más para desear la supresión de su reforma litúrgica." ¿Lo dices en serio?
4.- Algunos sólo piden "pruebas serias" cuando les interesa. ¿Pedimos "pruebas serias" cuando tachamos de masón a Zapatero, Moratinos y un larguísimo etcétera de socialistas y algunos populares?
La llegada a la Sede de San Pedro del ex-Pro-Secretario de Estado, Juan Bautista Montini, determinó una auténtica revolución. Ya saben ustedes lo que eso es: que lo que antes era ahora no sea, que lo que estaba arriba pase a estar debajo. Pablo VI impulsó un cúmulo de audaces cambios, transformaciones y errores no superado en la historia de la Iglesia. Piénsese que lo que todos los heresiarcas juntos no pudieron destruir, en su pontificado lo obtuvieron gratis. Sus lamentos jeremíacos suenan a hueco precisamente porque fue por su gobierno que se justificaron, de modo que no sabemos si interpretarlos más como muestra de la hipocresía farisea recibida en sus genes que como patológica inconsciencia. Examinemos algunos.
1.- El 20 de marzo de 1965 Pablo VI recibía en audiencia privada a un grupo de dirigentes del Rotary Club, oportunidad que aprovechó para elogiar sus métodos asociativos y de captación. Y los objetivos. No importó al Papa que al Rotary Club en todo el mundo se le conoce como filial de la Masonería.
2.- El 7 de agosto de 1965 Pablo VI levantaba al Patriarca Atenágoras la excomunión que en 1054 lanzara León IX a los cismáticos orientales. A esta generosidad con la pólvora del rey, es decir con la fe católica, el Patriarca en nada correspondía de sus viejos motivos segregadores. El caso es que, desgraciadamente, al levantar el Papa la excomunión, la Iglesia Católica aceptaba por primera vez la falsa doctrina de ‘las iglesias hermanas’. Falsa porque Jesucristo fundó una única Iglesia.
3.- Con el Motu proprio “Apostólica sollicitudo”, del 15 de septiembre de 1965, Pablo VI instituyó las conferencias episcopales, algo que nunca antes existiera en la Iglesia de jurisdicción apostólica. Un grave peligro aparecía claro para las cabezas más avisadas: que el Primado del Papa se redujera a condición honorífica en una confederación de iglesias autónomas.
4.- El 23 de marzo de 1966, acompañado por el cismático “Arzobispo” (laico) Dr. Ramsey, el Papa Montini visitó la Basílica romana de San Pablo Extramuros y en aquel acto público cedió al anglicano la bendición a los fieles, incluidos obispos y cardenales. Sin embargo, lo peor no era ese obsequio sino que al abrazar al hereje se contradecía la Bula “Apostolicae curae”, de septiembre de 1896, en la que León XIII anuló todas las órdenes anglicanas. Otro asunto es la contradicción de hablar con quien no existe, el anulado Ramsey, o hacer de León XIII el papa que no existió.
5.- Por el Motu proprio “Sacrum diaconatus ordinem”, de 18 de junio de 1967, se admitía al diaconado a hombres de edad madura, tanto si eran solteros como si estaban casados. Un gesto paternal en apariencia, que al suponer una nueva clasificación de sacerdotes casados determinó que, tres años después, el mismo Pablo VI no supiera cómo frenar la sangría de secularizaciones (cientos de miles en todo el mundo y 8.000 en España) y solicitudes de liberación del celibato.
6.- Con la Constitución Missale Romanum y, más tarde, en el Nuevo Misal, Pablo VI sustituía el antiguo rito romano de la Misa, que se originaba en los tiempos apostólicos, con otra nueva, pervertida de inicio. Con el supuesto buen propósito de “aggiornamento” el Papa Pablo VI buscó más imitar a los protestantes pero sin obtener la contrapartida de que aceptaran los dogmas esenciales de nuestra fe. Contrariamente, la innovación pastoral consistió en suprimir o disimular los dogmas católicos que molestaban. Tanto con ellos como con los judíos.
7.- Con el Motu proprio “Matrimonia mixta”, de 31 de marzo de 1970, pretendía hacer más fáciles los matrimonios entre un fiel católico y un cónyuge no católico. La fórmula no pudo ser más onerosa para la Iglesia ni más rumbosa con el infiel pues que eximió al cónyuge no católico de comprometerse a que sus hijos se bautizaran y educaran en la fe católica. Para compensar el desequilibrio impuso a los párrocos el deber de informar a la parte no creyente de los compromisos que asumía… ¡la parte católica! (Código de Derecho Canónico, de 1983. c. 1125).
