Japón, bien dispuesto para la fe
Estos días, se ha discutido mucho el tema de la evangelización, a raíz de la elección del nuevo Padre General de los jesuitas, que ha trabajado durante años en Japón. He leído ya muchos comentarios y artículos que defienden que la evangelizacion, entendida como anunciar el Evangelio a los que no lo conozcan para que, con la gracia de Dios, se conviertan al cristianismo, ya no tiene sentido y debería ser sustituida por el diálogo en pie de igualdad entre las distintas religiones.
En este contexto, me ha parecido oportuno tratar brevísimamente el tema de la evangelización de Japón, ofreciendo algunos datos de la admirable historia del cristianismo en ese país. Quizá, si superamos el estúpido complejo de superioridad de nuestra época, podamos aprender algo de los que nos han precedido.
Cuando San Francisco Javier, patrono de las misiones, después de haber predicado en la India, marchó a evangelizar al lejano Japón, donde no existían cristianos aparte de algunos comerciantes extranjeros, mostró una audacia asombrosa. Él mismo decía:
Grande atrevimiento parece éste, ir a tierra ajena y a un rey tan poderoso a reprender [errores y vicios] y hablar verdad, que son dos cosas muy peligrosas en nuestro tiempo.
Pero sólo una cosa nos da mucho ánimo: que Dios N.S. sabe las intenciones que en nosotros por su misericordia quiso poner, y con esto la mucha confianza y esperanza que quiso por su bondad que tuviésemos en él: no dudando en su poder ser sin comparación mayor que el de el rey de la China.
Al llegar a Japón, San Francisco Javier predicaba por las calles, por medio de un intérprete, anunciando directamente la doctrina católica a los que le escuchaban, en muchos casos atrayendo el desprecio y los insultos de los viandantes (con terror de su intérprete, que esperaba que algún samurai les cortase la cabeza). En otros casos, viendo la sinceridad de los misioneros y las penalidades que sufrían por la fe, las gentes se acercaban y recibían de buena gana el anuncio de la Buena Nueva. Cuando por fín consiguieron que les recibiera el señor feudal o daymio de la zona, no se anduvieron con rodeos y consiguieron su permiso para predicar, diciéndole claramente la verdad:
Nosotros le respondimos que éramos mandados a Japón a predicar la ley de Dios, por cuanto ninguno se puede salvar sin adorar a Dios y creer en Jesucristo, salvador de todas las gentes.
También daba San Francisco importancia al diálogo, pero a un diálogo verdadero, es decir, un diálogo para la búsqueda de la verdad y no basado en que todas las opiniones son igualmente válidas. Además de la predicación, el santo jesuita discutía incansablemente con los budistas y sintoistas, para mostrar la verdad del cristianismo:
Al cabo de la predicación siempre había disputas que duraban mucho. Continuadamente éramos ocupados en responder a las preguntas o en predicar. Venían a estas predicaciones muchos padres y monjas [religiosos budistas o sintoistas], hidalgos y otra mucha gente; casi siempre estaba la casa llena, y muchas veces no cabían en ella. Fueron tantas las preguntas que nos hicieron, que por las respuestas que les dábamos conocían las leyes de los santos en que creían ser falsas, y la de Dios verdadera. Perseveraron muchos días en estas preguntas y disputas; y después de pasados muchos días, comenzaron a hacerse cristianos; y los primeros que se hicieron, fueron aquellos que más enemigos nuestros se mostraron, así en las predicaciones como en las disputas.
Claramente, no intentaban quedar bien con todo el mundo, ni mucho menos aceptaban que todas las religiones son igualmente verdaderas y caminos distintos de salvación:
Después de tener verdadera noticia de lo que tienen ellos en sus leyes, buscamos razones para probar ser falsas, de manera que cada día les hacíamos nosotros preguntas sobre sus leyes y argumentos, a que ellos no sabían responder, así los bonzos como las monjas.
[…] Los cristianos, como veían que los bonzos no sabían responder, holgaban mucho y crecían cada día en tener más fe en Dios; y los que eran gentiles, que estaban presentes a las disputas, perdían el crédito de las sectas erróneas en que creían.
[…] Los bonzos están mal con nosotros, porque les descubrimos sus mentiras.
[…]Veía también por otra parte cuánto trabajaban los cristianos en disputar, vencer y persuadir a los gentiles que se hiciesen cristianos; viendo yo sus victorias que contra los gentiles alcanzaban y el placer con que cada uno las contaba, era sumamente consolado.
