¿Cuál es la base de las comunidades de base?
En su carta abierta al Papa de hace un par de días, el Padre González Faus mencionaba las “comunidades de base”. Siempre me ha llamado la atención lo mucho que se menciona a estas comunidades: cuando el viaje del Papa a Brasil se hablaba de que no había apreciado suficientemente la labor de las comunidades de base, la ex-parroquia de Entrevías es, aparentemente, una comunidad de base y recibe el apoyo de las comunidades de base de España y del extranjero, González Faus critica la “decapitación” de las comunidades de base…
Antes de opinar sobre cualquier tema, siempre es mejor informarse, así que me he documentado un poco y he descubierto que las comunidades de base recibieron carta de ciudadanía en la Iglesia con la Conferencia del Episcopado Iberoamericano de Medellín, en 1968. En esta conferencia, se definió una comunidad de base como:
…una comunidad local o ambiental, que corresponda a la realidad de un grupo homogéneo, y que tenga una dimensión tal que permita el trato personal fraterno entre sus miembros… una comunidad de fe, de esperanza y de caridad.
Es decir, en palabras más llanas, son, según esta definición, pequeños grupos que acercan la Iglesia a las personas. Cuando las parroquias agrupan, en muchos casos, a decenas de miles de cristianos que no pueden conocerse entre sí, se forman grupos más reducidos que permiten un contacto más personal entre los cristianos y un acompañamiento mutuo en la fe.
En este sentido, nada que objetar. Todas las renovaciones de la vida cristiana han llevado el camino de crear, de una manera u otra, pequeñas comunidades que proporcionaran a sus miembros un ambiente propicio para un seguimiento más estrecho de Jesucristo: órdenes religiosas, grupos de clérigos regulares, cofradías, movimientos, grupos parroquiales y muchos otros intentan ser comunidades que, en comunión con los párrocos, los obispos y el Papa, revitalicen la vida cristiana de sus miembros.
Sin embargo, me parece que esta definición está algo atrasada. Creo que los que gustan de utilizar el término de “comunidades de base” han ido más allá de la definición de los obispos latinoamericanos. ¿En qué podemos notarlo? En que sólo llaman “comunidades de base” a algunos grupos y no a todos los que caben en la definición de Medellín.
Me extrañaría mucho que el Padre González Faus considerase comunidades de base, por ejemplo, las cofradías de la Dolorosa o del Santísimo Cristo que existen en multitud de pueblos de España o de Iberoamérica. Esos grupos de religiosidad popular no son lo bastante “comprometidos” socialmente como para acceder al rango de comunidades de base.
Por otro lado, tampoco creo que considere comunidades de base a las numerosísimas comunidades neocatecumenales, a los grupos carismáticos también muy extendidos en Iberoamérica, ni a muchos otros movimientos eclesiales, nuevos o antiguos. Creo, de hecho, que al Padre Faus probablemente le daría un síncope si alguien dijera que los grupos o círculos del Opus Dei son comunidades de base.
Sin embargo, todos estos grupos entran perfectamente en la definición de comunidades de base que dio la Conferencia de los Obispos Latinoamericanos y que veíamos al principio. Así pues, me da la impresión de que, para González Faus y muchos otros, existe una definición paralela de lo que son estas comunidades.
En primer lugar y aparentemente, estas comunidades sólo viven la comunión ad intra, es decir, entre sus propios miembros, porque hacia el exterior se definen más bien por quiénes no son comunidades de base: no lo son el Opus Dei, las cofradías, las comunidades neocatecumenales, los grupos carismáticos, Comunión y Liberación ni las parroquias “normales” que no tienen una actitud crítica frente a la jerarquía eclesial.
A mi juicio y debido a esa actitud, este tipo de comunidades de base de las que habla el Padre González Faus no se pueden considerar verdaderas comunidades eclesiales en el sentido propio del término. En la Iglesia, la comunión no es ni puede ser sólo hacia tu propio grupito, sino que implica necesariamente una comunión de fe y amor con toda la Iglesia universal, con los obispos y con el sucesor de Pedro. Cuando un grupo tiene como fundamento la disensión en lugar de la unidad, no forma una comunidad católica.