8.- Con el Motu proprio “Ingravescente aetatem”, de 22 de noviembre de 1970, Pablo VI reglamentaba que los cardenales con más de ochenta años de edad no participaran en el Cónclave. Una medida, como tantas, en que tras la apariencia de practicismo, o si se quiere de piedad, se despreciaba la sabiduría de la edad, consuetudinariamente respetada en la Iglesia, y se apartaba de la Curia, del Cónclave y de las diócesis a los elementos tradicionales que pudieran obstaculizar el desarrollo de la nueva religión.
9.- El 14 de junio de 1966, abolió el Índice de libros prohibidos con la nota “Post Littera apostolicas”. Esta decisión se justificaba “en la libre responsabilidad de los cristianos adultos”. Aparte de ser una penosa dejación del deber de la Iglesia para con sus hijos, a los que dejaba como ovejas sin pastor en un mundo de lobos, la permisión indiscriminada de lecturas trajo toda clase de herejías, muchas de ellas firmadas por autores eclesiásticos y, para mayor anarquía, incluso vendidas en librerías católicas.
10.- En 1969, con la Instrucción “Fidei custos” permitió que los laicos distribuyeran la Sagrada Comunión bajo el pretexto de “especial circunstancia o nuevas necesidades”.
11.- Al comienzo de la Instrucción “Memoriale Domini”, redactada en aquel entonces por el masón Mons. Bugnini, Pablo VI prefiere que la Iglesia no distribuya la Eucaristía en la mano, «por el peligro de profanarla» [y] «por el reverente respeto que los fieles deben a la Eucaristía». Pero unas pocas líneas adelante la Instrucción nos sorprende autorizando su práctica allí «donde tal costumbre hubiera sido objeto de abusos».
En 10 y 11 se confirman nuevas contradicciones de quienes prefieren legalizar el mal antes que erradicarlo, dando una falsa idea de autoridad para un acto en que ésta ya fue violada. Idas y venidas que superaron la razón de circunstancias extremas, tales que guerras o catástrofes, para la distribución de la comunión por laicos. Se quiso imponer como cotidiano, con violencia y desprecio a las protestas de los fieles, la comunión distribuida por cualquiera, con especial preferencia por mujeres, en la mano y de pie, contrariamente a las normas de «reverente respeto que los fieles deben a la Eucaristía». Obvio es que esta irreverencia no se produce en los protestantes pues que no creen en este “misterio de fe” igual que los católicos.
12.- Encíclica Populorum progressio (El Progreso de los pueblos). Según esta encíclica, la Iglesia ya no debe centrar sus energías en ganar almas para Cristo y llevarlas a la vida eterna, sino que todos nuestros esfuerzos han de aplicarse a la acción social para promover un humanismo integral. El Papa se despachó a gusto contra el sistema capitalista cuando ya se había rodeado de asesores como Sindona y Marcinkus, entre otros, mezclando a la Iglesia en inversiones poco recomendables. Por ejemplo, en una gran empresa italiana fabricante de preservativos.
13.- Al aprobar el nuevo “Rito de las exequias” Pablo VI aceptaba la cremación de los cadáveres bajo el supuesto de que no se eligiese «por motivaciones anticristianas». Como si fuera fácil saberlo. Esas intenciones anticristianas fueron siempre negar la resurrección de los muertos como postulan los doctrinarios masónicos. Este nuevo rito, contrario a la tradición apostólica fue ni más ni menos que favor de Pablo VI a las Logias cuyos socios por ocultar su condición solían pedir tierra sagrada para sus deudos. Según el Papa, este gesto fue «a modo de camino de reconciliación».
14.- Puede suponerse que incluso el más débil creyente desea morir asistido por un sacerdote, expirar con un crucifijo en las manos, ser enterrado con su escapulario o su hábito de cofrade… En cambio, qué extraña cosa que en las exequias de Pablo VI su ataúd carecía del mínimo símbolo cristiano. Y no solo esto, que al cadáver se le colocó en el suelo según las normas judías de duelo. (Cfr. ‘Regole hebraiche di lutto’, Carucci ed. Roma 1980, p. 17.) Novedad repetida en otros casos notables, como fue con el prelado del Opus Dei, Mons. Álvaro del Portillo y el papa Juan Pablo II.