¿Por qué se convertían los japoneses? Porque encontraban la verdad en aquello que predicaba San Francisco Javier, en lo que afirmaba en las discusiones con los budistas y sintoístas. Cuando los bonzos reprochaban a los cristianos japoneses que habían abandonado su tradición religiosa para convertirse a una religión extranjera
respondíanles los cristianos que, si ellos se hacían cristianos, era por parecerles que la ley de Dios es más llegada a razón que sus leyes; y también porque veían que nosotros respondíamos a las preguntas que ellos nos hacían, y ellos no sabían responder a las que nosotros les hacíamos contra sus leyes.
¿Cuál fue el resultado de este proceder? En treinta años, tras la llegada a Japón de San Francisco Javier y otros jesuitas que continuaron su labor, el número de católicos pasó de prácticamente cero a 150.000. En los años posteriores, el número siguió creciendo hasta llegar a unos 400.000, sobre una población total de aproximadamente diez millones, es decir, casi el 5% de la población del Japón en aquel momento.
Desgraciadamente, en el último tercio del siglo, el Shogun desató una terrible persecución (en la que murieron, como primicias, los , San Pablo Miki y sus compañeros) que duraría, intermitentemente, dos siglos. Como fruto de estas persecuciones, la Iglesia ha reconocido hasta hoy 42 santos y 583 beatos mártires en Japón (los últimos, beatificados en noviembre del año pasado). Esos mártires y los otros muchos cuyos nombres no conoceremos hasta la vida eterna, son una muestra de que el cristianismo había arraigado con fuerza y los cristianos lo eran de verdad.
A pesar de las terroríficas (sin exagerar) medidas contra el cristianismo, un resto de comunidades cristianas sobrevivió de forma oculta, sin sacerdotes ni contacto alguno con el exterior. Con enorme sorpresa, los misioneros católicos se encontraron con esos católicos japoneses que volvieron a salir a la luz al terminar la persecución ¡dos siglos después! Tras ese resurgir del catolicismo, el número de católicos volvió a aumentar.
Sin embargo, el catolicismo sufrió, poco después, un nuevo golpe terrible: la bomba atómica lanzada sobre Nagasaki, una ciudad sin ninguna importancia militar pero con la mayor presencia católica del país, acabó de golpe con dos tercios de todos los católicos de Japón.
En la actualidad, existe en Japón aproximadamente un millón de católicos y, teniendo en cuenta que la mitad o más son extranjeros, los católicos japoneses suponen menos de un 0,3 % de la población total y con un crecimiento muy pequeño.
No parece que el obstáculo para la conversión al cristianismo de los japoneses esté en la cultura japonesa. Como decía San Francisco Javier, “esta isla de Japón está bien dispuesta para incremento de la fe en ella”. Desde que San Francisco Javier pronunció aquellas palabras, ese país vio crecer florecientes comunidades de cristianos, que luego sufrieron terribles persecuciones. Las islas del sol naciente han sido regadas con la sangre de una gran multitud de mártires que interceden hoy ante Dios por todos los japoneses.
El cristianismo en Japón sufrió dos grandes contratiempos, la persecución que duró dos siglos y la muerte de la mayor parte de los cristianos en Nagasaki debido a la bomba atómica. Me gustaría poder estar seguro de que la dificultad moderna para la conversión al cristianismo de los japoneses no viene de que los propios cristianos no tengan conciencia del valor del Evangelio. Es evidente que afirmar que el budismo es otra vía hacia Dios igualmente valiosa que el cristianismo o complementaria de éste no constituye un gran incentivo para que nadie se haga cristiano.
Uno de los mártires japoneses, el beato Nicolás Keian Fukunaga, al ser martirizado, tirado en el fondo de un pozo de barro, rezó hasta el último momento en voz alta, pidiendo perdón “por no haber llevado a Cristo a todos los japoneses, comenzando por el shogun”. No me cabe duda de que el beato Fukunaga dio el testimonio de fe católica que tenía que dar ante su pueblo. Espero que los católicos actuales no suframos la vergüenza de renunciar a esa misión de llevar a Cristo a todos los japoneses.
27 comentarios
Me ha gustado mucho tu comentario, así que lo he borrado para publicarlo mañana como un artículo aparte y que lo lea más gente.
Un saludo.
El mayor impedimento para la evangelizacion es la falta de fe. Si no se cree lo que se proclama terminamos en un sincretismo intelectual vacio de contenido. Yo también he visto el mismo problema
Después de la guerra, cuenta Arrupe, fue el momento de empezar una evangelización seria. Él mismo vio entusiasmado las posibilidades del momento: la sociedad japonesa vivía una crisis terrible, material y de valores. El vacío que habían dejado las bombas nucleares necesitaba ser llenado por nuevos valores.