Así pues, parece que nos ha fallado la parte de “comunidades” de la expresión “comunidades de base". Vamos a examinar ahora la otra parte, “de base". ¿Cuál es la base de las comunidades de base?
Jesucristo eligió una base muy clara para la Iglesia: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. El ministerio de Pedro, junto con los obispos en comunión con él, hace presente a la única Roca que es Jesucristo y presta a la Iglesia el servicio de mantener la unidad de la fe y de la caridad.
Sin embargo, las comunidades de base, tal como parece que se suelen entender, se caracterizan, precisamente, por vivir en perpetuo contraste crítico con esa base dada por Cristo. González Faus (¡defendiéndolas!) las define como “críticas con la institución eclesial”. No es, simplemente, que tengan fricciones con la autoridad eclesial en algún momento determinado y por alguna razón en particular, como probablemente les sucederá a todos los grupos de la Iglesia, sino que su actitud fundamental es de disenso y desconfianza. De hecho, como hemos visto, se definen por ese disenso, ya que los grupos que no lo practican no son considerados comunidades de base.
No es difícil, pues, llegar a la conclusión de que estas comunidades tienen su propia base, que puede ser su forma peculiar de entender el Evangelio, una ideología filosófica, una serie de reivindicaciones sociales, una actitud contestataria y de sospecha hacia la doctrina católica… o lo que sea, pero en cualquier caso no es la base que Cristo quiso darnos.
No creo que haga falta ser arquitecto para darse cuenta de que cualquier grupo que vive su cristianismo en comunión con Pedro es como el hombre que construyó su casa sobre la base de roca maciza que es Cristo. Vinieron los vientos, cayeron las aguas, pasaron los imperios y las ideologías, transcurrieron los siglos y la casa no se derrumbó.
Las comunidades de base en el sentido del Padre González Faus y de muchos otros, es decir, las comunidades que viven fundamentalmente del disenso y no aceptan, en la práctica, el servicio que Pedro presta a la Iglesia, se parecen, más bien, al hombre que construyó su casa sobre una base de arena. Creo que todos sabemos lo que le sucedió.
17 comentarios
Espero que quede claro que todo lo dicho se refiere a las "comunidades de base" que están en perpetuo disenso con la Iglesia.
Por otra parte, bienvenidas sean las comunidades de base verdaderamente eclesiales, en el sentido de la definición de la Conferencia de Medellín.
El disenso de Gonzalez Faus y de otros siempre que se someta al magisterio de la Iglesia no me parece mal.
Lo que pasa con estas voces críticas es que a veces se salen del magisterio y reivindican una iglesia que existe sólo en su imaginación.
El caso de Entrevías sería el ejemplo al que puede llevar esa manera de hacer teología y comunidad de la que habla el Padre Gonzalez Faus.
Estoy convencido de que las comunidades eclesiales de base de todos los tipos que estén de corazón dentro de la Iglesia constituyen una gran riqueza.
Carmen:
Que un teólogo sea audaz o innovador, dentro del magisterio, siempre es bueno. De hecho yo diría que así ha sido siempre Ratzinger.
Otra cosa es el que tiene, como centro de su teología, la desconfianza y la sospecha hacia todo lo que hace o dice la autoridad eclesial. Eso no puede dar buenos frutos.
El problema son la minoría de comunidades de base regidas por sacerdotes o ex-sacerdotes disidentes, en el sentido político del término. Han pretendido convertirlas en una especie de "sindicatos" eclesiales. Normalmente la razón proviene de sus encontronazos personales con obispos o prefectos, que han vertido a sus discípulos, con los cuales forman una especie de grupos contestatarios, que tienden a unirse y a hallarse en permanente conflicto con las enseñanzas de la Iglesia católica.