Terminaré incluyendo un comentario que pudiera ser oportuno. Con todo el respeto a la jerarquía apostólica pero con todo el derecho, y deber, de bautizado afirmo que en la Iglesia actual se evidencia una pérdida muy grave del sentido sobrenatural, de despiste sobre su fundación objetivada en nuestro rescate del pecado y en la perdurabilidad de nuestras vidas. Obviando esta fundamental promesa nos hemos girado hacia sólo la añadidura del “ciento por uno en este mundo”, disimulando como bien social o falso humanitarismo este sucio fraude al Evangelio.
Por esta pérdida de lo fundamental, y por inconsciente compensación, muchos católicos necesitan hacer del papa un ídolo mediático, idealizarlo como si fuera el Aga khan al que pesar en oro. Y olvidarnos de su identidad de representante de Cristo (cuya divinidad debe proclamar frente a sus seculares enemigos); no viendo en él al administrador que gerencia para su señor –ata y desata– la hacienda que le fue confiada (redimirnos del pecado por su inmolación); y tampoco al mayordomo que usa para su amo las llaves con que guarda de ladrones la casa (la vida eterna). A tal absurdo llega esta idolatría que sus enfermos se violentan a sólo ver bienes donde la historia los niega, y a no ver los males que se evidencian en sus escombros. No es serio responsabilizar de esto al Espíritu Santo, como si por privilegio de la FIFA los goles que le metan al Real Madrid jamás suban al marcador. Con esta falsificación de la fe se traspasan al Espíritu Santo compromisos impropios de su asistencia, y se otorga al papa una infalibilidad imposible… aunque instrumentable. En la definición dogmática, la asistencia prometida señala limitaciones como, por ejemplo, en la advertencia de que «[…] no fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y fielmente expusieran la revelación transmitida por los Apóstoles, o depósito de la fe.» (cfr. Dz 1836.)
Porque para el fiel más párvulo es claro como el agua que cuando Pedro negó a Jesús, fue Pedro quien le negaba y no el Espíritu Santo. Que cuando Judas le vendió al Sanedrín, no fue inspirado por el Espíritu Santo sino por su personal frustración política. Que en el incidente de Antioquía, no fue el Espíritu Santo el que exigió la circuncisión sino los judíos, y que tampoco en él se inspiró Simón Pedro para complacerles, sino en su personal debilidad. Así fue, sin secuestro de teologías, las cuales muchas veces sólo son encajes intelectuales que respaldan el corporativismo de un clero sin Gracia. Lo seguro es que del Espíritu Santo procedieron las lágrimas de contrición en San Pedro; o que por él le llegaría a Judas el remordimiento que luego malogró suicidándose. Y, sin discusión, sí que fue el Espíritu Santo el que inspiró a la Iglesia, en la persona de San Pablo, la reprensión a San Pedro afeándole que sometiera el conocimiento de Cristo a las exigencias judías de la previa circuncisión. (Hch 15, 1; Ga 2, 11-14) Un acto aquél muy importante pues que fijó en los cristianos su total independencia de supuestos hermanos mayores y desmontó la primacía del Antiguo Testamento. Por tanto, salvo mejor opinión, este episodio de la Historia de la Iglesia patenta prioridades doctrinales y coloca en sus justos límites la infalibilidad pontificia, como arriba subraya la referencia magisterial.
Parece que la beatificación de Pablo VI ha de lograrse contra viento y marea. Ya beatificado Juan XXIII, nada más queda él para laurear al Concilio Vaticano II. Al santificar a los papas conciliares se canonizará también esas cabezas de dragón que son las mentiras nominadas liberalismo (masónico), democratismo (modernista), antropocentrismo (revolucionario), más el materialismo histórico, el progresismo y el comunismo impulsados ya desde su convocatoria. Faltos de razones más consistentes, se acude al sentimentalista argumento de que “realmente Pablo VI sufrió mucho”, en chocante tesis que reivindicaría méritos para el mismo Belcebú, criatura en eterno tormento. Pero lo que de la biografía de Pablo VI nos queda es que, aun si dijéramos que quiso hacer el bien pese a que “por humana debilidad involuntariamente hizo algún mal”, lo paradójico de su reinado, quizás lo preternatural es que el bien lo hizo muy mal y el mal lo hizo bastante bien.
Lo único que comparto 100% es lo de la reforma Litúrgica: reforma en el texto y ruptura en la praxis.
Pero lo demás NO necesariamente.
