El Padre Mendizábal SJ
Las antiguamente denominadas provincias Vascongadas han surtido de sacerdotes todas las órdenes religiosas que se precian de ser glorias de la Iglesia. En los agustinos está Andrés de Urdaneta, entre los dominicos San Valentín de Berriotxoa (obispo mártir), morirá mártir entre afganos fray Pascual de Vitoria, fraile franciscano y qué decir de los jesuítas.
La orden, fundada por un guipuzcoano San Ignacio de Loyola, ha tenido entre sus filas a santazos de la altura del San Francisco Javier, San Roberto Bellarmino, San Edmundo Campión, San Pedro Canisio y tantos otros y algunos jesuitas vascos ilustres como el beato hermano Gárate o Pedro Arrupe. Pero la lista de jesuitas vascos que han dedicado su vida a la causa de Cristo es muy larga.
Un eslabón más en esta cadena de sacerdotes entregados sería Luis María Mendizábal. Un eslabón más, sí, pero mientras que muchos son de hierro, en este caso, como mínimo habría que decir que de acero y bien templado. Noveno hijo de los diez que tuvo un cristiano matrimonio, nació en Vergara, Guipúzcoa en 1925. Cuatro hermanas monjas y tres hermanos jesuítas hablan de la fe que se vivía en dicho domicilio. Cuando el sustrato es de tanta calidad lo sembrado crece en abundancia.
Fue el padre Mendizábal un sacerdote de enorme inteligencia, lo que le permitió ser profesor en Roma y ser consultado por prelados de mucha relevancia. Pero los tiempos fueron cambiando y en la compañía se le fueron buscando otras ocupaciones. Maestro de tercerones (los que hacen la tercera probatura, paso previo a ser jesuitas de manera definitiva) primero y después enviado a Bilbao se le encomienda algo muy menor (en apariencia) el Apostolado de la Oración. Hacerse cargo de la publicación piadosa y no era una prioridad para la orden del postconcilio. Supo el padre Mendizábal hacer de ella un elemento evangelizador de primer nivel. Y en ello trabajó incansablemente después desde Madrid. Siempre trabajando en los márgenes de la orden, en lo que parecía irrelevante y logrando insuflar la fe en tantísimas personas.
Pero la obra más importante del padre Mendizábal, sin duda, resultó su labor menos conocida. Una labor por la que cientos de personas le quedan eternamente agradecidas. La dirección espiritual. En cuántos conventos pudo predicar, cuantos ejercicios pudo dar, cuántas vocaciones suscitar y a cuantos sacerdotes acompañar. Muchísimos laicos gozaron de su dirección y lo recuerdan con una sonrisa. La lista de personas agraciadas con su ministerio es muy larga. Sirva la biografía que reseño para que más gente sepa de este buen hombre y entregado sacerdote.
CERVERA BARRANCO, P. Y VARGAS CANO DE SANTAYANA, M.
“Luis María Mendizábal, SJ, testigo y apóstol del Corazón de Cristo“
BAC, 2021
5 comentarios
Entiendo que sin una dirección espiritual nos podemos perder por el camino; esperemos que haya cientos de D. Luis María Mendizábal en quien confiar la dirección espiritual.
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NOTA DEL BLOGGER: Muchas gracias por su aportación. Un saludo
El Catolicismo es vida, la vida de la gracia y estar en gracia es ser santo.
Es una exigencia de Cristo, "sed perfectos como Mi Padre que esté en lo alto es perfecto". O sea, nada menos que nos exige una perfección divina.
Pero no basta con aspirar a ese mínimo de santidad, sino que incluso debemos combatir el pecado venial y las faltas. Ahora, en el caso de los religiosos, dado su estado de vida, es sentencia común que están obligados a la perfección espiritual sub gravi.
En definitiva el que no muere santo, en gracia, se condena. Así de serio es el llamado a ser santo. Y para Dios, no hay excusa que valga.
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