El Papa entiende a las personas
Esta mañana ha publicado X. Pikaza un artículo titulado “El papa no “entiende” las culturas indígenas”. Con todo el respeto, disiento profundamente de las ideas fundamentales del mismo. Más aún, creo que no ha sabido ir al punto central de la cuestión.
En mi opinión, el Papa no tiene porqué ser un experto en las culturas indígenas.
Es más, creo que resulta imposible serlo, porque América es un continente enorme y las tradiciones de, pongamos, los araucanos de Chile forzosamente serán muy diferentes de las de los tlaxaltecas mejicanos. Hablar de “culturas indígenas” como si fueran algo homogéneo que se pudiera meter en el mismo saco es, a mi juicio, crear un indigenismo artificial fruto de una moda pasajera.En cualquier caso, el Papa no acudía a Iberoamérica a hablar a las culturas. Su intención era proclamar el Evangelio y confirmar en la fe a las personas y a las iglesias particulares americanas. Para eso, lo importante es entender a las personas en la raíz de su ser y eso es algo que da la fe, la revelación que hemos recibido en Jesucristo.
Desengañémonos. A pesar de todos los ropajes, lenguas, tradiciones, organizaciones sociales y cosmovisiones que nos puedan diferenciar, un español, un mozambiqueño, un indio del Amazonas y un aborigen australiano somos, en el fondo, lo mismo. Todos somos seres humanos, con buenas intenciones pero machacados por el pecado, incapaces de dar un sentido a nuestra vida, intentándolo siempre pero sin fuerzas para salvarnos a nosotros mismos. Nuestros problemas radicales, en el fondo, son también los mismos: somos egoístas, incapaces de querer desinteresadamente a los demás y, mucho menos, de amar a nuestros enemigos, queremos vivir para siempre y en plenitud pero sabemos que un día vamos a morir, tenemos dentro un vacío inmenso que nada en este mundo puede saciar.
Desde los orígenes del cristianismo, ha sido evidente para la Iglesia que su mensaje trascendía todas las culturas y era mucho más importante que éstas. Por eso los evangelios están escritos en griego, un griego atroz y lleno de hebraísmos, pero que era suficiente para ser entendido por la mayoría de la gente. San Pablo se atrevió a predicar en Asia Menor, Chipre, Grecia, Roma y, probablemente, España. ¿Conocía todas sus culturas? Es de suponer que de una forma superficial, pero eso no le detuvo. El mensaje que llevaba era la salvación para todos aquellos hombres y no era posible demorarse. El amor de Cristo le urgía. Si San Pablo hubiera esperado a conocer bien una cultura para poder anunciar en ella el Evangelio, los cristianos seríamos hoy una pequeña secta en un par de ciudades de Asia Menor.
Precisamente por ir a lo esencial, a la raíz del ser humano, la Iglesia se ha convertido en todo el mundo en vivificadora de las culturas, humanizándolas y purificándolas. Por saber que el centro de la vida es Dios y no los logros culturales, ha permitido que en su seno abunden artistas, intelectuales, científicos y artesanos sin número y que el evangelio sea anunciado en todas las lenguas de la tierra. Iberoamérica es, precisamente, una buena prueba de ello, con sus universidades, su arte cristiano y sus catedrales o con las gramáticas de lenguas americanas y la defensa de los indígenas obra de los misioneros. Sin embargo, cuando idolatramos una cultura, una lengua, una nación, éstas terminan por hacerse estériles, exclusivistas e inhumanas. El anuncio del evangelio nos libra de idolatrar nuestra cultura, igual que nos libra de idolatrar nuestro cuerpo, el dinero, la fama, la nación, la naturaleza u otras mil realidades, buenas en sí mismas, pero que no son Dios.
Xabier Pikaza termina su artículo diciendo que le da pena el Papa porque “él se lo pierde” y algunos le mirarán como “un representante del capitalismo mundial”. A mí, la verdad, me dan pena aquellos que esperaban que dijera otra cosa que lo que ha dicho. Creo que ha quedado claro que el Papa había hecho un largo viaje y no tenía tiempo ni ganas para hablar de disputas históricas o de “tejidos sociales, ecológicos y cultuales”, quería hablar de lo verdaderamente importante para aquellos que le escuchaban: Jesucristo y éste crucificado.
17 comentarios
"El anuncio de Jesús y de su Evangelio no supuso, en ningún momento, una alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extraña".
Bravo Benedicto XVI.
Lo que hizo es laudable y lo que no hizo es criticable.
Yo no polemizo sobre lo puede o debe conocer Benito XVI, ni cómo lo han recogido los periodistas en sus titulares que ese es de los otros problemas habituales. Pero una persona con el bagaje cultural de Benito XVI sabe muy bien como fue en general el proceso de culturalización y evangelización en América Latina, por más dignas excepciones que sin lugar a dudas ha habido en esta colonización, pero que en otros aspectos ha sido como en general suelen estos procesos de expansión imperial.
Las preocupaciones por la cultura están muy bien, siempre que se sea consciente de que son secundarias con respecto al evangelio y a la fe. Como muy bien ha dicho Sofía, "no todo se debe conservar y hay cosas que está bien que se pierdan en todas las culturas (la nuestra también)".
Al ser un proceso tan amplio, geográfica y temporalmente, no se puede hacer un juicio global preciso. Sin embargo, creo que no se puede decir que fue un proceso de "expansión imperial como otros. En comparación con otras colonizaciones o conquistas, hay varios puntos que me parecen claras diferencias:
- Se cometieron multitud de abusos (como en cualquier realidad humana, incluidas las que protagonizan los cristianos), pero, en general, por incumplimiento de las leyes y no por su aplicación.
- No existió ningún deseo de masacrar indígenas, al contrario, se intentó protegerlos (en muchos casos, de otros pueblos indígenas que los oprimían, como los aztecas). A pesar de las terribles epidemias, resulta evidente que en hispanoamérica hay hoy millones de indios a diferencia de, por ejemplo, norteamérica.
- La evangelización fue un objetivo fundamental de España (a diferencia de otras colonizaciones que fueron puramente comerciales o políticas).
- España intentó enviar a América a las mejores personas (que eran seleccionadas con arreglo a los criterios de la época), a diferencia de lo que ocurrió en Norteamérica o Australia, donde marchaban los condenados y los que huían de persecuciones.
- España se molestó en construir catedrales y universidades en América, siglos antes de que existieran estas cosas en otros países no europeos.
Creo que se puede decir que la conquista española (precisamente por estar unida a la evangelización) fue mucho mejor, en muchos aspectos, que las colonizaciones de otros países como norteamérica o los países africanos.
Sin embargo, como Chesterton, también creo que eso no basta. A los católicos no se les exige lo mismo que a los demás, sino que se espera mucho más de ellos (y con razón). Desgraciadamente, no siempre estamos a la altura.
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