Nicolás Gómez Dávila: Escolios (y III)
- Las tres hipóstasis del egoísmo son: el individualismo, el nacionalismo, el colectivismo.
La trinidad democrática.
- La Iglesia es una historia que se pensó a sí misma como sistema.
Mientras no hubo historiador que la interrogara, la Iglesia pudo proclamarse inmóvil desde su origen, sin estorbar el proceso inconsciente de su metabolismo histórico.
Pero cuando se vio su incomensurabilidad a una simple estructura lógica, la Iglesia, en lugar de volver teóricamente explícitas las categorías implícitas en su praxis, se empeñó en negar la evidencia.
Engendrando alternativamente, así, un intengrismo que oculta su crecencia y un progresismo que viola su constancia.
- En el cristiano obseso por la “justicia” social no es fácil saber si la caridad florece o si la fe se extingue.
- El católico de izquierda acierta al descubrir en el burgués al rico de la parábola, pero yerra al identificar al proletariado militante con los pobres del evangelio.
- Abogado de los pobres, en el santoral democrático, significa demagogo enriquecido.
- Frente a la Iglesia triunfante y a la Iglesia militante, el nuevo clero se incorpora en la Iglesia claudicante.
- El catolicismo, para el católico de izquierda, es el gran pecado del católico.
- La sociedad libre no es la que tiene el derecho de elegir al que la manda, sino la que elige al que tiene derecho a mandarla.
- La división es radical entre los que acechan una consumación terrestre de la historia y los que aguardan una conclusión abrupta a su prolongación empírica.
La raza de los primeros cae en un cielo infernal, donde la exaltación maniática frente al triunfo apocalíptico alterna con la depresión melancólica ante el fracaso rutinario.
Los segundos, en cambio, contemplan la mediocridad inalterable de la existencia humana con resignación cristiana o con escéptica ironía.
Entre cristianos y escépticos existe un pacto para salvar al hombre de las demensias progresistas.
- “Tener el valor de aceptarse” es uan de tantas fórmulas modernas que pretenden ocultar la vileza dle hombre llamando difícil lo fácil.
El moderno asevera que nada cuesta tanto trabajo al hombre, como ceder a su animalidad.
- Aguardar que Spinoza y Reimarus hicieran las preguntas fue tan tonto como esperar que un protestantismo desteñido, de Baur a Bultmann, diera las respuestas.
- El primado de aan Pedro estorba al clero progresista, el misticismo de san Juan le carga, la teología de san Pablo lo irrita.
¿No será que su patrón es el apóstol dotado de conciencia social, el que protestó contra el despilfarro ceremonial de ungüentos, el que propuso vender la mirra litúrgica para repartir su precio entre los pobres?
- La desorientación intelectual en que vivimos no proviene del fraccionamiento creciente de la ciencia, sino del rigor creciente de la filosofía.
El hombre caminta a trompicones cuando la filosofía renuncia a ensuciarse las manos.
- La inmoralidad del gobernante es la última protección del ciudadano contra el creciente poderío del Estado.
Del prevaricador se puede esperar compasión, pero no del doctrinario.
- “Dios ha muerto” exclamó ese Viernes Santo que fue el siglo XIX:
Hoy vivimos en el atroz silencio del sábado. En el silencio de la tumba habitada.
¿En cuál siglo alboreará, sobre la tumba desierta, el Domingo de Pascua?
- El catolicismo popular es el blando de todas las iras progresistas.
Fe popular, esperanza popular, caridad popular, irritan a un clero de extracción pequeño burguesa.
- Las tácticas de la polémica tradicional fracasan ante el dogmatismo impertérrito del hombre contemporáneo.
Para derrotarlo requerimos estratagemas de guerrillero.
No debemos enfrentárnosle con argumetnos sitemáticos, ni presentarle metódicamente soluciones alternativas.
Debemos disparar con cualquier arma, desde cualquier matorral, sobre cualquier idea moderna que se avance sola en el camino.
- Cierta raza de apologistas le busca puesto al cristianismo en la sociedad moderna exhibiendo certificados favorables, expedidos por físicos o biólogos.
Como si mendigaran recomendaciones de antiguos criados para recluir en un sanatorio al amo arruinado.
- Toda “totalización” de la aventura humana que pretenda cumplirse fuera de la inimaginable Jerusalén celeste será sólo una cárcel totalitaria.
Nicolás Gómez Dávila. Escolios a un texto
implícito. Tomo I. Villega editores.
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