Signos de la fe (XI): el sentido de la vida
Una de las cosas que tienen en común todos los hombres, en todas las culturas y en todas las épocas es la necesidad de encontrar un sentido para la vida. Si bien la búsqueda es común a todos, las respuestas a la misma son tremendamente diversas. No sólo en las distintas épocas y culturas, sino en cada hombre en particular.
Muchos, incluso la mayoría, se afanan en la práctica por encontrar ese sentido en cosas muy diversas: el éxito profesional, el dinero, el bienestar, una casa, un coche nuevo, las vacaciones, etc. Sin embargo, la búsqueda en esa dirección nunca tiene fin, porque siempre se quiere más. Acabamos de comprar el coche nuevo que llevábamos meses deseando y ya estamos pensando en que lo que de verdad querríamos es otro modelo mejor. Por fin hemos conseguido el puesto de Subdirector y ya estamos planeando lo que haremos cuando consigamos el de Director. Ninguna de esas cosas satisface la necesidad de sentido que tenemos y, por ello, generalmente, llevan a una insatisfacción y un desencanto crecientes.
Esa insatisfacción hace pensar que el sentido buscado por el hombre no puede encontrarse en cosas. El sentido de la vida no puede estar en algo, sino que tiene que referirse necesariamente a alguien. Una persona no puede encontrar un sentido para su vida en algo que es menos que ella: en objetos, en cosas que no tienen capacidad de amar ni de comprender. De alguna forma, un sentido verdadero para la vida humana tiene que estar relacionado con las personas.
Podemos encontrar una confirmación de que el fin último de la vida de las personas no puede estar en realidades impersonales, mirando al inicio de su vida. A menudo, el fin está prefigurado de alguna forma en el origen y, mirando a uno, podemos comprender mejor el otro.
El ser humano no nace perfectamente desarrollado como persona. Los niños recién nacidos o incluso antes de nacer son personas en formación, que aún no han desarrollado sus capacidades. Esas capacidades personales se desarrollan en el niño a través de la relación con personas adultas, especialmente los padres. Cada uno de nosotros va formando su personalidad, su ser persona, al relacionarse con otras personas, al mirarlas, quererlas, escucharlas y hablar con ellas.
Si no tuviésemos esas relaciones personales, nuestra propia personalidad no se desarrollaría. El emperador Federico II puso en práctica el terrible experimento de mantener aislados a varios niños desde su nacimiento, de manera que recibieran comida y lo necesario para vivir, pero ningún contacto humano. Pensaba que así se convertirían en hombres perfectos, al no haber sido pervertidos por nadie. El resultado fue que esos niños no aprendieron a hablar, ni a expresarse, ni a tener afecto por los demás, ni a tener verdaderas relaciones humanas, sino que permanecieron en un estado embrutecido y murieron muy pronto.
El sentido de la realidad, de lo que es la verdad, de los afectos, los mecanismos del pensamiento y, en fin, todo aquello que nos hace actuar como personas sólo se puede ir desarrollando adecuadamente en un ambiente de relaciones personales. Parece lógico, pues, que ya que nuestro ser personal sólo se desarrolla y crece en un ambiente de relaciones personales, el sentido profundo de ese ser personal tenga que estar vinculado también, de alguna manera, a otras personas o a nuestra relación con ellas.
De hecho, mucha gente se ha dado cuenta de que cualquier sentido de la vida tiene que encontrarse en la dirección de las relaciones interpersonales y lo busca en su familia, su pareja, sus amigos… y, sin duda, así se tiene más éxito que intentando encontrar ese sentido en simples cosas. Por desgracia, nuestras relaciones humanas habituales tampoco terminan de satisfacernos. Es muy conocida la historia de San Francisco de Borja que, cuando vio el cadáver descompuesto de la emperatriz a la que tanto había admirado y honrado, decidió “no volver a servir a ningún señor que se pudiera morir”.
Las relaciones humanas habituales son muy limitadas. Claramente son limitadas en el tiempo, porque las personas pasan: unas se mudan a lugares lejanos, otras cambian de forma de ser, otras terminan por decepcionarnos y todas finalmente mueren. Pero, además, las relaciones habituales con otras personas son intrínsecamente insuficientes. Nuestra ansia de sentido es ilimitada: queremos ser amados de forma infinita, queremos algo que dure para siempre, queremos ser aceptados como somos verdaderamente y no como a otros les gustaría que fuésemos, queremos a alguien que pueda compartir nuestros sufrimientos desde dentro y no solamente desde fuera. Sin embargo, las personas que encontramos a nuestro alrededor no pueden satisfacer esas ansias más de que una forma parcial y totalmente insuficiente.
