Unos pies descalzos, un gesto profético
Hay un aspecto poco conocido de los profetas bíblicos, que suele chocar con nuestra mentalidad racionalista, y que consiste en los gestos proféticos.
En ocasiones, el profeta, en vez de pronunciar un discurso en nombre de Dios, era impulsado por el Espíritu Santo a realizar un gesto preñado de sentido ante el pueblo. Este gesto constituiría para ellos un signo para recordar, una imagen grabada a fuego en sus retinas del mensaje que Dios les quería transmitir.
Los ejemplos son muy variados. A Ezequiel le manda Dios que se vista apresuradamente, coja un morral a su espalda como un exilado, abra un agujero en la pared y salga por él ante todo el pueblo. Con esa actuación anuncia a Israel que, si siguen confiando en el poder político en vez de en Dios, sus seguridades humanas les fallarán, serán asediados, intentarán escapar abriendo agujeros en las murallas y terminarán por ser deportados. El pueblo no hizo caso de las advertencias del profeta y lo que había predicho se cumplió en tiempos de Sedecías, que intentó escapar del asedio que sufrió la ciudad de Jerusalén a través de una brecha en la muralla y fue deportado a Babilonia.
También Isaías y Jeremías constituyen con sus acciones un signo para Israel. Un caso más extremo es el de Oseas, a quien Dios le impulsa a casarse con Gomer, una prostituta, como signo para Israel de que Dios ha querido desposarse con el pueblo y éste le ha sido infiel. También ordena Dios al profeta que ponga a sus hijos nombres simbólicos, de modo que al último le llama Loammí, que significa en hebreo “No es mi pueblo”, como una nueva advertencia para Israel, que prefiere a otros dioses al Señor.
Tener clara esta tradición de los gestos proféticos es importante para comprender en algunos casos las acciones de Cristo. En mi opinión, hay dos gestos proféticos muy claros recogidos en los evangelios que no se entienden si no se tiene en cuenta todo lo que hemos dicho. Por supuesto, todas las acciones de Cristo tienen un significado salvífico y son proféticas, pero creo que hay dos acciones en particular que no solemos entender porque no las situamos en este contexto de los gestos proféticos del Antiguo Testamento.
En primer lugar, la escena en la que Cristo echa a los mercaderes del templo. Esta escena ha dado lugar a multitud de interpretaciones, a cual menos apropiada. Se ha hablado de “ira santa”, de rechazo al comercio o incluso de anarquismo.
A mi juicio, la actuación de Jesucristo es un gesto profético deliberado, con un significado muy concreto: anunciar que él era el Mesías enviado por Dios. La tradición de Israel esperaba que el Mesías purificara el templo, según había dicho el profeta Malaquías: Voy a enviar a mi mensajero a allanar el camino delante de mí y enseguida vendrá a su templo el Señor, a quien vosotros buscáis. Jesús, con el gesto solemne y tremendamente significativo de echar a los mercaderes y cambistas del templo, anunciaba ante todo el pueblo su misión.
Los propios judíos, inmersos en la tradición bíblica, entendieron perfectamente que se trataba de un gesto profético, al estilo de los profetas del Antiguo Testamento, y que equivalía a proclamarse el Mesías. Si se fijan, después de la escena del templo, le preguntaron: ¿Qué signos haces para obrar así? Es decir, si afirmas que eres el Mesías, demuéstralo. Como suele suceder en los evangelios, la demostración que hace Jesús de su misión va mucho más allá de lo que podía esperar su auditorio, porque lo que hace es anunciar algo aún más increíble: su muerte y resurrección. Cuando destruyan el templo de su cuerpo, el lo volverá a levantar en tres días. No sólo es el Mesías, es mucho más, es el Hijo único de Dios, en quien el Padre se complace.
El segundo gesto profético que realiza Cristo es el de la maldición de la higuera. Recordarán que Jesús se dirige a una higuera y, al ver que no tiene higos (porque no era el tiempo adecuado, dice el evangelio), la maldice diciendo que ya nadie más comerá de sus frutos. Cuando Jesús vuelve a pasar por allí, unos días después, los discípulos se dan cuenta de que la higuera se había secado.
