Nicolás Gómez Dávila: Escolios (II)
- Hoy decirse “cristiano” suele ser manera de indicar que no se lucha contra el cristianismo desde afuera, sino desde adentro.
- En el seno de la Iglesia actual, son “integristas” los que no han entendido que el cristianismo necesita una teología nueva y “progresistas” los que no han entendido que la nueva teología debe ser cristiana.
- Al creerme dueño de una verdad no me interesa el argumento que la confirma, sino el que la refuta.
- El cristiano moderno no piede que Dios lo perdone, sno que admita que el pecado no existe.
- Religión de la burguesía fue la que profesaron los burgueses del siglo pasado - religión burguesa es la que profesan los cristianos revolucionarios de este siglo.
Allí se trataba de homenaje, quizás hipócrita, a la idea cristiana - aquí se trata de sincero entusiasmo con las ambiciones terrestres y los utilitarios ideales de la burguesía.
- El no pertenecer a ningún partido nos permite despreciar tan sólo lo auténticamente despreciable.
- Para poder aliarse con el comunista, el católico de izquierda sostiene que el marxismo meramente critica las acomodaciones burguesas del cristianismo, cuando es su esencia lo que condena.
- El católico progresista pretende restarurar el cristianismo primitivo remedando el moralismo humanitario de los clérigos incrédulos del XVIII.
- No urge convocar nuevos concilios sino esperar a un Decio o a un Diocleciano.
- El determinismo se invoca para exorcizar la gracia.
Con la cantilena del efecto y la causa tratamos de ensordecer nuestro miedo y de enmudecer nuestra culpa.
- Dios es el nombre del único enigma cuyo descifre no sería un desengaño.
- El individualismo doctrinario no es peligroso porque produzca individuos, sino porque los suprime.
El producto del individualismo doctrinario del XIX es el hombre-masa del XX.
- La teología de los sacramentos dispone de las únicas categorías propicias a una teoría rigurosa de la civilización.
La civilización, en efecto, no es un sistema de actos serviles, sino de actos sacramentales.
- Tres personajes, en nuestro tiempo, detestan profesionalmente al burgués:
el intelectual - ese típico representante de la burguesía.
el comunista - ese fiel ejecutante de los propósitos y de los ideales burgueses.
el clérigo progresista - ese triunfo final de la mente burguesa sobre el alma cristiana.
- Al hombre moderno le es indiferente no hallar la libertad en su vida, si la halla ensalzada en los discursos de quienes lo oprimen.
- Cuando el oficiante profesa que la liturgia no pretende actuar sobre los dioses sino sobre los fieles, el culto pierde todo significado religioso y se convierte en terapéutica colectiva.
- Cuando oigo pronunciar solemnemente la palabra “razón", me dispongo siempre a escuchar una frase sin sentido.
- La decadencia de España dejó de ser problema desde que tocó a sus vencedores de ayer compartir el mismo destino.
De ahora en adelante bastará averiguar cómo mueren las naciones.
- La imparcialdiad es hija de la pereza y del miedo.
- Los que tratan de mondar al cristianismo de sus acrecencias milenarias, para devolverlo a su “pureza primitiva", declaran “originales” y “auténticos” tan sólo los factores del cristianismo que aprueba la metnalidad vulgar de su tiempo.
Desde hace dos siglos, el “cristianismo primitivo” se amolda, en cada nuevo decenio, a las opiniones reinantes.
Nicolás Gómez Dávila. Escolios a un texto implícito. Tomo I. Villega editores.
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