La búsqueda de sentido para nuestra vida nos lleva a darnos cuenta de que no nos bastan las cosas, pero tampoco, en última instancia, las personas. Necesitamos una Persona, que nos ame sin limitaciones, para siempre, como somos, pase lo que pase, más allá del sufrimiento y de la muerte. Necesitamos a Alguien a quien podamos entregarnos por entero, sin absolutamente ninguna reserva.
Todo esto no es más que una búsqueda a tientas. No nos dice dónde está el final de nuestra búsqueda de sentido, sino únicamente algunas de las características que tiene que tener ese final para que sea un verdadero final, para que el sentido encontrado nos satisfaga verdaderamente y no sea un nuevo espejismo. Sabemos que nuestra vida necesita una Persona que la de un sentido verdaderamente satisfactorio, pero ¿dónde está esa Persona?
La búsqueda se ha ido haciendo cada vez más difícil y complicada. Las cosas materiales son fácilmente manejables, no nos oponen resistencia ni nos presentan dificultades. Hacemos con ellas lo que queremos y permanecen siempre en el exterior de nuestra vida. Las personas, en cambio, son algo totalmente distinto. No podemos hacer con ellas lo que queremos. Tienen su propia voluntad, sus propios deseos y necesidades, que no coinciden con los nuestros. En muchas ocasiones nos resultan incomprensibles. Además, para relacionarnos de forma verdaderamente humana con otras personas, tenemos que poner en juego nuestro propio ser, arriesgarnos, dejarlas entrar dentro del santuario de nuestra propia vida. Ya no estamos al mando de lo que ocurre, sino que, en parte, dependemos de lo que hagan otros.
Al pasar de las personas a la Persona que buscamos, esa dificultad se hace aún mayor. El paso a dar parece lógico: si podemos controlar totalmente las cosas materiales, pero con las personas ya no tenemos el control total de lo que sucede, sino sólo un control parcial y compartido, es muy probable que ante la Persona de la que hablamos ya no tengamos ningún control de lo que sucede, sino que estemos totalmente a su merced, que la iniciativa sea totalmente suya y que, para encontrarnos con ella, tengamos que arriesgar nuestra vida entera, absolutamente todo lo que somos.
Los cristianos anunciamos que nos hemos encontrado con esa Persona. No porque fuéramos más listos, mejores o lo mereciésemos más que otros. Ni tampoco porque nos hayamos esforzado más. La realidad es mucho más sencilla: esa Persona, que todos nos pasamos la vida buscando, ha salido a nuestro encuentro. Nada podíamos hacer, por nuestras propias fuerzas, para encontrar a Aquel que anhelaba nuestro corazón, pero él ha querido encontrarse con nosotros.
Quien quiera conocerle, que venga con nosotros, que las puertas de la Iglesia siempre están abiertas. Venid y lo veréis. Hasta aquí bastaban los razonamientos, desde este lugar sólo la experiencia podrá satisfacer del todo nuestra sed de sentido, porque necesitamos a una Persona y no podemos quedarnos en argumentos. Quien tenga sed, que venga a mí y beba.
18 comentarios
Lo más importante que dices es que es Él el que ha salido a nuestro encuentro...Él quiere salir al encuentro de cada hombre, pues todo hombre es una obra única e irrepetible de su Amor Infinito.Nosotros sólo podemos dejarnos amar por Él...
Te animo a pasarte por mi blog, seguro que te gustará.En Él hablo mucho del unico sentido de la vida y de cómo con Él todo es sencillo...
catalinasastre.blogspot.com
He echado un vistazo a tu blog, que me ha gustado mucho. Siempre me han encantado Santa Teresa y el Carmelo. Mañana lo visitaré con más tranquilidad (los que somos padres de familia solemos estar bastante ocupados la víspera de Reyes).
Un saludo cordial en Cristo.
Carmen:
Aunque muchas veces hablo de temas de pensamiento en el blog, no olvido nunca que el Cristianismo no es una filosofía, sino un encuentro personal con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo que llena la vida entera.