Este pasaje no se suele leer a menudo, porque parece que desmerece del Cristo “normal” de los evangelios. Da la impresión de que Jesús se enfada por una tontería y de forma totalmente irracional. De nuevo, nada hay más lejos de la realidad. La higuera que se seca tras no haber dado fruto al Señor cuando éste lo pide es un signo para Israel de que si no daban el fruto de la fe y de una vida según la voluntad de Dios, se les quitaría el Reino de Dios y se le entregaría a un pueblo que diera sus frutos.
Por supuesto, también es un signo muy gráfico para nosotros de la terrible importancia que tiene decidirse por Cristo y ajustar nuestra vida a la voluntad de Dios, dando frutos de justicia. Si no damos frutos verdaderos, es señal de que nuestra fe está muerta y no tenemos verdaderamente en nosotros la vida de Dios. Estamos secos por dentro como esa higuera. Todos los frutos que pensamos dar al margen de Dios (nuestro trabajo, nuestra fama, nuestro dinero…) no son nada, como dice Cristo a la higuera, si no fructificamos a los ojos de Dios.
Al hilo de esta explicación sobre los gestos proféticos, he recordado la imagen que vimos hace unos días del Obispo de Pamplona caminando descalzo por las calles de su ciudad.
En mi opinión, puede tratarse de un gesto profético para nosotros, de una Palabra que Dios nos regala por medio de una imagen. Pienso, además, que puede serlo al margen de las circunstancias concretas y pasajeras del hecho o incluso de que Monseñor Sebastián sea o no consciente de ello. A fin de cuentas es un obispo y puede que le suceda como a Caifás que, al ser sumo sacerdote aquel año, profetizó sin saberlo.
Estoy convencido de que es una imagen que debe quedársenos grabada en la mente. Un obispo descalzo, caminando por la calle y seguido por los cristianos. Ése es, quizás, el futuro que le espera a la Iglesia en España según el plan de Dios. El pastor de la diócesis, con sus vestiduras litúrgicas que significan que está revestido de Cristo, a la cabeza de los fieles por el camino de la pobreza y la humildad, sin miedo a pisar las calles llenas de basura y suciedad. Un sucesor de los apóstoles en camino hacia la Jerusalén del cielo, llevando sobre los hombros la capa roja de los mártires que perdonan a los que les odian y que dan la vida amando a sus enemigos. El pueblo de Dios en las calles, sin miedo, como un signo ante el mundo de dónde se encuentra la verdadera vida. Atribulados en todo, mas no desesperados; perseguidos, mas nunca abandonados; derribados, mas no aniquilados. Llevando siempre en nuestro cuerpo el morir de Jesús. Obispos, sacerdotes y laicos, pobres y despreciados por amor a Cristo, que sepan seguir humildemente y con fidelidad a su Señor.
Si Dios quiere.
8 comentarios
Tu artículos Bruno son siempre didácticos para mí.
Espero que otros sepan también disfrutarlos.
Magnífico artículo. un abrazo.
Gracias por vuestros comentarios. Me alegro de que os haya gustado.
Montaraz:
Resulta curioso que el protestantismo, que pretende basarse sólo en la Escritura, haya perdido la mayor parte de esos signos que nos conectan con los antiguos profetas: la liturgia, la mayoría de los sacramentos, las imágenes religiosas...
No me parece, que ahora, los católicos estemos en plan humilde; estamos saliendo de las trincheras. Puede,como escribes, que atribulados y perseguidos, pero no abandonados ni aniquilados, porque nuestra esperanza es Cristo.
1.- Signos figuras / Lo que vemos
2.- Profetica o Mosaica / Lo que oimos
3.- Pre-mesianica o Cristiana / lo que hacemos.
pues eso es Dios, todavia se revela a sus pueblo en estos tiempos, en los signos nosotros no debemos dejar pasar esto como un simple acto. En el caso del orden Jerarquico, Jesucristo es representado o cuando menos por un dogma de fe lo vemos en la autoridad conferida en el Papa, Obispos, Cardenales, Sacerdotes incluso en el diaconado transitorio.
Por eso es muy importante, que veamos con la libertad que Jesucrito dejo al nuevo hombre, que cuando cumplamos nuestra mision de Reyes, Profetas, Sacerdote, confiemos en el ya que nuevamente nos dira,.... No se preocupen po...
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