Lefebvre y el Diamante del Cucharero
El otro día, una amable lectora me entregó un panfleto lefebvriano que le habían dado por la calle. En él se detallaba una serie interminable de quejas contra los cinco últimos papas por supuestas desviaciones de la fe católica.
Lo que más me llamó la atención fue la crítica a estas palabras de Benedicto XVI, recogidas como titular al comienzo del folleto: “…y, por otro lado, es necesario acoger las verdaderas conquistas de la Ilustración” (Osservatore Romano 23.12.2006). Frente a esta afirmación, el folleto citaba afirmaciones de papas anteriores que critican distintos aspectos del Iluminismo.
Lo que el autor del folleto no parece comprender es que el hecho de que distintos papas hayan criticado duramente los aspectos erróneos del pensamiento ilustrado no implica que la totalidad de ese pensamiento fuera erróneo. La Ilustración no es, ciertamente, santo de mi devoción, pero es imposible rechazar en bloque la totalidad de una corriente de pensamiento tan amplia. Algo similar sucede con el pensamiento moderno.
Resulta curioso que, a base de criticar una supuesta “protestantización” del magisterio papal, terminen por caer los lefebvrianos en posturas totalmente protestantes. Su idea de rechazar totalmente y en bloque la Ilustración es un heredero directo de la postura luterana. Lutero creía que el ser humano había quedado totalmente corrompido por el pecado original y, por lo tanto, consideraba a la razón como una prostituta incapaz de conseguir nada bueno por sí misma. De la misma forma, el autor del folleto piensa que la Ilustración o la cultura moderna, al haberse desarrollado al margen de la fe o incluso contra ella, no pueden tener nada bueno.
En cambio, Santo Tomás y la teología católica mantienen una postura mucho más sensata: “Toda verdad, la diga quien la diga, procede del Espíritu Santo”. En los diversos autores ilustrados, junto con errores sustanciales, se pueden encontrar cosas buenas, fruto del uso de la razón y de la herencia cristiana que, inconscientemente, seguían manteniendo.
También fue Santo Tomás quien subrayó de forma clarividente que el ser humano, al haber sido creado por Dios, no puede desear nunca el mal ni el error de forma absoluta. Tal como hemos sido creados, nuestra voluntad sólo es arrastrada por el bien. De hecho, cuando pecamos, lo que hacemos es preferir conscientemente un bien pequeño, por ser más cercano o propio, a un bien mayor. Pero somos incapaces de desear el mal o el error por sí mismos.
Por eso, los católicos somos conscientes de que en toda afirmación humana sincera siempre hay algo de verdad. Es inevitable. Por supuesto, esa verdad a menudo está mezclada con errores más o menos grandes y puede ser difícil de encontrar, pero siempre existe.
¿Qué duda cabe de que era bueno, por ejemplo, el deseo ilustrado de una mayor igualdad entre los hombres, contra los terribles abusos del Antiguo Régimen francés? ¿O su rechazo de un absolutismo desenfrenado que ponía al monarca por encima del bien y del mal? Las pasiones humanas, las falsas premisas y el odio que muchos ilustrados albergaban contra la nobleza y contra el cristianismo desembocaron pronto en excesos terribles y en barbaries inauditas. Sin embargo, su éxito sólo fue posible porque muchos quedaron deslumbrados por las refulgentes verdades que se encontraban mezcladas con el fango hediondo de los odios y rencores.
Por una de esas asociaciones de ideas que la mente realiza de forma automática, todo esto me recordó al Palacio de Topkapi, en Estambul. En una de sus salas, se muestran las fastuosas joyas de los antiguos sultanes otomanos y de sus numerosas esposas. Junto con la famosa daga Topkapi, un trono de oro cuajado de piedras preciosas y esmeraldas del tamaño de un puño, se puede admirar también el llamado “Diamante del Cucharero”.
Este enorme diamante, de 84 kilates, fue encontrado en uno de los basureros de Estambul. Al encontrarse en estado bruto y teniendo en cuenta el lugar en el que lo había encontrado, el pobre hombre que lo descubrió no se dio cuenta de su valor incalculable y se lo cambió a un comerciante por tres cucharas. De ahí su nombre de Diamante del Cucharero.
En lo relativo a la Ilustración o al pensamiento moderno, el folleto lefebvrista actúa de la misma forma que el descubridor del diamante: al igual que en un basurero no podía encontrarse nada valioso, como la Ilustración tenía una motivación anticristiana, todo lo que dijeran sus defensores tenía que ser falso. Nosotros, por el contrario, preferimos seguir a Santo Tomás, a la doctrina católica y al Papa, haciendo lo que nos recomienda San Pablo: examinadlo todo y quedaos con lo bueno.
30 comentarios
Parece que la teología entre ellos a devenido en ideología.
Se ve que es incapaz de estar a la altura y no lo entiende.La ignorancia es atrevida.¿Será una víctima más de la LOGSE? No se centra en el tema y se dedica a insultar nada más ver nombres. Se ve que no le gusta lo que decís.
