Teocentrismo absoluto
Al contar en el último artículo que había participado por primera vez en la Misa según la forma extraordinaria del rito romano, un lector, Luis, escribió estas bellas líneas sobre la liturgia tradicional.
Me ha encantado leer los sentimientos de un “enamorado” de la liturgia tradicional. También me ha entristecido un poco ver que la mayoría de las cosas que cuenta Luis están o deberían estar presentes en la forma ordinaria de la liturgia, pero estamos acostumbrados a que ésta se celebre mal, a que no se dé importancia a la liturgia, a que algunos sacerdotes conviertan la Misa en un largo sermón, a que no se utilice nunca la Plegaria Eucarística I (que es el Canon romano e incluye todas las oraciones que ha mencionado Luis).
Estoy convencido de que la liberalización del rito extraordinario, como dice el Papa, contribuirá a que todos los sacerdotes y fieles demos más importancia a cuidar la liturgia, también en el rito ordinario, a vivirla como lo que es, el centro y culmen de la vida cristiana.
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Enhorabuena, Bruno, bienvenido. Hace un año, desde la sanción del Motu Proprio, que asisto a misa de rito extraordinario en Buenos Aires, con mi familia.
¿Y qué decir del texto de la Misa, que al ser en latín te obliga a seguirlo morosamente? Una cortesía infinita para con Dios, que no excluye el afecto. Un respeto inmenso, como el del santo Ángel que lleva la ofrenda hasta el Altar del Cielo… El recuerdo de todo lo bueno que la Humanidad ofreció a Dios, incluido en el sacrificio puro y santo de Melquisedec.
La mención de los primeros mártires, que nos hace sentir en la iglesia romana de los primeros siglos. El sacrificio con el sacerdote vuelto hacia el Oriente, donde sale el sol, de donde vendrá el Sol invicto a consumar la historia.
El agradecimiento final a la Trinidad Santa por el obsequio del ministerio. Y el Ultimo Evangelio, como un talismán secreto, como un misterio esotérico y exotérico que resume en qué consiste nuestra fe. Los gestos y rúbricas, las genuflexiones al Credo y al Evangelio.
Una ceremonia teocéntrica, donde el sacerdote se aniquila, se vacía. Donde todo está pautado, para que la mente discurra libremente. Donde ningún cura tiene la obligación ni el derecho de convertirse en un showman. Donde el protagonista es la víctima sobre el altar, el misterio de su muerte, resurrección y ascensión.
Una maravilla, la Misa tridentina. Teología en estado líquido, espiritualidad cien por ciento, Teocentrismo absoluto. Y sí, soy un enamorado de esa Misa. Donde todo es apolíneo y medido, para poder apreciar mejor la Locura de Dios para con el hombre. Donde el sacerdote baja la voz durante el Canon, para poder percibir los gritos estentóreos de los querubines y serafines. Donde cuando el sacerdote inclina levemente la cabeza al nombre de Jesús, todos los cientos de ángeles presentes entre los fieles gritan Santo, Santo, Santo.
Donde, cuando el sacerdote, de espaldas, levanta la hostia, sientes que le estás sosteniendo los brazos, que como Moisés, impetra, agradece, pide, repara como representante del pueblo, pero tú te unes a él, porque él, de frente a Dios, es tu representante, tu cabeza.
La entrada, con el Entraré en el altar de Dios… El sacerdote, humildemente, pide permiso para ingresar al sancta sanctorum. Con él, ingresan los fieles. El ingreso al altar “alegra la juventud“, porque cada vez que se renueva la Misa, como un fénix místico, viejos y jóvenes se vuelven como Dios, Eterno y siempre Nuevo. “He aquí que hago nuevas todas las cosas“. Se deja al hombre viejo, desgastado, con las manos cargadas de sobornos, inicuo… que somos todos, a las puertas de la Iglesia. Que quede ahí el hombre viejo, me voy a encontrar con el Señor, voy a entrar en el Calvario, voy a abrir una puerta a los Cielos…
Y le pedimos que nos quite las iniquidades, que permita que con nuestras propias fuerzas nos acerquemos a la fuente de la Fuerza y la Gracia… las palabras son mágicas, antes de proclamar la Palabra, el sacerdote pide que un ángel tome el carbón con que limpió los labios de Isaías para poder pronunciar al Logos.
Y el Prefacio. Cantado, es una especie de desborde lírico. Es verdadero y justo, equitativo, saludable (tantas veces se repite saludabilis… rationabilis… hay como un enamoramiento con la naturaleza humana, no humanista, sino en tanto es un don de Dios: una especie de divinismo humano) darte gracias. En todo tiempo (y estamos fuera del tiempo en la Misa) y en todo lugar (y estamos en el Axis mundi ahora). Y nuevamente clamamos con los Serafines, Querubines, y todos los coros (la Iglesia oriental nos recuerda, aquí está lleno de ángeles, las Energías de los Cielos colman el lugar).
