La anorexia y los milagros
Ayer estuve en la primera misa de uno de los 16 sacerdotes diocesanos que fueron ordenados el sábado en Madrid. Disfruté enormemente de una eucaristía preciosa. El nuevo sacerdote, alegre y con ganas, presidió la celebración, pronunció la homilía y cantó el prefacio y la plegaria eucarística entera.
Esto de que el sacerdote cante las oraciones de la liturgia no se ve ya a menudo. Los curas suelen dejar los cantos al coro, cuando lo hay. Es una pena. Antiguamente, a celebrar la primera misa se le solía llamar “cantar misa”, porque los nuevos ordenados siempre cantaban esa primera misa solemne. No es éste un tema tan baladí como parece. El hecho de que la liturgia se pueda cantar es una muestra de lo que es en realidad: una oración y una celebración. Los discursos políticos, por ejemplo, no se cantan… y cuántas veces nuestras misas parecen más una reunión política que una celebración de los misterios de la muerte y resurrección de Cristo.