Ahora bien, el Padre Arrupe observó que el Occidente cristiano, supuesto faro moral de las naciones, bombardeó a los japoneses con puro materialismo. No se les abrió ninguna opción religiosa... sólo se les dio la democracia, el sistema capitalista, el consum...
Es muy difícil evangelizar a una sociedad satisfecha. Es, diría yo, hasta más sencilla la evangelización de China, a pesar (o precisamente por causa) de la persecución. Pero a un país que ha tomado de nosotros sólo la comodidad y el consumismo... ¿cómo le intentas llevar el mensaje de Cristo?
Leí hace mucho tiempo un libro sobre la etapa de misión en Japón del P. Arrupe y me gustó bastante. Sobre su tiempo de General de los jesuitas ya no he leído nada.
En cuanto a lo de cómo anunciar a un país que ha tomado de nosotros la comodidad y el consumismo... igual que se puede evangelizar aquí, creo yo.
Lo bueno que tenemos los cristianos a la hora de evangelizar es que, al final, la vida misma viene en nuestra ayuda, porque Dios lo ha querido así.
Quien vive metido en la comodidad y el consumismo, antes o después, experimenta que todo eso no le sacia, que la vida así no tiene sentido, que todo lo que hace no tiene ningún valor. A veces puede ser una enfermedad, la muerte de un ser querido, el hastío con la vida que lleva u otras mil cosas que constituyen una llamada de atención de Dios y que "rompen" un poco la armadura, de manera que una palabra de evangelización puede tocar el corazón, con la gracia de Dios.
En muchos casos, todo empieza por ver a alguien, en la oficina, en la comunidad de vecinos o donde sea, que vive de otra forma, que perdona, que no murmura contra otros, que no se está quejando siempre, que puede estar alegre y esperanzado incluso en medio del sufrimiento y que, cuando le preguntan porqué actúa así, da testimonio de Cristo. Mañana o pasado, si Dios quiere, publicaré el testimonio que me ha enviado un lector que ha marchado de misión a Japón, con toda su familia.
Como curiosidad, yo diría que un punto concreto por el que se podría llegar a los japoneses es la fascinación que tienen por las Iglesias y por los matrimonios al estilo occidental. He oído que muchas veces, aunque no sean cristianos, piden casarse en las Iglesias católicas porque les parece precioso. Como es lógico, no se les permite, pero quizás podría ser un enganche proponerles en ese momento que aprendan más sobre el cristianismo, no se.
Un saludo.
Por supuesto que el Evangelio tiene que abrirse camino, pero las sociedades modernas tienen el corazón aletargado... en China o India aumenta año a año el número de católicos. Allí la vida es más natural, y la falta de artificio hace que el Dios de la vida no se las tenga que ingeniar demasiado para llegar a los corazones de los hombres.
No creo que el Jap...
La Compañía parece estar mirando ahora hacia Oriente... esperemos que sea para mejor, o más exactamente, para mayor gloria de Dios.
Yo he tenido la fortuna de conocer a algunos católicos chinos que están en mi universidad formándose en teología para volver a China. Su testimonio es admirable. En China sí que hay una incipiente comunidad que, a pesar de la persecución, se abre camino. Por nuestra parte, creo que lo mejor es rezar... por China, por Japón, por el mundo entero...
La Compañía parece estar mirando ahora hacia Oriente... esperemos que sea para mejor, o más exactamente, para mayor gloria de Dios.
Yo he tenido la fortuna de conocer a algunos católicos chinos que están en mi universidad formándose en teología para volver a China. Su testimonio es admirable. En China sí que hay una incipiente comunidad que, a pesar de la persecución, se abre camino. Por nuestra parte, creo que lo mejor es rezar... por China, por Japón, por el mundo entero...
Me pregunto, Bruno, si no habrá algunos cristianos que, en el fondo, consideran que la verdad es que todas las opiniones (opciones religiosas) son igual de válidas.
Imanol: creo que todas las sociedades, las pobres y las ricas, las libres y las perseguidas, tienen necesidad de Dios. Basta de excusas (empezando por mí mismo): el problema es que los cristianos tenemos verdaderas dificultades para acomodar nuestra forma de vida al Evangelio, y miedo a proclamarlo.
Es más cómodo echarle la culpa a otro: a los progres, a los carcas, a los obispos, a los jesuítas. Yo creo que como decía san Pablo, cada uno tenemos un carisma. Tal vez unos cuantos estén llamados a predicar la palabra de Dios a los gentiles. La mayoría de nosotros debemos predicársela a los bautizados que perdieron la fe. Dios no nos pedirá cuentas de los millones de japoneses que n...