El canon. El silencio radical de los enamorados. Un silencio con un cuchicheo que te hace recordar el rumor de las palomas del Cantar de los Cantares. El recuerdo de los vivos, de los amigos, a los que la gracia los está golpeando en el mismo momento en que tú los recuerdas en la Misa. Los besos del sacerdote al altar, que es el mismo Cristo en el Calvario.
Y esa hostia santa, pura, inmaculada, pan santo de la vida eterna y cáliz de salud perpetua, convertida en sacrificio razonable, digno de la natura humana, digno de la divina, aceptable por la Trinidad inmensa, cruce teoantrópico, nueva encarnación. Sobre la cual dígnate mirar y aceptar, como con los puros, figuras de tu Hijo, que estuvieron contigo desde los comienzos de la historia. Con el justo Abel, el primero que sacrificó y fue sacrificado. Con nuestro Padre, Padre de los creyentes, Abraham. Con el misterioso Melquisedec, hombre salido de la nada, vuelto a la nada, como tantos hombres que Dios suscita en la oscuridad y cuya fe Dios conoce bien. Que son ángeles, mensajeros de Dios, figuras prototípicas de tu Hijo.
El sacrificio dicho en voz baja, hasta el momento de la Consagración. Y la genuflexión inmediata, porque el Señor se ha hecho presente en medio de los fieles. El sacerdote se arrodilla sin necesidad de tocar las llagas, ante el mismo Señor. Luego, mostrará la hostia al pueblo y volverá a arrodillarse.
El memento de los muertos, aquellos que nos precedieron con el signo de la fe y duermen en el sueño de la paz, porque para nosotros están como dormidos, porque sin tu gracia y energía se duermen en la nada. Como nos dormimos nosotros, si no nos nutrimos de la energía indeficiente de tu muerte, resurrección y no menos gloriosa Ascensión, que nos ha hecho entrar en el Consejo de la Trinidad.
En la comunión del sacerdote, esa conmixtio, mezcla santa del cuerpo y de la sangre de Cristo, medicina saludable para el cuerpo y para el alma. De nuevo el teandrismo, de nuevo Dios que rescata la totalidad del hombre. Una renovación radical de la corporeidad, un ingreso total de la corporeidad en la “sustancia” de Dios, consumando el divino intercambio. Que este cuerpo, esta sangre, se adhieran a mis entrañas, se reza, para que no quede rastro de pecado, para que me renueve como criatura nueva, nacida no de voluntades o de deseos marrados sino de la luz que las tinieblas rechazan, pero que aceptan aquellos que, como dice Juan en el Evangelio final, son nacidos de Dios.
Perdón, soy un fanático de esta Misa. Pero es que me hace bien.
10 comentarios
Es un libro estupendo. Esta semana misma lo estaba releyendo. Es especialmente interesante algo que dice a propósito de lo que tú mencionabas ayer: que la liturgia de la Iglesia está llena por todas partes de Escritura. No sólo las lecturas, sino las oraciones, los gestos, los símbolos son todos profundamente bíblicos. Si se le explicaran mejor a la gente...
También es interesantísimo "Roma, dulce hogar", en el que él y su esposa cuentan su conversión. Está editado en Rialp también, aunque en otra colección.
Un saludo
Respecto del latin, no es tan complicado con misales bilingues. Y a la generacion encantada con los latinazgos de Harry Potter no le viene mal un poco de misterio. Que en la Misa hablamos con Dios, no con los hombres.
No podría estar más de acuerdo. Lo de las lecturas ya lo comentamos en el artículo anterior. Parece evidente que deberían leerse en lenguas vernáculas. Según creo, la práctica habitual suele ser que el sacerdote "cuente" otra vez el evangelio en lengua del lugar durante la homilía, pero pienso que lo lógico sería leer directamente las lecturas de forma que sean comprensibles para todos. Otra cosa es el resto de la liturgia, que es siempre igual y es una oración y no un relato.
En cuanto a lo de "podéis ir en paz", se ha decidido hace muy poco en Roma cambiar esa fórmula (permitiendo varias opciones diferentes) y dentro de no mucho veremos el cambio en las parroquias.
Un saludo.
Por eso me gusta definir a la liturgia como la expansion en el tiempo y en el espacio de la vida de Cristo.
Muy interesante tu definición de la liturgia. Pensaré sobre ella.
Y gracias por la recomendación del libro. Ese libro de Knox no lo conocía. Lo buscaré por Internet.
Es toda una gozada disfrutarla a diario por internet os lo recomiendo.
Un abrazo en Jesus y María.
Muchas gracias por tu sugerencia. Creo que también varias televisiones de pago, como Imagenio, incluyen el canal EWTN.
Muy bueno el post
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