¿Y quiénes son los ricos?: el efecto bumerang


Hace un par de días, publiqué en este blog un artículo titulado “?”. Intentaba mostrar que no se puede limitar la pobreza a su dimensión económica. Existen multitud de tipos de pobreza, porque el hombre es un menesteroso existencial, es radicalmente pobre en cuanto que no se puede dar a sí mismo la felicidad sino que la tiene que recibir.

Un lector me hizo reflexionar con un comentario que, sin embargo, era muy sencillo y se limitaba a una frase evangélica: ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de los Cielos!

Es una frase durísima de Cristo. No sé si el comentarista quería aplicármela a mí, a los habitantes del primer mundo o a los ricos en general (ya que yo había hablado de que es posible tener mucho dinero y ser pobre en diversos sentidos). En cualquier caso y como siempre sucede, el Evangelio, aun siendo sencillísimo y comprensible para todos, tiene una gran profundidad que permite reflexionar mucho.

Lo cierto es que la situación me recordó al momento en el que el profeta Natán cuenta al rey David una historia sobre un rico malvado y egoísta que, para agasajar a su invitado, en vez de matar una de sus muchas ovejas, toma la única oveja, querida y mimada, de su vecino y la sacrifica. El rey, como es lógico, se indigna y exclama que ese hombre merece la muerte. Enseguida, con buen sentido de lo dramático, Natán señala al rey y dice solemnemente: tú eres ese hombre. No lo dice el texto, pero uno puede imaginarse el silencio sepulcral que se debió crear en la corte en ese momento.

Cuando usamos las frases y los preceptos de la Escritura como armas arrojadizas solemos experimentar lo que podríamos llamar el efecto bumerang. Arrojamos una frase contra otra persona, ya sea nuestro vecino, los ricos, los progresistas o cualquiera y termina dándonos en los morros a nosotros. Cuanto más queremos aplicársela a otros, más se hace patente que nosotros somos los primeros que debemos someter nuestra vida a esos preceptos.

La frase citada al comienzo, “¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de los Cielos!”, no afecta únicamente a Bill Gates, Rupert Murdoch y a otros cuatro megamillonarios. Ni siquiera se limita a los bastante ricos, a los algo ricos o a los que viven aceptablemente bien. Esa frase se refiere a mí y a cualquier lector, al comentarista que la escribió y a los otros muchos que leyeron y no comentaron nada: Tú eres ese hombre.

No sé si después de escribir esto se habrá producido un silencio sepulcral, como con la escena de Natán y David. Ciertamente, no sería para menos. Las palabras de Cristo son terribles y, si se refieren a mí, resulta difícil contener un escalofrío. No es éste el Jesús buenazo que tantas veces nos venden.

Que conste que no me invento nada. Los apóstoles mismos se horrorizan al oír estas palabras de Cristo y exclaman: “Pero, entonces, quién puede salvarse?” Ellos, es evidente, no eran ricos en dinero, pero se dan cuenta de que las palabras de Cristo afectan a toda riqueza del corazón y, de esas riquezas, tenemos todos.

Incluso un mendigo que vive en la calle puede ser rico en el sentido del Evangelio, con el corazón atrapado por lo poco que tiene. No es ésta una disquisición meramente teórica. Cualquier lector que haya visto mendigos a la puerta de su parroquia sabrá que, cuando hay riñas entre ellos, suele ser porque uno le ha quitado a otro “su” sitio, “su” hora o, incluso, “su” rincón.

Resulta triste que los seres humanos podamos convertir cualquier cosa, incluso las más insignificantes, en una riqueza que esclavice nuestro corazón y que nos haga volvernos contra nuestros hermanos. Que levante la mano (o escriba un comentario) el lector que nunca ha discutido, nunca ha guardado rencor, nunca se ha quejado porque le hayan quitado “su” tiempo, “sus” vacaciones, “su” puesto, “su” ascenso, “su” razón o, ya cuando era niño, “su” juguete. Sin embargo, todas esas cosas no son realmente nuestras, sino de Dios, que las da y las quita cuando quiere.

