Signos de la fe (II): creo por Cecilia y Esteban
Como el último artículo sobre este tema fue, más bien, de tipo filosófico-teológico, hoy quiero darle un enfoque más personal y experiencial. Llevo casado algo más de dos años y medio. Tengo dos hijos pequeños. Cecilia tiene un año y ocho meses y Esteban tres semanas.
¿Qué es lo que me apetecía cuando me casé? Lo que a todo el mundo: la comodidad. Esperar algunos años antes de tener hijos, para “disfrutar del matrimonio”, como dice la gente. Dedicarme a viajar, a tener algo más de dinero por una vez en la vida.
Sin embargo, la Iglesia, en nombre de Dios, me dio una Palabra sobre este tema. Una Palabra dura y a contracorriente de lo que opina todo el mundo. Me dijo que la apertura a la vida era una parte esencial del matrimonio, que si queríamos cumplir la voluntad de Dios en nuestro hogar, teníamos que estar dispuestos a recibir con generosidad los hijos que Dios nos regalara.
Esto era contrario a lo que nos apetecía, pero nosotros habíamos experimentado ya que Dios no nos quita nada y nos lo da todo, como dice el Papa. Así pues, nos fiamos de lo que nos dijo la Iglesia. En contra de nuestro propio egoísmo y de la incomprensión de muchos. De hecho, aunque parezca mentira, gente que no nos conoce de nada nos regaña a veces por la calle por tener ya dos hijos en tan poco tiempo.
¿Cuál ha sido el resultado? Una auténtica bendición. Dios, muy a mi pesar, nos ha sacado del egoísmo que asomaba ya en nuestro matrimonio y nos ha dado una felicidad mucho mayor. Por su misericordia, nos ha regalado a Cecilia y Esteban. Nos ha concedido, en nuestra debilidad, ir dando la vida por ellos y encontrar que el Señor nos devuelve el ciento por uno. Hemos podido comprender que el matrimonio es una verdadera vocación a la santidad y a glorificar a Dios en nuestra vida cotidiana. Ver a mi mujer dando la vida por mis hijos, gastándose y desgastándose por ellos, ha hecho que la quiera mucho más. En definitiva, hemos experimentado que se puede uno fiar de Dios y de la Iglesia.
Por eso mi mujer y yo pusimos a nuestros hijos nombres de mártires: para que nos recordaran que nuestros hijos no nos pertenecen, que son un don de Dios y sólo a él le pertenecen. Dios los ha puesto a nuestro cuidado, pero debemos tener cuidado de no creernos sus dueños.
San Esteban fue el primer mártir que murió perdonando, como Cristo, y dando testimonio de su fe, mientras que Santa Cecilia fue una noble patricia romana del s.II que prefirió morir antes que renunciar al Señor. Como canto bastante mal, me gusta también pensar que Santa Cecilia es la patrona de la música. Aunque se la suele representar con una cítara o un órgano, no se la considera patrona de la música porque cantara bien o tocara instrumentos, sino porque la antigua liturgia de su fiesta decía que, cuando la llevaban al martirio, en su interior cantaba al Señor. No sé si Cecilia y Esteban tendrán buen oído cuando crezcan o saldrán a su padre, pero sí espero que canten al Señor en su interior, para que puedan experimentar también el gran tesoro que nosotros hemos encontrado.
Mis hijos son para mí un signo de fe. Al verlos, recuerdo que me he fiado del Señor y él ha estado presente en mi matrimonio, haciendo maravillas. Sé, a ciencia cierta, que si no fuera por Dios y por su Iglesia, Cecilia y Esteban no habrían nacido y todavía estaría yo pensando que, en un par de años, podría quizás plantearme tener un hijo. Los miro y recuerdo la gran misericordia que el Señor ha tenido conmigo, sacándome del egoísmo y llevándome, a contracorriente del mundo, a donde no podía imaginar que iría. Para eso, el único camino es la fe. Como decía San Juan de la Cruz y ya vimos en el artículo anterior: para ir a donde no se sabe, hay que ir por donde no se sabe.
10 comentarios
Saludos.
Nada más fácil. Ya he incluido una foto mía en el cuerpo del post. No tenía ninguna intención de esconderme.
Isaías, Manuel y Sofía:
Muchas gracias a todos por vuestras enhorabuenas.
Estoy convencido de que Dios se vale de absolutamente todo para llevarnos, de una manera u otra, hacia él.
Un beso a toda la familia.
Muchas gracias por compartir un trozo de tu vida. Es bonita, como bonita es la fe en Cristo cuando es vivida.
No creo que Dios te haya quitado ningún egoísmo porque no lo has tenido; ningún egoísta es capaz de vivir la felicidad con tu frescura. El creyente puede ser feliz en medio del dolor y la desgracia.
La voluntad divina es la fuente de todo bien en el mundo.
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