¿Abiertas?
Si y sólo si...
-firmas el credo largo, el corto y el de Bruno
-cumples los 3000 o 4000 cánones
- tienes ´la humildad de aceptar el discernimiento de la Iglesia´cuando sus jerarcas te nieguen el uso de la razóm, tus derechos elementales y tu propia dignidad.
Lo del encuentro personal con Cristo no te lo piden para abrirte las puertas, ¿a lo mejor no les parece tan importante como a nos lo parece a los fieles?
Puedes crearte tu propio credo, Yolanda, el credo yolandero. Y fundas tu propia comunidad de cristianos yolanderos.
estás tgerrible últimamente, eh. ¿Y si mi credo yolandero fuera mejor que el credo brunero de antesdeayer?
No tienes nadita de sentido del humor. Yo no he dicho que quiera hacer YO un credo, sino que es legítimo que los teólogos reflexionen incluso más del credo nicenoconstatinopolitano. Y que la Iglesia NO ESTÁ ABIERTA como dice Bruno en su post de hoy. Estamos viendo que no para de echar a la gente. Y más los integristas de a pie que la propia jerarquía.
Y yo no tengo vocación de fundar nada. Quiero la Iglesia en la que nací y me eduqué. Pero quiero verla salir de este pozo en el que está en los últimos años.
"Negar el uso de la razón, la dignidad, el derecho...", decir esto es abusivo. Pues si fuese verdad sólo podría decirse desde fuera y meter en la cárcel a tanto jerarca. ¿Tan lejos puede estar uno desde dentro?. ¡Qué fácil es decirlo en el seno de la Iglesia!¡Qué gratuito!...
entre otros defectillos tienes el de carecer de sentido del humor. Pero el credo yolandero, ¿sabes tú cuál es? Yo proclamo el mismo que tú, eso es seguro, cada domingo como mínimo.¿No te mola entonces ese credo? Porque yo creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra, etc. Lo del ´corto´y ´el largo´es una broma habitual de catequistas. Lo decía mi párroco a mis chavalines de catequesis. Aquí el único que se ha sacado un credo de la manga es Bruno. Y no: no es tan fácil decirlo desde dentro, ya veis que cada vez que digo algo que no os mola, me bufáis toda la pandilla, con el nombre habitual o fingiendo uno nuevo, rasenjo.
¿Qué te han traído los Reyes?
entre otros defectillos tienes el de carecer de sentido del humor. Pero acaso el credo yolandero, ¿sabes tú cuál es? Yo proclamo el mismo que tú, eso es seguro, cada domingo como mínimo.¿No te mola entonces ese credo? Porque yo creo en Dios Padre todopoderosdo, Creador del Cielo y de la Tierra, etc. Lo del ´corto´y ´el largo´es una broma habitual de catequistas. Lo decía mi párroco a mis chavalines de catequesis. Aquí el único que se ha sacado un credo de la manga es Bruno. Y no: no es tan fácil decirlo desde dentro, ya veis que cada vez que digo algo que no os mola, me bufáis toda la pandilla, con el nombre habitual o fingiendo uno nuevo, me descalificáis y me atribuís lo que digo y hasta lo que creéis que pienso soi decirlo.
Bruno,
todo lo que dices es cierto pero hay mucha gente que piensa que la vida no tiene ningún sentido último y que buscárselo es absurdo. ¿Qué les dices a esos?
Yolanda, ¿no eres tu también Iglesia? ¿Y no estás tu "abierta"? ¿entonces? ¿o es que tú no eres Iglesia?
A mí lo de que monseñor Vader y el emperador-papa del lado oscuro han sumido en un pozo a la Iglesia y quieren echar a todo el mundo es un cuento que ya me produce bostezo, de tanto oírlo. Discúlpame, pero es que es una bobada.
Admito que no quieres fundar nada, y que tu credo sea el corto, o el largo. Pero es que "el credo de Bruno" resulta que es el largo sumando varios dogmas y puntos doctrinales de la Iglesia. O sea, totalmente admisible para cualquier católico. Así que tu problema no es con Bruno, o con el lado oscuro de la fuerza que quiere echar católicos fuera, sino con la doctrina católica.
Con lo que llegamos a lo de siempre: el católico se distingue de los demás cristianos en que acepta la autoridad del papa y del Magisterio de la Iglesia. Tú misma.
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