Por ejemplo: hablas de la excomunión, pero olvidas el Tomos Agapis a partir del cual ésta se ha de entender, y supones que la Iglesia ha asumido doctrinas erróneas, cosa que nunca ha hecho. La excomunión es una medida encaminada a la corrección y penitencia del excomulgado.
Por ejemplo: la comunión distribuida por laicos. Se abusa grandemente de esto, pero el ministerio extraordinario de la comunión es a veces muy útil. Otra cosa es que se elija a buenos candidatos. Yo conozco, por ejemplo, un "ministro extraordinario de la comunión" que se presenta a las elecciones por un partido tan abiertamente anticristiano y proabortista genocida como Izquierda Unida.
Lo que Ud. denomina "memorias" de Bugnini (LA REFORMA LITÚRGICA, trad. esp. editada por la BAC) niega la acusación; como lo hizo LOR en su momento, respecto de la autenticidad de la entera "lista" de "prelados masones" en la que se incluyó el nombre de Bugnini.
Afirmar algo extraordinario exige pruebas extraordinarias. Decir que Bugnini perteneció a la Masonería es un hecho extraordinario...
El defecto de todas las teorías conspirativas: hay una conspiración. Si no se tienen pruebas, ello se debe a que toda conspiración es secreta por definición y nunca se puede probar. Si las pruebas son insuficientes para verificar la hipótesis, ello se debe a que hay otra conspiración para ocultar las pruebas más contundentes. Y si las pruebas son contrarias a la hipótesis de la conspiración, ello se debe a que hay una conspiración para crear pruebas falsas que debiliten la hipótesis.
Saludos.
Conozco esta deriva de argumentación conspiracionista: se comienza con la certeza de Bugnini masón; se luego a la posible pertenencia a la asonería de uno de los que consagró a Mons. Lefebvre para sembrar dudas sobre la validez de sus ordenes; y se termina en el sedevacantismo, la invalidez de la Misa Novus Ordo y de las consagraciones realizadas con el ritual de Pablo VI.
Saludos.
En el calendario litúrgico de la forma ordinaria del Rito Romano será el 21 de noviembre.
No obstante, en el calendario litúrgico de la forma extraordinaria del Rito Romano ha sido el domingo 31 de octubre.
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El otro día, vicente, entrevistaban en Radio María a un seminarista de Jaén que decía haber conocido la grandeza, amplitud y profundidad de la Iglesia precisamente en el seminario, porque lo que antes conocía era simplemente SU movimiento (kiko).
Pues yo no sé si serás kiko o no, pero te recomiendo que hagas algún pequeño esfuerzo por conocer esta grandeza, amplitud y profundidad de la Iglesia. Si no eres kiko te será más fácil, eso seguro.
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El juramento de un pontífice en su coronación excita alguna consideración. Éste se registra ya en la elección del papa San Agatón, del año 678, aunque su origen se supone más antiguo, muy probablemente en el comienzo de la era constantiniana. Parece que todos los papas lo hicieron, inclusive S. S. Pablo VI. ¿Qué intención tenía este juramento que Juan Pablo II fue el primero que no lo hizo?
«Yo prometo:
No cambiar nada de la Tradición recibida, y en nada de ella, tal como la he hallado, guardada por mis predecesores gratos a Dios, y no inmiscuirme ni alterarla ni permitir innovación alguna.
Por el contrario juro con afecto ardiente, como su sucesor fiel de verdad, salvaguardar reverentemente el bien transmitido, con mi máximo esfuerzo.
Juro expurgar todo lo que está en contradicción con el orden canónico, si apareciere tal; juro guardar los Sagrados Cánones y Decretos de nuestros Papas como si fueran la ordenanza divina del Cielo, porque soy consciente de Ti, cuyo lugar tomo por la Gracia de Dios, cuyo Vicariato poseo con Tu sostén, y sujeto me sé a severísima rendición de cuentas ante Tu Divino Tribunal acerca de todo lo que confesare.
Juro a Dios Todopoderoso y a Jesucristo Salvador que mantendré todo lo que ha sido revelado por Cristo y todo lo que los primeros concilios y mis predecesores han definido y declarado.
Juro que mantendré, sin merma de la misma, la disciplina y el rito de la Iglesia. Pondré fuera de la Iglesia a quienquiera que ose ir contra este juramento, ya sea algún otro, o yo mismo.