Nuestro corazón es un mariposón, que vuela de flor en flor e intenta saciarse con lo que encuentra en cada una, sin conseguirlo nunca. Hoy creo que me va a dar la vida el nuevo coche, mañana las vacaciones, pasado será el trabajo… y, al final, mi corazón, que intento llenar con tantas cosas, sigue vacío porque esas riquezas, que no me dan la vida, impiden que entre en mí el autor de la Vida. Dios no se conforma con migajas, quiere nuestro corazón entero.

La respuesta a todo esto se la da Jesús a los discípulos: es muy difícil que un rico entre en el Reino de los Cielos, pero lo que es imposible para los hombres no lo es para Dios. La gracia de Dios puede transformarnos. Cristo puede hacer milagros en nosotros y liberar nuestro corazón para centrarlo verdaderamente en el Padre que es el único que nos puede dar la vida. De todo lo que dejemos por él, el Señor nos dará el ciento por uno, con persecuciones y, además, la vida eterna. Precisamente para eso Cristo se hizo pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza.

9 comentarios

  
taxista
En resumen, que todos somos ricos y todos somos pobres. Existencialmente, espiritualmente, o sencillamente, porque la persona humana no nace tal, sino que se hace humana, con todas sus contradicciones. Para este viaje no hacen falta alforjas. Se trata de hacer significar a las palabras lo que queremos que signifiquen, para llegar a las conclusiones que queremos se llegue. Bueno pues, ahora, ¿cómo llamamos a los que, con todas las bendiciones legales, acaparan más de lo que necesitan, habitualmente a costa de otros? ¿Cómo llamamos a los que carecen de lo necesario hasta llegar a morir? Yo creo que, cuando Jesús de Nazareth hablaba de ricos, hablaba de lo que todos entendemos por ricos, sin más florituras, que para eso le entendían todos muy bien, como era típico de su modo de expresarse.
19/05/07 8:15 AM
  
Bruno
Estimado taxista:

Gracias por el comentario.

1) El hecho de que una palabra se pueda aplicar a todos los hombres, en algún sentido o en algún momento, no la invalida. Por ejemplo, egoísta: todos los hombres somos en algunos momentos y en algún grado egoístas, pero no por eso eliminamos la palabra del diccionario. Por no hablar de la palabra "hombre", que se aplica a todos los hombres en todo momento.

2) Yo he estado hablando del significado de "pobre" y "rico" en el sentido religioso o evangélico de los términos. Sin duda, en un contexto neutro, esos términos siguen significando el que tiene mucho dinero y el que no lo tiene. Muchas veces los términos cambian de significado en un contexto cristiano. Por ejemplo, si decimos que Monseñor Rouco es el pastor de la diócesis no queremos decir que deambule por las cañadas acompañado por su fiel perro y por medio centenar de churras y merinas.
19/05/07 10:01 AM
  
Bruno
3) Ciertamente, Jesús habla de forma sencilla, para que se le entienda. Sin embargo, el Evangelio está lleno de ocasiones en las que no le entienden los judíos, los romanos o, incluso, sus apóstoles.

Sin duda alguna, los sencillos pueden entender perfectamente el evangelio, pero siempre que lo lean dentro de la tradición de la Iglesia, como se han entendido siempre las cosas dentro de la Iglesia.

Durante siglos, en la Iglesia se ha entendido la pobreza y la riqueza de un modo mucho más amplio que el meramente económico (incluyendo, por supuesto, ese sentido económico). Es en nuestra época cuando el influjo del marxismo y del capitalismo, que todo lo entienden en términos económicos hace que los propios cristianos lean el evangelio en clave económica.
19/05/07 10:13 AM
  
Bruno
4) Mi intención con estos artículos es advertir del peligro de creer que el Evangelio dice que el mundo está dividido en dos grupos: los ricos (malos) y pobres (buenos).