Pues ninguna referencia al contenido del artículo que está rigurosamente bien pensado, acertado y francamente muy bien expuesto.
Lo mismo le pasó a Lutero y Cía. Esperemos que no terminen pasando del cisma a la herejía.
Roberto:
Bienvenido al blog.
Una de las cosas que más me gusta hacer en la vida es aprender, así que si me puede indicar en qué se equivoca el artículo se lo agradecería.
Contra Herejes:
Si ha leído el artículo, verá que en ningún caso soy un defensor de la Ilustración, pero creo que lo que dice el Papa es evidente: la Ilustración tiene cosas buenas. Los documentos que usted cita revelan que también tenía (muchos) aspectos malos, pero una cosa no quita la otra, al menos desde una sana teología católica tradicional.
Entiendo que Roberto Asenjo reprocha a Bilbo algo lógico: decir en general que no entiendo de este tema sin citar en concreto ningún punto del artículo.
Finalmente, si como parece indicar el seudónimo que ha elegido, piensa que yo podría ser un hereje, le agradecería que me lo mostrase.
Un saludo.
No lo he leído a fondo, pero he sufrido un auténtico shock, especialmente porque me recuerda las doctrinas que se enseñaba en más de un sitio antes del Vaticano II.
A los que lo lean yo les haría infinitos comentarios, especialmente el siguiente: ¿Cómo es posible que se nos metiesen estas doctrinas como doctrinas que venían de Jesús?
Bienvenido al blog.
La página que muestras es muy curiosa. No es lefebvriana. De hecho, es de un grupo que piensa que los lefebvribanos no son suficientemente radicales: los sedevacantistas. Se llaman así porque creen que la Iglesia lleva en "sede vacante" (sin Papa) desde que murió Pío XII.
Por lo que he visto, el autor probablemente es considerado excesivamente radical incluso entre los sedevacantistas habituales.
Lo que afirma NO es una expresión de lo que enseñaba la Iglesia antes del C. Vaticano II, sino de sus propias teorías extremistas, pienso yo.
Lo que citas de asesinar a musulmanes es propio de miserables sin escrúpulos, sean del tiempo que sean y de la (supuesta) religión que sean.
En cuanto a lo que mencionas del pecado original, la doctrina sigue siendo la misma, pero no se ajusta en absoluto a la interpretación que hace esa página.
El pecado original separó a los hombres de Dios y nuestras fuerzas son insuficientes para salvar ese gran abismo que nos separa de Dios. En ese sentido, el hombre, sin una ayuda especial de Dios, no puede escapar al infierno que es, por definición, la separación de Dios.
Esa ayuda especial de Dios, absolutamente necesaria para "ir al cielo" es la redención de Jesucristo. De manera ordinaria, recibimos los frutos de esa redención mediante el sacramento del Bautismo. Sin embargo, como decía Santo Tomás, Dios no está obligado a limitar su gracia a los sacramentos, sino que puede dar esa gracia al margen de los mismos, a los que no los han recibido. Eso es lo que sucede con el bautismo de deseo o el bautismo de sangre.
Como Dios es bueno, nada impide que supongamos que su misericordia regala también gratuitamente la gracia de la redención de Cristo a los niños que, sin culpa propia, no han podido recibir el bautismo.
Espero haberme explicado bien.
Y otra cosa más: por algo los ?sedevacantistas? deben creer que el último Papa fue Pío XII. Debe gustarles lo que se enseñaba entonces.
1ª Cor 7,13-14
Y si una mujer tiene marido infiel y éste consiente en cohabitar con ella, no lo abandone. Pues se santifica el marido infiel por la mujer, y se santifica la mujer infiel por el hermano. De otro modo vuestros hijos serían impuros, y ahora son santos.
De esos versículos se deduce que los hijos de los creyentes pueden ir al cielo aunque no haya dado tiempo a que se bauticen, pero igualmente se desprende la idea de que no ocurre lo mismo con los hijos de los no cristianos.
¿Espantoso?
Más bien bíblico.
Creo que el dogma al que te refieres no tuvo nada que ver con las guerras de religión. Las guerras de religión se produjeron entre estados protestantes y estados católicos. Por lo tanto, por definición, todos estaban bautizados.
En cuanto a los paganos, no ha sido nunca costumbre de la Iglesia como tal, que yo sepa, forzar a la gente a convertirse (al margen de lo que pudiera hacer gente más o menos bestia por su cuenta). Y eso por el simple hecho de que el bautismo sin al menos un poco de fe no vale para nada, de manera que una conversión puramente forzada no es una conversión en el sentido católico del término. Para lo que sí que servía el dogma es para animar con urgencia a evangelizar. En el post de hoy, pondré un fragmento del testamento de Isabel la Católica que citas y que me parece interesante en ese sentido.