Si yo emprendiere actuar en cosa alguna de sentido contrario, o permitiere que así se ejecutare, Tú no serás misericordioso conmigo en el terrible Día de la Justicia Divina. En consecuencia, sin exclusión, sometemos a severísima excomunión a quienquiera —ya sea Nos, u otro— que osare emprender novedad alguna en contradicción con la constituida Tradición evangélica y la pureza de la Fe Ortodoxa y Religión Cristiana, o procurare cambiar cosa alguna con esfuerzos opuestos, o se conviniere con aquellos que emprendiesen tal blasfema aventura.»
(LIBER DIURNUS ROMANORUM PONTIFICUM)
Primera reflexión: Es su ley y principal mandato guardar la Tradición y la doctrina de los papas predecesores.
Segunda reflexión: La necesidad de este juramento supone que los papas pueden fallar. Más aun, que pueden estar muy lejos de la fe católica o mediatizados por compromisos contrarios al bien de la Iglesia. Por eso, ahora lo comprendemos, en las letanías menores de Pascua de los antiguos misales se incluía esta rogativa: «Que te dignes mantener en tu santa religión al Soberano Pontífice y a todas las órdenes de la jerarquía eclesiástica, te rogamos nos oigas.» (Misal completo para los fieles, Vicente Molina, S.J., Edit. Hispania S.A. Valencia, 1947) Sea dicho sin oponernos al dogma de que por delegación divina, en materia de fe y costumbres, se vuelven infalibles apoyados en la Tradición de los Apóstoles.
http://www.statveritas.com.ar/Liturgia/Breve%20Examen%20Critico.htm
El conocido teólogo progresista Hans Kûng afirma: “Comparado con la época tridentina de la Contra-reforma, el Concilio Vaticano II representa, en sus características fundamentales, un giro de 180 grados. Es una nueva Iglesia la que nació después del Concilio Vaticano II”(1) .
Y otro célebre teólogo contemporáneo, Yves Congar (condenado por el Santo Oficio y elevado al Cardenalato después del CVII sin haber cambiado su modo de pensar), una de las “cabezas” del Concilio Vaticano II admitió que: “no podemos negar que tal texto [Declaración conciliar sobre la libertad religiosa] dice materialmente cosas distintas al Syllabus de 1864, e incluso casi lo contrario de las proposiciones 15 y 77 a 79 de ese documento (2)” . Y en otra parte dice que en el Vaticano II “la Iglesia tuvo pacíficamente su Revolución de Octubre (3)” , en referencia al Octubre rojo que derrocó el imperio de los zares en Rusia.
El Cardenal Leo Jozef Suenens, Arzobispo de Bruselas, dice que el Concilio: “Marca el fin tanto de la época tridentina como la era del Concilio Vaticano I. Es la Revolución Francesa en la Iglesia (4)” .
Karl Rahner sostendrá que el significado histórico–teológico del Concilio supone un corte con la tradición de la Iglesia tan grande, que solo es comparable al de los inicios de la Iglesia primitiva, donde, según él, los discípulos de Cristo con sus iniciativas habrían roto la continuidad con las enseñanzas de Jesús (5). Afirma Rahner: "Vivimos hoy por vez primera en la época de un corte tal, como solo se verificó en el paso del judeo-cristianismo al pagano-cristianismo (6)" .
El famoso Padre Marie-Dominique Chenu, de gran importancia en la redacción de algunos textos conciliares, escribirá que en la Historia de la Iglesia el Concilio significa un corte en su continuidad de casi 1500 años, pues puso fin a la “era constantiniana” del catolicismo (7) . Relata además que aquellos puntos de su teología que fueron condenados por el Papa Pío XII, son los mismos que serán promovidos en la década de los sesenta por las nuevas autoridades (8).
El actual Benedicto XVI siendo prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, refiriéndose a la Constitución conciliar “Gaudium et Spes” y de los decretos referentes a la libertad religiosa y al ecumenismo, afirmó: “Constituyen una revisión del Syllabus de Pío IX, una especie de contra –Syllabus (…) en la medida en que representa(n) una tentativa de reconciliación oficial entre la Iglesia y el mundo tal como éste evolucionó después de 1789”. En este contexto, “la Iglesia”, especialmente a partir de los Papas “Pío IX y (San) Pío X”, “adoptó”, una “actitud unilateral” con el mundo moderno, una “relación obsoleta con el Estado”, que los hechos y el Concilio “corrigieron”(9) . Creemos que es importante aclarar que en esta frase hay algunas imprecisiones ya que no fue a partir de Pío IX que la Iglesia adoptó lo que él llama una postura “unilateral” frente al mundo moderno, sino que ésta fue una postura coherente con la verdad revelada y por eso mismo, todos los papas, desde los inicios de la Revolución Francesa hasta Pío XII la mantuvieron incólume.