Sin duda, todo lo que mencionas son dificultades reales, pero hay que tener en cuenta que, cuando San Francisco Javier y los primeros jesuitas llegaron a Japón, éste también era un país rico y desarrollado para la época (esa fue la razón de que no fuera colonizado, como tantos otros) y sin embargo, al escuchar a San Francisco Javier, miles de japoneses se convirtieron.
Lo que sí me parece un problema en los países ricos es que los propios cristianos estamos aburguesados. Aquí, en España, todo el mundo se sorprende cuando uno habla de Dios como algo real y concreto, o cuando dice en una empresa "yo no puedo participar en eso, porque es inmoral", porque esas cosas no suceden casi nunca. Los cristianos nos callamos para que no "se nos note". Fíjate en el lío que se armó por la celebración por la familia cristiana, cuando debería ser habitual que los cristianos opinásemos como tales ante la sociedad.
También hay que tener en cuenta, creo yo, que en Japón hay libertad para anunciar a Jesucristo, cosa que no sucede en la gran mayoría de países islámicos, en China y, en parte, en la India. Es el único gran país que no es cristiano y en el que se puede evangelizar más o menos libremente. Eso es algo que deberíamos aprovechar.
Un pequeño error sin importancia: con "Pablo Ricci" creo que has mezclado a dos célebres jesuitas, uno de China y otro de Japón: Mateo Ricci y San Pablo Miki.
Totalmente de acuerdo en cuanto a lo de rezar. Todos sabemos quien es el otro patrono de las misiones: una monja contemplativa, Santa Teresa de Lisieux.
Un saludo.
Nachet:
Totalmente de acuerdo. Por Japón tenemos que rezar, en España nos toca además evangelizar.
Es una lástima que sus obras no hayan sido traducidas directamente del japonés, sólo hay tres traducidas desde el inglés.
En efecto, quizás habría sido mejor decir "el Occidente que se había ido separando de sus raíces cristianas".
En cualquier caso, en mi opinión, la utilización de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, desde el punto de vista cristiano, fue totalmente inmoral.
Pescador:
Muchas gracias por la referencia de tu blog y por la información sobre este católico japonés del cual, en efecto, no había oído hablar. Pediré alguno de sus libros por Internet.
Un saludo.
Ciertamente ha sido un lapsus... gracias. He confundido al apostol de China con el gran martir del Japón. Miki y Ricci tienen las mismas vocales.
Sí, hay que evangelizar empezando por los de al lado y rezar por las misiones del mundo entero.
Nachet:
Creo que tienes razón. Es curioso que en estos días haya vuelto a la palestra el tema del diálogo interreligioso y, sin embargo, nadie trate del diálogo intra-iglesia. A parte de no echar a los demás las culpas de los problemas de la Iglesia deberíamos empezar por arrimar el hombro. También eso es importante para la evangelización, permanecer unidos. Ut unum sint!
Un cordial saludo.
Vaya, pues si de la palabra pasamos a la práctica, adelantaremos algo.
Yo me haré - cmo infame ´´pogre´´ que soy- la siguiente autocrítica:
Es fácil seguir buscando culpables y señalarlos con el dedo. Y limitarse a vocear sus vicios. En vez de eso -o además de eso- habría que dar más muestras de que un cristiano atrae a otros -que no lo son o que han desertado- si da más testimonio.
Lo de "pretender ya lo que el Espíritu sabe cuando" es otro de esas extraños malabarismos de palabras que se emplean cuando no se quiere cumplir el clarísimo mandato de Jesús contenido en Mc 16, 15-16.
El impulso evangelizador esta muy detenido, parece que se lleva una especie de talante zapateril de buen rollito, del que Masia es el ejemplo mas cercano, algunos como los jesuitas actuales no parecen tener ningun interes en convertir a nadie, a diferencia del P. Arrupe a quien en cambio dicen admirar, que gran diferencia con los años 40 y 50, gracias por lo que has contado Imanol.
Está previsto que muramos una sola vez y después, el juicio.
Aquí no valen las buenas intenciones que buscan la aprobación del mundo. Al abandono de la fe católica se le llama apostasía.
Completamente de acuerdo.
Ruso:
Que yo sepa, es posible el matrimonio en una iglesia católica de un católico con una no-católica (o viceversa), pero no de dos personas que no sean católicas.
Tambien tinen misas en chino en la parroquia, y por supuesto enseñan el idioma a sus alumnos
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