En cuanto a lo de los sedevacantistas y Pío XII, como ya he mostrado en el caso anterior, la página web muestra opiniones e interpretaciones del autor, que no tienen nada que ver con la doctrina católica de ninguna época. Lo que sucede, pienso yo, es que es mucho más fácil seguir a un Papa muerto que a uno vivo, en porque no hay peligro de que un Papa de hace cincuenta años les llame al orden, mientras que el Papa actual corrige precisamente las desviaciones de esta época, incluidas las de los sedevacantistas.
Creo que, basándose en algo que es doctrina de la Iglesia, saca usted conclusiones puramente personales.
De nuevo hay que decir que, según la doctrina católica y la Escritura, nadie es santo, nadie está salvado, sin que haya recibido la gracia de la redención de Cristo. La salvación no puede conseguirla el hombre a base de puños sino que es necesariamente un don de Dios.
Dios nos regala esa salvación mediante el sacramento del Bautismo, que nos une a la muerte y resurrección de Cristo. Sin embargo, Dios puede regalar esa salvación, de forma extraordinaria, también por otros medios. Ejemplos de ello son el bautismo de deseo, el bautismo de sangre y todos los patriarcas, profetas y buenos israelitas del Antiguo Testamento que murieron antes de que se instituyera el bautismo pero fueron llevados al cielo.
Los niños que mueren sin bautismo, igual que cualquier otra persona, no pueden salvarse a sí mismos (no son "santos", según el lenguaje bíblico, pues no han participado de la santidad de Dios en el Bautismo). ¿Qué dice la Iglesia sobre ellos? Simplemente, que hay que encomendarlos a la misericordia de Dios. Hasta aquí la doctrina de la Iglesia.
A partir de ahí, creo que se puede razonar así:
1) ha quedado claro que Dios puede regalar la gracia del bautismo a esos niños en el momento de su muerte, aunque no hayan recibido el sacramento, puesto que ellos no tienen culpa personal alguna que implique un rechazo libre de la acción de Dios por su parte.
2) Dios es infinitamente misericordioso y quiere que esos niños se salven.
3) Por lo tanto, en cuanto a la salvación de esos niños: Dios pudo (1), quiso (2), luego lo hizo.
Un saludo y bienvenido al blog.
Me ha gustado especialmente el detalle de las pinturas de la iglesia de Florencia. Esos argumentos "gráficos" a mí siempre se me quedan especialmente grabados.
¿Podría Vd. indicar a qué "panfleto lefebvriano" se refiere exactamente? Antes de juzgarlo por ese detalle concreto que Vd. presenta, me gustaría leerlo en su integridad. Sobre eso de "el deseo ilustrado de una mayor igualdad entre los hombres" habría mucho que decir. No sé que autores "Ilustrados" ha leído Vd. para estar convencido de que ese era el deseo de los "ilumindados". Los productos históricos del "despotismo ilustrado" (nada igualitaristas, por cierto) están a la vista de cualquiera que se acerque a la historia sin apasionamiento. Por otro lado, no sé qué teólogo católico colocaba a los soberanos del "Antiguo Régimen" por encima del bien y del mal. Santo Tomás desde luego que no. A ver si nos dice Vd. alguno. Pór último no sé si entiende Vd. lo de "Espada de doble filo" como dar una de cal y otra de arena; creo que no era ése el sentido bíblico ...
Me temo que guardé tres o cuatro días el folleto, precisamente por si alguien preguntaba algo de él, y luego lo tiré. Es una de las limitaciones de un blog que el interés se concentra en cada artículo durante un par de días y luego desaparece. Lo único que recuerdo es que era traducción de un folleto italiano.
En cuanto a sus cuestiones:
1) No he dicho en ningún momento que fueran los teólogos católicos los que defendieran la monarquía absoluta por encima del bien y del mal. Sin embargo, de hecho (en contra, en efecto, de la teología cristiana clásica) desde el s. XVI los reyes europeos empiezan a ejercer su poder cada vez más al margen de lo que creen bueno, justo o cristiano, como si la razón de Estado justificase cualquier cosa.
Un ejemplo muy claro: Francisco I aliado con turcos y herejes a pesar de ser católico, solamente para "fastidiar" a España. El absolutismo fue creciendo hasta Luis XIV con "el Estado soy yo".
2) Había ilustrados partidarios del despotismo ilustrado (Voltaire) y otros muchos deseosos de una mayor igualdad. Lo de "todos los ciudadanos son iguales ante la ley" es una expresión de ello (aunque en la práctica lo aplicasen de una forma terriblemente sectaria).
3) Lo importante de todo esto es que yo no defiendo a la Ilustración (movimiento histórico que me cae profundamente mal), afirmando que fuera algo muy bueno, sino que digo, como el Papa, que mezclado con un montón de errores, había cosas buenas en ella. Esto sucede con todo sistema humano de pensamiento (y eso sí que lo decía Santo Tomás), pues el ser humano no ama el error por sí mismo, sino que suele caer en errores por defender (mal) alguna verdad.
4) Ciertamente no creo que haya que dar "una de cal y otra de arena". Uso el término espada de doble filo, que es la Palabra de Dios, como un símbolo de la fe y la razón (que provienen ambas de Dios).
Un saludo y bienvenido al blog.
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