Podríamos seguir con muchas otras citas, pero creemos que estas son suficientes para conferir que efectivamente sí hay una ruptura del Vaticano II con el Magisterio tradicional de la Iglesia y que por lo mismo, podemos afirmar, que este Concilio no siguió las luces del Espíritu Santo, ya que Dios no se puede contradecir.
El famoso llamado texto del 3er Secreto, que la Virgen Santísima reveló en Fátima en 1917, y que por expresa petición de Ella misma, debía haber sido dado a conocer a más tardar en 1960, ¿no será que advierte sobre este apartamiento de la tradición de la Iglesia que ha causado estragos tan grandes en la fe, como consecuencia de este Concilio y por eso hasta ahora no ha sido revelado?
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Fuentes para la elaboración de este artículo: Ludwig Ott, MANUAL DE TEOLOGIA DOGMÁTICA; Julio Meinvielle, DE LAMENAIS A MARITAIN; Julio Alvear T., EL SECRETO DE FATIMA, LA CRISIS DE LA IGLESIA Y EL RUMBO DE OCCIDENTE.
NOTAS:
(1) Citado por Sinke Guimarães, Átila, “Animus Delendi (The Desire to Destroy)”, Tradition in Action, Los Angeles, California, 2001, p. 61.
(2) Ives Congar, “La Crise de L Eglise”, Paris, Cerf, 1977, p. 54.
(3) “Le Concile au jour le jour, deuxieme session”, Paris: Cerf, 1964, p. 115. Sus anotaciones personales sobre el Concilio serán públicada íntegramente sólo después de su muerte, ocurrida el año 1995. Vid. “Mon journal du Concile”, 2 vols, Paris, Cerf, 2002. Sus opiniones sobre la crisis de la Iglesia post-conciliar en Madiran, Jean, “Le Concile en question: correspondance Congar-Madiran sur Vatican II et sur la crise de l'Eglise” (en collaboration avec Yves Congar), Éditions Dominique Martin Morin, Bouère, 1985. También, Congar, Yves; “Jean Puyo interroge le père Congar : une vie pour la vérité”; Le Centurion, Paris, 1975.
(4) Citado por Sinke Guimarães, Átila, “Animus Delendi (The Desire to Destroy)”, Tradition in Action, Los Angeles, California, 2001, p. 60.
(5) Cfr. Esta tesis la desarrolla en “Theologische Grundinterpretation des II. Vatikanischen Konzils” , en “Schriften zur Theologie”, vol. XIV, Einsiedeln 1980, 287-302.
(6) Idem p. 297. Es importante la literatura posterior al año 2000 que testimonia el influjo del Padre Rahner en el Concilio, cfr. G. Wassilowsky, “Universales Heilssakramet Kirche. Karl Rahners Beitrag zur Ekklesiologie des II. Vatikanums“, Innsbruck 2001; íd., Karl Rahners, sobre todo 48ss; H.-J. Sander, “Die pastorale Grammatik“, sobre todo 192ss; AAVV, “Karl Rahner. La actualidad de su pensamiento“ (incluye la conferencia “El Concilio, nuevo comienzo”, de Rahner), Barcelona 2004; C. Schickendantz, “Cambio estructural en la Iglesia”; S. Madrigal, “Glosas marginales de K. Rahner sobre el concilio Vaticano II” , Estudios Eclesiásticos 89 (2005), 339-389. Vid. Casale Rolle, Carlos Ignacio, “Teología de los signos de los tiempos. Antecedentes y prospectivas del Concilio Vaticano II”, en “Teología y Vida”, Pontificia Universidad Católica de Chile, Vol. XLVI (2005), 527 – 569.
(7) Su tesis la desarrolla en “La fin de l´ére constantinienne”, en “Un concile pour notre temps”, Paris 1961, 59-87.
(8) Su visión de la Iglesia en Chenu, M. D., “Peuple de Dieu dans le monde”, Cerf, Paris, 1966; “La Iglesia de mañana”, Editorial Nova Terra, Barcelona, 1970;
(9) Cfr. “Les principes de la théologie catholique”, Tequi, Paris, edición de 1982, pp. 425 ss.