Es una verdadera lástima, sobre todo porque muchos de ellos, dirigidos por conspicuos teólogos, se hallan en un estado de protestantismo técnico, ya que no aceptan la mayoría de los dogmas del Magisterio. El asunto se complica porque ellos buscan, y reciben, el apoyo de los medios de comunicación de masa...
Al final crean una imagen de conflicto intraeclesial, alejada de la realidad de las parroquias (donde hay problemas serios y hasta graves, pero no precisamente el cuestionamiento contínuo de la autoridad del magisterio), que es muy poco eclesial y caritativa. A veces el orgullo se antepone a la obligación de hacer comunidad.
En efecto, en la Iglesia no sólo se puede, sino que en toda ocasión se debe ser crítico en el buen sentido, es decir, en el sentido cristiano que, más bien, se denomina discernimiento. Es nuestra obligación "examinarlo todo y quedarnos con lo bueno", como dice la Escritura.
De hecho y si Dios quiere, tengo la intención de escribir un artículo sobre ello un día de estos.
Gracias por el comentario y bienvenida al blog.
En el post del otro día "El test 10-100" hablábamos, precisamente, de la diferencia que existe entre las dificultades que tuvo Santa Teresa y lo que les sucede a esos teólogos que mencionas.
La diferencia fundamental está en el amor a la Iglesia jerárquica y la obediencia alegre y sincera que rezuman por doquier en la vida de Santa Teresa pero que son difíciles de encontrar en las declaraciones de muchos teólogos contestatarios.
Creo que das en el clavo con lo de "Al final crean una imagen de conflicto intraeclesial, alejada de la realidad de las parroquias (donde hay problemas serios y hasta graves, pero no precisamente el cuestionamiento contínuo de la autoridad del magisterio)".
En efecto, problemas, como tú dices, los hay en todas partes (de hecho, donde hay vida necesariamente hay problemas, sólo lo que está muerto no causa ningún problema). Lo grave es esa actitud generalizada y sistemática de rechazo de la enseñanza de la Iglesia
Cuanta buena voluntad malgastada, cuanto sincero intento de mejorar la Iglesia que se ha perdido por romper la comunión. Y es que un sarmiento fuera de la vid no da fruto.
En primer lugar, no tengo ningún conocimiento de que los dos obispos que mencionas se odien y estoy convencido de que no es así.
En cualquier caso, el hecho de que haya en general personas que odien dentro de la Iglesia, incluso si son sacerdotes u obispos, es un problema (y un pecado) personal suyo y no afecta al núcleo de la comunión eclesial (más bien lo que hace es separar a las propias personas que se odian de la comunión de la caridad, aunque no de la comunión de la fe).
Entiendo que lo que dices de Juan XXIII y de Juan Pablo II sólo lo afirma gente que ya está fuera de la Iglesia y, la verdad, son cosas que desafían a la imaginación.
Un saludo.
Por un lado, es cierto que en la Iglesia hay que quitarse el sombrero (no la cabeza), que aportamos mucho pecado a ella y por tanto hay cosas que no se hacen bien. Historicamente es incontestable que los grandes reformadores de la Iglesia ha sido incomprendidos y perseguidos por los mismos cristianos.
Por otro lado, es tb históricamente cierto que en la iglesia ha habido CISMAS derivados de que se priorizaba una determinada IDEOLOGIA sobra la identidad cristiana.
Los de las CEBs se autoconsideran reformadores incomprendidos y perseguidos y otros los consideran del segundo grupo ¿cómo objetivar la verdad?
Los de las CEBs tienen al inmenso PRISA como vocero de sus críticas pero cada vez son menos y más viejos...
¿queda alguna duda?
Digo todo ésto desde el dolor de saber que hay muchos hermanos de buena voluntad y compromiso metidos en esas historias, pensando que así sirven mejor a Dios... lástima de la mentalidad y la ideologización...
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