Como es lógico, uno siempre se coloca en el lado de los buenos (especialmente en este caso, ya que muy poca gente se considera rica, siendo que, para ser rico, hay que serlo más que la mayoría de la gente) y así se "inmuniza" contra lo que pueda decir el evangelio.

Esa visión del mundo es falsa y, sobre todo, no es cristiana, sino marxista o capitalista (cambiando en este caso quiénes son los buenos y quiénes los malos).

Lo que importa no es el tamaño de las riquezas, sino si el corazón está atrapado por ellas o no.

Dicho esto, sin duda el dinero es el símbolo y el modo más común de la riqueza y todos los cristianos deben tener cuidado de no poner en él su corazón.

Gracias otra vez por tu comentario.
19/05/07 10:24 AM
  
Montaraz
Bruno: Me temo que, tanto el artículo como el comentario que has hecho deberás repetirlo periódicamente. Tenemos muy metida la diléctica marxista del pobre vs rico o la capitalista del triunfador vs perdedor.
19/05/07 5:23 PM
  
taxista
¡Anda! Yo creía que la división que establecía Karl Marx se daba entre los que tenían la propiedad de los medios de producción (no de los de uso personal y funcional), y los que no tenían acceso a esta propiedad, y su lugar en el mercado era entonces el de ofrecer su mano de obra/capacidad productiva a quien se la quiera comprar. No entre ricos y pobres. Por otro lado, que yo recuerde, el Evangelio está continuamente dividiendo entre buenos y malos, hasta el juicio final. Cfr. por ejemplo Mateo cap. 13. varios versículos.
19/05/07 9:02 PM
  
Bruno
Taxista:

1) Como comprenderás, mi artículo era un análisis del cristianismo, no del marxismo, por eso he simplificado este último. Especialmente en tiempo de Marx, la propiedad de los medios de producción equivalía a poseer riqueza y, además, la fuente de esa riqueza, que se cerraba a los demás. Si quieres que hablemos de plusvalías, materialismo dialéctico, paraíso comunista, socialismo real, etc. tendrá que ser en otro post, ya que se aparta mucho del tema de este.
19/05/07 10:24 PM
  
Bruno
Taxista:

2) Me ha encantado el capítulo que has escogido. Creo que va al núcleo del asunto. Es en el juicio final cuando la humanidad se dividirá en buenos y malos de forma definitiva y clara para todos

Hasta entonces, los cristianos dejamos el juicio a Dios, porque no hay señales externas que permitan determinar, con certeza y claridad, cuál es el grupo de los buenos y cuál el de los malos (ni mucho menos identificarlos con grupos sociales o políticos). El trigo y la cizaña crecen juntos en el primer mundo y en el tercero, en el barrio de Salamanca y en San Blas.

Si la diferencia entre buenos y malos dependiera simplemente de la cuenta corriente, no necesitaríamos juicio final, nos bastaría con un programa informático de contabilidad.
19/05/07 10:32 PM
  
taxista
Bueno, supongo que, aunque en el mítico juicio final será cuando la humanidad quede claramente dividida en buenos y malos, pecadores o no pecadores, de forma definitiva y clara para todos, mientras tanto podremos ir haciendo algo, p.e. tomar medidas para defendernos de los supuestos terroristas, asesinos, ladrones, explotadores, etc. aunque no sepamos todavía si son buenos o malos. Por mi parte me inclino a pensar que ser rico, en un mundo donde todos los días mueren tantos a causa de la pobreza, es objetivamente inmoral, por muy legal que pueda ser, aunque no sepamos si los ricos en cuestión son buenos o malos en lo profundo de su conciencia. Sus motivos (objetivamente erróneos en mi opinión) tendrán para ser adictos a la acumulación de bienes, y para pensar que esto es compatible con el cristianismo o con el amor a sus semejantes, o que eso se soluciona con "caridad", y no con un cambio de estructuras (además de la metánoia personal, por supuesto).
20/05/07 9:58 AM

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