Y no soy sedevacantista. No niego al sucesor de Pedro. Ni borracho.
Que Ratzinger haya hablado de "anti-syllabys" es ya en sí mismo suficientemente significativo, es cierto.
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De todas formas, ronald, no creo que en la vida real haya mucha solución. Tú dices haber tomado tus decisiones pero ¡no creas que los demás no hemos tomado las nuestras!
La Iglesia, por nuestros pecados, no es perfecta. El Novus Ordo es indigno, sí, ¿y?. Hay dos opciones: o ir a missa Novus Ordo o no ir.
Pues mira, entre una y otra, y mientras no haya Usus Antiquor ampliamente disponible, yo los días feriales voy a Novus Ordo, con misal Usus Antiquor y procuro orar el Ofertorio tradicional y no el ofertorio luterano del novus ordo, así como el Canon en lugar de la plegaria II crammerniana que se usa en general.
La Iglesia es imperfecta pero sigue siendo Iglesia: la jerarqúia sigue siendo válida, y los sacramentos, tenemos la Biblia y el Misal, a los Padres y Doctores, el ejemplo de los santos.
Ah... y en la homilía suelo orar las letanías al Sagrado Corazón o del Santo Nombre de Jesús... que de oír bobadas ya me cansé hace tiempo.
Eso es lo que hay: o aguantar en la obediencia o huir a la desobediencia, y un paso más allá el cisma, y un paso más allá... la muerte.
Insisto, la Iglesia no es imperfecta. La Iglesia es SANTA. Eso decimos en el Credo.
El último párrado me ha dejado perplejo. Es la postura típica de los integristas, quienes, como consecuencia tal vez de una pésima formación (no en tu caso) que les pone fuera de la Iglesia, dicen que «prefieren equivocarse con el Papa», como si el Papa fuese el Oráculo de Delfos, olvidando que Cristo dice que «lo que no es frío ni caliente estoy por escupirlo de mi boca»; olvidan también que se les pedirá cuenta por aquellos talentos que, por miedo a perderlos, escondieron bajo tierra.
Siguiendo la lógica de hacer absolutamente todo lo que diga el Papa, en tiempos de los Santos Padres algunos habrían lanzado sus legiones macielitas contra San Atanasio cuando éste se enfrentó al arrianismo triunfante en la jerarquía oficial de su época e impuso las manos más allá de su jurisdicción oficial; habrían condenado como «cismático» a San Bruno cuando éste recriminó al Papa Pascual II cierta errónea decisión; habrían secundado a San Pedro cuando éste apoyó a los herejes judaizantes y seguramente incluso se habrían circuncidado para ser así más fieles; habrían aprobado felizmente la decisión del Papa Celestino cuando éste aprobó el movimiento herético de los «espirituales»; etc.
Parece mentira que no sepamos aquello que enseñó el gran pensador y teólogo dominico de la Escuela de Salamanca e inventor del Derecho Internacional, el Padre Francisco de Vitoria:
«Si el Papa, con sus órdenes y sus actos, destruye la Iglesia, se le puede resistir e impedir la ejecución de sus mandatos». ¿Padre Francisco de Vitoria sedevacantista?
Más explícitamente, ateniéndonos en concreto a las atribuciones del Papa en el campo de la liturgia, Monseñor Klaus Gamber, liturgista de cabecera del Papa Benedicto XVI, demuestra minuciosa y contundentemente en uno de sus tratados que el Papa no tiene ni potestad ni autoridad para modificar o abolir el rito de la Misa. Por eso, el propio Papa Benedicto XVI señalaba en un libro sobre liturgia:
«Tras el concilio Vaticano II se generó la impresión de que el Papa podía hacer cualquier cosa en materia de liturgia [...]. Así fue como desapareció, en grandes zonas de la conciencia difusa de Occidente, la noción de liturgia como algo que nos precede y que no puede ser “hecho” a nuestro antojo. Pero de hecho, el Concilio Vaticano I no pretendió definir en absoluto al Papa como un monarca absoluto, sino, por el contrario, como el garante de la obediencia a la palabra transmitida: su potestad se liga a la tradición de la fe, lo que rige también en el campo litúrgico [...]. La autoridad del Papa no es ilimitada: está al servicio de la santa tradición».
