2015 el año del Sínodo
La XIV Asamblea General Ordinaria del sínodo de obispos (que fuera precedida a finales de 2014 de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de Obispos) ha resultado el hecho más relevante del año que se ha finalizado en lo que a la Iglesia respecta. Seguimos esperando (con cierta ansiedad, algunos) la exhortación apóstolica del Papa que el cardenal Parolín aseguró que se escribirá, y que podrá ir en la línea de los padres sinodales… o no.
Se ha escrito mucho acerca del evento, sobre todo antes y durante su celebración. La prensa generalista y parte de la especializada ha querido tomar un posicionamiento claro en la línea de lo que se ha supuesto que es la del Papa, aperturista, misericordiosa e innovadora. Frente a esta aparentemente ola imparable, poco a poco, pero con firmeza fueron alzando su voz cardenales, obispos, sacerdotes y laicos en defensa de la doctrina que la Iglesia ha sostenido siempre y que parecía abocada a ser arrollada por las modas imperantes.
Uno de los libros más importantes publicados previos al sínodo salió de la mano de once cardenales, algunos de ellos de reconocida autoritas. Caffarra, Rouco Varela, Ruini, Sarah o incluso el relator del sínodo el cardenal Cordes quisieron presentar la razonada batalla que debía ser librada. Europeos, africanos, americanos e incluso asiáticos decidieron escribir sus impresiones tras tantos años de experiencia pastoral o profundizar en el tema de manera rigurosa y mostrar el tremendo peligro que se cierne sobre la Iglesia cuando se abre el corazón al sentimentalismo y se cierra la razón a la palabra de Dios y la experiencia.
De todas las cosas interesantes que se pueden leer quiero traer tan sólo una, decisiva. Son palabras del cardenal Eijk, arzobispo de Utrech, en los Países Bajos:
“Tenemos que darnos cuenta de que la cuestión de la administración de la comunión a los divorciados vueltos a casar no es un problema secundario. Aceptada esta, aceptaríamos también que el mutuo don de los esposos no deba ser total, ni espiritual ni físicamente. Por consiguiente, estaríamos obligados a cambiar la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio y la sexualidad en otros campos. De este modo, debilitaríamos nuestros argumentos intrínsecos contra el adulterio en general. El argumento contra el uso de los medios anticonceptivos se basa en que la prevención contra el don de la maternidad y la paternidad a través del acto conyugal hace incompleto el don recíproco de los esposos en el ámbito físico, y por tanto afecta a la totalidad del mismo don (cf. Familiaris consortio, n.32). Obviando la exigencia de la totalidad y reciprocidad del don, tendríamos que aceptar el uso de los medios de contracepción. Si aceptásemos que la entrega mutua de los esposos no debiera ser total, y por tanto que fuese lícito prevenir contra el don de la vida, estaríamos obligados a aceptar también actos sexuales no dirigidos a la procreación, como los homosexuales. La cuestión de si los divorciados vueltos a casar pueden recibir la comunión está intrínsecamente ligada a otras cuestiones en el campo de la moral matrimonial y sexual.”
8 comentarios
En realidad, hay que darle la vuelta al razonamiento: Como se acepta el uso de métodos anticonceptivos, se previene el don de la paternidad y se acepta que el don de ls esposos no haya de ser completo en cada acto conyugal. Esto debilita al matrimonio, aumentan los divorcios, y ya puestos a desobedecer, se cae en el adulterio, y de ahí, en la comunión sacrílega. Es decir, de lo que parece una pequeña desobediencia "sin importancia", van surgiendo pecados cada vez más graves.
Y los pastores se han enredado en un problema que siendo muy importante, no es radical, para no profundizar en el que sí afecta a la raíz del amor esponsal: la anticoncepción, aunque no parezca de entrada tan grave. Es muy grave porque manifiesta la voluntad de desobedecer al Magisterio, de enseñarlo mal o de esconderlo, de novios, matrimonios, agentes de pastoral familiar,sacerdotes y obispos,que lo consideran demasiado difícil. Porque no creen el que Dios da la gracia para vivir el don de la castidad y de la fecundidad.
Gracias
Lo cual no es fácil ni difícil: es fruto de la Gracia que se da a los que obedecen al Señor.
El problema de los divorciados vueltos a casar se reduciría en la misma proporción en la que aumentasen los matrimonios en gracia de Dios. Si la cuestión es ahora tan candente es debido al gran número de ellos dentro de la Iglesia, que seguirá aumentando mientras la orientación no sea la que el Señor ha previsto para sus fieles: obedecer su Palabra y el Magisterio de la Iglesia que El mismo ha fundado. Él nunca pide cosas complicadas, es sencillo de entender para los sencillos de corazón, y da la gracia para poder hacer lo que El nos manda.
Gracias
En aquella época aún no se les llamaba "potsinodales".
Así que paciencia, que todo llegará.
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