Así pues si no basáramos nuestras vidas en la Dignitatis Humanae, probablemente habríamos reparado en que la Constitución Dogmática Pastor Aeternus es el documento que define el magisterio infalible del Papa, cuál es su función y cuál es el grado de sumisión que le deben como Papa:
«Así el Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro, no de manera que ellos pudieran, por revelación suya, dar a conocer alguna nueva doctrina, sino que, por asistencia suya, ellos pudieran guardar santamente y exponer fielmente la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir, el depósito de la fe. [...] De esta manera si alguno, no lo permita Dios, tiene la temeridad de contradecir esta nuestra definición: sea excomulgado». Concilio Vaticano I, Const. Dogmática Pastor Aeternus, Cap. 4.
Tal vez si leyéramos las Escrituras no haciendo un libre examen sino ciñéndonos a la Tradición católica recordaríamos que tal definición sagrada dada infaliblemente por el Concilio Vaticano I ya la había formulado San Pablo con otras palabras:
«Aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os predique un Evangelio diferente del que nosotros os hemos anunciado, sea anatema» (Gál. 1, 8).
Y tal vez nos habríamos dado cuenta también de la sanción que merecen afirmaciones tan frívolas, tan irreverentes y tan fuera de lugar y comprenderían que, como dijo San Bernardo, «El que hace el mal, bajo pretexto de obediencia, hace más bien un acto de rebeldía que de obediencia».
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Citas un texto muy importante de Ratzinger:
«Tras el concilio Vaticano II se generó la impresión de que el Papa podía hacer cualquier cosa en materia de liturgia [...]. Así fue como desapareció, en grandes zonas de la conciencia difusa de Occidente, la noción de liturgia como algo que nos precede y que no puede ser “hecho” a nuestro antojo. Pero de hecho, el Concilio Vaticano I no pretendió definir en absoluto al Papa como un monarca absoluto, sino, por el contrario, como el garante de la obediencia a la palabra transmitida: su potestad se liga a la tradición de la fe, lo que rige también en el campo litúrgico [...]. La autoridad del Papa no es ilimitada: está al servicio de la santa tradición».
Pero fíjate que aquí se habla sólo de la recomendable PRUDENCIA en el obrar y la REVERENCIA por lo que se nos ha dado.
No obstante...
"Tradition is to be distingished from te various theologica, disciplinary, LITURGICAL or devotional traditions, born in the local chuches over tiem. These are particular forms, adapted to different places and times, in which the great Tradition is expressed. In the light of Tradition, these traditions can be retained, modified or even abandoned under the guidance of the Church's Magisterium."
Así dice el punto 83 del Catecismo. El Papa tiene la potestad para modificar lo que quiera de una determinada tradición litúrgica, siempre en el contexto de la Tradición, aunque lo deba hacer con respeto, REVERENCIA y PRUDENCIA.
El Papa, en lo que no es infalibe, es falible.
Sed... lo que hizo Pablo VI con la Liturgia puede ser irreverente, imprudente, impositivo (Il capriccio di Paolo, famosoa trattoria romana donde se cocinan plegarias eucaristicas... jeje) pero sin duda en lo que hizo no se excedió ni un átomo en lo que a su autoridad se refiere.
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No se trata de hacer caso por hacer caso, ni al Papa ni a nadie. Ahí está la Escritura, el Misal, la Tradición, los Padres, los Doctores... ya te lo he dicho.
La cosa está mejor ahora que hace diez o quince años: hay Motu Proprio, hay un cierto movimiento en algunas cosas (yo noto cada vez con más frecuencia que se usa la Plegaria I, la genuflexión al menos en la Epiclesis y el Memorial, en algunas parroquias Novus Ordo no se usan monaguillas expresamente, hay adoración eucarística con Exposición...). Algo se mueve.
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Yo he dejado de dar una contribución monetaria para la construcción de la parroquia del barrio, y no me arrepiento. No estoy conforme con el proyecto: parece un supermercado, altar de cara al pueblo, Sagrario escondido, de campanas ni hablar, gasto absurdo en arquitectura, estilo y estética, y además no se va a celebrar Usus Antiquor.
Seamos prudentes, pero NO tontos ni nos dejemos llevar por la ira, desazón... que muchas veces dependerá más de nuestras frustraciones que de la realidad objetiva.
No es mi intención machacar pero hay una forma de pensar en la que un error va llevando a otro y se termina mal.
Saludos.
¿Se refiere a los documentos del CVII, a la nueva teología o la misa protestantizada?
Saludos cordiales y sinceros
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